Jules D'amico 

—Nicolleta, simplemente llámame... por favor. Necesito hablar contigo, eres la única con la que puedo hablar de esto. Me siento feliz y afligido, no me entiendo.

Te lo ruego, llámame.

Adiós flor pequeña, delicada y bonita.

Erin Mckenna

Querido padre, me pregunto si cuando te casaste con mi madre sabías en lo que te estabas metiendo ¿Había tantas estigmas? ¿Cuántas generaciones han vivido con la absurda verdad del apellido O'Neal?

Las O'Neal no se humillan con perdón.

Las O'Neal no necesitan amor, pero consumen el que encuentran hasta que se seca.

Las O'Neal dirigen no son dirigidas, pero pueden fingir obediencia.

Las O'Neal son mares negros de codicia, pero la disfrazan como una bendición.

Las O'Neal viven en cuerpos frágiles que difícilmente dan vida y la aman de la forma más extraña que hay.

Nunca quise ser una O'Neal y me criaron como una.

No soy como tú... así que tampoco soy una Mckenna.

Atentamente, una mujer sin apellido.

Posdata, decidí ya nunca mentir, papá. Te amo como nunca amé a nadie.