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Cuando lo vio bajar del auto tuvo que sostenerse de las cortinas oscuras para recibir la calma que le daba verlo de nuevo desde lo acontecido.

No podía salir con tanta gente ahí afuera, incluso para asomarse necesitaba su máscara, un suspiro nervioso sale de sus labios en cuanto lo ve abrazar a Regis con fuerza y se pone a pensar, a dudar, ¿hasta donde estaba dispuesto el imperio a ir? ¿tan desesperados estaban cómo para arriesgar la vida de un niño que apenas cumplía 5 años y que aún no era del todo experto en el poder heredado de sus ancestros? La voz en su mente le dijo que sí, que sí estaban dispuestos a eso y a cosas peores con tal de obtener el cristal que era resguardado tan celosamente en el interior de la ciudadela.

Tanto tiempo estuvo divagando en sus pensamientos alarmantes que casi se va para adelante cuando los cortos brazos la envuelven a la altura de la cintura, escuchando al fondo como la silla de ruedas cae al piso debido al impulso.

-Lo siento, no pude encontrar el onix que querías -como esta mirando hacia la ventana, hacia un espacio público, lleva encima la máscara así que se siente en calma.

Desde que aquella revelación fue dada no se atreve a verle a los ojos, era, en un inicio, una medida de seguridad, pero ahora era necesario, mucho más necesario que nunca para evitar problemas a futuro.

-Regresé con bien, tal y como me dijiste -siente su rostro acomodarse en la ligera curva entre su cadera y su cintura, no lo pudo aguantar más y se dio la vuelta con rapidez para tomarlo entre sus brazos, acunarlo como en el primer día después de la carrera a toda velocidad para llegar al lado de Aulea para ver al recién nacido.

Pero ahora ese pequeño era más grande, más cálido.

Era a quien estaba esperando, a quien prometió cumplir y servir desde el día en que fue acogida por el antiguo rey; cumplir con el entronado era su propósito y así iba a cumplirlo.

En especial ahora que Noctis estaba limitado en sus poderes por el desastre acontecido y el terrible trauma que ahora llevaba sobre sus hombros.

Cuando lo pudo sostener de nuevo entre sus brazos lo sintió, como trataba de absorber la energía dentro de ella, la marca en su cuello le pica, pero debe aguantarse para no preocuparlo; aun tiene la fuerza para cargarlo y eso hace mientras deja descansar su mejilla sobre la mata de cabello oscuro, aun con la barrera de cerámica blanca y fría que apenas se calienta por el roce de pieles a cada lado.

-Estoy tan feliz de verte de nuevo -trata de controlar el tono de su voz, su aliento que escapa por un rincón de la máscara choca contra su pequeña oreja, en un impulso de felicidad la levanta un poco para dejar su boca a la vista, deja un beso sobre donde descansa su piel y sus manos se deslizan sobre sus cabellos en un intento casi desesperado y materno de sentirlo tanto como pueda.

Cierra con fuerza la mandíbula al levantar la mirada y darse con la sorpresa de que Regis ha estado ahí desde hace un rato, parado en el marco de la puerta, mirando a ambos y dando una mirada triste, se acerca para volver a poner la silla en su lugar y que ella pueda dejar a Noctis en ella.

-Noctis, déjanos hablar un momento -el niño los mira, y se siente algo descolocado cuando (...) voltea su rostro para que él no pueda verla a la cara, siendo ayudado por una de las mujeres que sirven en el palacio sale de la habitación, dejando solos a los adultos- te advertí, te lo dije Regis, era demasiado peligroso, es el entronado, debe ser protegido a cualquier costo.

-Sólo quería lo mejor para él -se acomoda la capa negra con adornos dorados sobre su espalda, tomando asiento en una de las sillas presentes en el lugar- como mi vieja amiga, esperaba que entenderías lo que le quiero dejar a mi hijo antes de lo inevitable, no que me vieras cómo tu enemigo.

-Más me duelen tus palabras desconfiadas -toma su mano, pasando las yemas de sus dedos por sobre el grabado del anillo oscuro, el cabello le es fuertemente apretado en la tela negra que cubre sus facciones físicas- ambos queremos lo mismo, Regis, él necesita el poder de sus ancestros más que nunca -el hombre rompe el contacto físico, el ceño fruncido, su expresión de cansancio llega a un nivel más allá del físico.

