Jules D'amico 

—Nicol, necesito hablarte cuanto antes.

Yo... yo sufro de insomnio, las pesadillas se comparan a mis sueños con Erin. No dejo de pensar en ella, pero temo lastimarla. Mi corazón quiere una noche, anhela un beso y una caricia, no puedo permitir que mi piel se escape cuando yo sigo perdido. Sería tan fácil besarla y cumplir los deseos que los dos tenemos por el otro. Marcarnos en el cuerpo del otro con la boca... ¿Y si me confundo y digo el nombre de Cyliane?

Dios mío, mira lo que te estoy contando. Voy a salir a correr y sí, es de noche... pero al demonio porque necesito quitarme esta estaca en el pecho.

No te preocupes, tendré cuidado.

Adiós flor pequeña, delicada y bonita.

Erin Mckenna

Querido padre, perdí la cordura. Ya no sé si debo esperar un príncipe que tome mi alma o mandar todo al infierno y buscar un caballero que desee encender mi cuerpo. Pensé que había madurado, pero añoro el calor del deseo como si fuera agua. Todo es culpa de Jules y mía por fijarme en él.

Amar es vivir entre calma e inocencia de roce, pero yo soy una tormenta con ansiedad de mordidas. ¿Cómo podré soportar y esperar un príncipe que tiene perdido el corazón?

Oh, papá. Cuando la respuesta no es clara la vida es una eternidad de tortura y cada día despierta en mi un frenesí insatisfecho.

No volveré a intentar atraparlo, ya no. Si Jules D'amico comparte conmigo ese deseo, tendrá que tomarme y demostrarme que quiere.

Ojalá se decida pronto, nada dura para siempre y yo tampoco.

Atentamente, un hada frustrada.

Posdata, ¿alguna vez has sufrido este frenesí, papá? Te amo como nunca amé a nadie.