13. Los límites se imponen

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...pero no pueden detenernos.






Besos borrachos.

JiMin siente los labios en su cuello y cierra los ojos porque está claro que el descenso lleva esa boca hasta su pecho —y si tiene suerte— más abajo. No queriendo ser menos, con sus manos tira de los cabellos ajenos hasta que logra separarlo de su cuerpo y besarlo con fuerza. Luego decide empujarlo hacia donde quiere él que vaya. Se toma demasiado bien el ser quien controle en esta ocasión porque el contexto lo anima: sentado sobre la mesada del baño del club, con la espalda apoyada en el espejo, las piernas abiertas para acoger a su amante, y la camisa desprendida.

Es él la recreación perfecta de lo que causa mezclar tragos y bailar aquellas pegadizas canciones que da vergüenza admitir que se disfrutan.

—Te ves sexy como el infierno. —Le dice su acompañante antes de chupar sus clavículas y tomar con una mano el pezón derecho para, con la otra, tantear el cierre de sus pantalones—. Quiero hacértelo aquí mismo.

—Mmm... —responde JiMin, aunque no está  tan a bordo de tal plan como quisiera.

Por favor, ni recordó preguntarle el nombre. Este chico bailó tan cerca suyo, tan cerca, que podría haberle roto el pantalón y saqueado el tesoro de JiMin sin que nadie lo notara en la pista. A favor tenía que era atractivo. Por eso, aunque era un sujeto no identificado, allí se encontraba manoseándose y a media asta.

Al menos pudo dejar de estar pendiente de SeokJin y su cita, rescata.

—Con esos sonidos deberías filmarme una porno. —Le dice el chico sin nombre y de cabello rizado—. Ni siquiera mi novia gime tan rico.

«Hey, Stop it»

—Aguanta un maldito segundo ¿Has dicho "Novia"? —JiMin lo aparta con un empujón y el chico libera su pezón con un chasquido gracioso—; ¿qué diablos pasa contigo, animal?

—Hey, nene, calma que hasta recién te gustaba que te meta mano ¿qué pasa ahora?

El muchacho intenta volver a retomar las caricias, pero ya el bailarín tuvo su bajón y el alcohol pareció evaporársele del cerebro. Pudo darse cuenta, incluso, del desastre que era en ese instante y la imagen que estaba dando. Y, aunque había razones que reprocharle al chico frente a él, mucha culpa también tuvo en esto. Si no preguntó el nombre, al menos debió indagar su situación sentimental.

—Tienes novia... y yo podré estar caliente, pero no lo hago con los hombres tomados. —explica.

—¿Estás hablando en serio? —insiste el otro, pero desiste cuando ve que JiMin apunta a darle una patada en los bajos.

—Tan serio como que, si vuelves a querer tocarme, voy a dejarte las bolas en la garganta. —La eye smile confirma la amenaza, y el otro no puede rebatir nada.

—Pues a la mierda, tampoco eres mucho como para lamentarme. —escupe el chico, que lo insulta un par de veces mientras se acomoda la ropa y destraba la puerta del baño para irse.

El bailarín queda sentado con la camisa desprendida; desanimado. No obtuvo lo que quería: un polvo rápido.

Sin embargo, tampoco se lamenta tanto. Cree que ha hecho lo correcto. Resta volver con sus amigos, cuando baje la presión de su entrepierna, y bailar unas cuantas canciones. Pasada una media hora, tal vez menos, poder al fin regresar a casa.

Porque ¿qué iba a hacer ahí solo? Todos tenían con quien pasar el rato.  Antes que toparse con otro imbécil como el de hace minutos, preferible acurrucarse en su cama y dormir. ¿No?

—Así de tranquilo como está, Park, podría hasta desconfiar de la imagen que vi en la pista. —La voz conocida lo trae de vuelta—. ¿Tan rápido fue todo?

Lo espabila y otro tanto lo emociona. ¿En qué momento entró el profesor? ¿Puede reconocerlo como profesor en ese contexto?

JiMin es consciente de que fuera del ámbito académico SeokJin es tan sólo un hombre más. Pero el que lo haya seguido tratando con cierta distancia -mencionando su apellido con el tono con el que le interroga en clases- le deja en claro que los límites siguen allí.

—No estoy de humor, profesor. —contesta con simpleza. Ni siquiera le ofrece una mirada.

SeokJin, no obstante, entendiendo tal actitud, se para frente al espejo. Frente a él. Rozando con el cuerpo la pierna de JiMin. Se apoya en el lavabo, de costado aunque viéndose en el reflejo. Luce el cabello sudado al frente, aunque no parece desprolijo y, al contrario de lo que se espera normalmente, esto lo vuelve muy guapo.

JiMin no es quien rompe el silencio:

—Es una lástima, podría haberme divertido un rato con usted, Park. —comenta el profesor y desliza una mano por el muslo de su estudiante—. Ya sabe, ambos estamos solos esta noche y podríamos atribuirle al alcohol cualquier incidente que ocurra.

La mano de SeokJin ejerce presión en el músculo del bailarín que se queja por lo bajo y le toma la mano para soltarse.

—¿Qué hace?

—Lo estoy tocando, ¿no es obvio? —responde Jin, que lo libera para acomodarse en el mismo sitio que estuvo antes el otro muchacho—. Lo he estado observando toda la noche y no ha hecho más que provocarme, Park. ¿Qué estaba pensando al moverse así con otro pero mirándome a mí? Créame cuando le digo que los límites me importan un bledo mientras lo veo bailar.

JiMin chilla cuando Jin pone las manos bajo sus rodillas y tira de él hasta el borde. Choca con su entrepierna. Muerde su boca para no dejar salir ningún sonido y observa muy de cerca el rostro de SeokJin.

—¿Tan seguro está de que trato de seducirlo? —La risa de SeokJin lo hace estremecer y pronto las manos del mismo le recorren los muslos, trepando hasta posarse en su cintura.

Ligeras caricias en círculos siguieron un camino hasta perderse bajo la tela y entrar en contacto directo con la piel del bailarín. La respiración de JiMin es superficial porque ahora sí que está en la misma sintonía que su acompañante. Sus propias manos se aferran a los antebrazos de Jin, pero luego es más audaz y las lleva hasta los anchos hombros del docente donde las deja apretar cuanto quiere. La entrepierna de JiMin está despierta y pulsa contra la del profesor que incluso, aunque ya no es posible, se pega más.

—Estoy tan seguro de eso, como de que esta es su última oportunidad de detenerme. —Jin baja el rostro hasta quedar a centímetros del bailarín y hace la pregunta que los salvará o condenará—. Ambos somos adultos, ¿por qué actuamos como niños?, ¿quieres que me detenga JiMin?

JiMin.

No es la primera vez que el profesor se dirige a él con informalidad, pero vaya que le afecta en esta situación. Y lo hace sonreír traviesamente. Este gesto es para SeokJin como una luz verde y arremete contra sus labios. Por segundos, JiMin se paraliza...

Pronto, se ve correspondiendo, ansioso, el beso.

















Nota:

Y bailamos sin culpa que yo sé que en el fondo te gusta... 🎶🎶🎶  jaja

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