-No puedo aceptar lo que ofreces, no ahora -con toda la compostura que tiene la mira a los ojos, dubitativo como no es normal en él, pero con su característica aura de niño adulto que ella ya conoce de él- prefiero que mi hijo viva una vida tranquila en la medida posible, que pueda experimentar lo que sería ser normal.

-Noctis no tendrá ese destino, ¿por qué te empeñas en aferrarte a esa idea? -se rodea con sus propios brazos para brindarse algo de consuelo tras sus palabras, espera una mueca enojada en su rey pero solo encuentra una triste sonrisa.

-Prefiero vivir la fantasía de todo padre que sueña con ver a su hijo en todo su resplandor -(...) siente que va a llorar, que tiene ganas de maldecirlo por tratar de darle esas ideas; no eran ideas, eran sueños que no se cumplirían y que sólo se quedaran como promesas falsas hacia uno mismo.

-¿Por qué te torturas de esta forma? -su voz lastimada por contener las lagrimas se deja escapar por sus labios mientras apretá con ira y tristeza la fina tela negra de las mangas con sus puños- No, ¿por qué nos torturas así?

-Mi hijo morirá por mi propia mano y espada, (...) -se cubre los oídos, ya lo sabe, siempre supo que para vivir hay que morir, pero, ¿cómo esperaba que reaccionaría cuando de quien hablan es alguien a quien aman?- y tu morirás por su mano.

-¡Feliz lo haré! -grita mientras sale de la habitación.

Ha querido escapar de ello desde hace tanto, tratar de ignorarlo tampoco ayuda porque, tal y como lo ve ahora, mantenerse ignorante duele más cuando el momento decisivo llega.

Agradece su regalo número 54 cuando entra a la alcoba de Noctis y este levanta rápidamente la mirada con una sonrisa tímida, acercándose con los impulsos de sus brazos, moviendo la silla de ruedas hacia ella mientras (...) le abre los brazos y pone una rodilla en el suelo, esperando el contacto entre ambos.

-Gracias por volver a vida -no se lo pudo decir antes, le agradece de corazón mientras trata de proporcionarle algo de la energía en su interior, nuevamente la tela negra y lisa de sus vestidos es molesta- fuiste muy valiente -era cada vez un poco más difícil respirar sin el cerca y a la vez sí.

-No te preocupes -siente el pequeño impulso de sus manos para separar sus cuerpos, hay una chispa increíblemente fuerte en sus ojos, como si quisiera dejarle en claro que las palabras que va a decir van en serio, como la vez que le dijo que sería un gran rey como Regis cuando fuese más grande- te necesito junto a mí y tu también a mi, es por eso que me quedaré a tu lado.

Decir que sus palabras no la sonrojan sería mentira, por los Sidereos, ¿había vuelto a husmear entre sus viejos libros de romance como para aprender esas palabras tan de novela romántica? Solo se preguntaba si había sido de algunos de sus libros... prohibidos.

-Me haces feliz con tus palabras -en un gesto cariñoso pasa sus manos por su frente, quitando los mechones de cabello rebeldes y así ver con mayor precisión su cara de niño, tratando de guardar en su memoria ese momento en donde aún las cosas son fáciles- y déjame decirte que, al igual que tú, me quedaré a tu lado.

Aunque el futuro de su vida casi eterna este sellada al final con las últimas palabras que ha dicho, no tiene ningún reclamo.

-¿Por qué lloras? -pregunta con intriga e inocencia pura, tan contrario del comentario de hace unos momentos- llorar no está mal -dice en cuanto la ve darle la espalda para secarse las lágrimas que se le caen por la barbilla.

-Tienes razón, no está mal, pero me siento más cómoda así -sus dos rodillas ahora están en el piso de tono opaco- Noctis, tu siempre estarás en mi corazón, ¿comprendes eso?

Frunce el ceño de manera adorable, tratando de entender sus palabras.

-Entenderás cuando seas grande.

-¡Lo entiendo!

Obviamente no lo hacía, solo decía, solo hablaba sin meditar bien en sus palabras.

-En serio, quítate los pelos de la cara -dice haciendo una vez más los cabellos oscuros para atrás y así poder verlo mejor.

No importan sus ligeras quejas, sonríe debajo de la máscara con soltura mientras, por un momento, se siente en cierta paz sabiendo que él está a salvo.

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