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Yoongi salió luego de un rato del baño, pero cuando iba a abrir la puerta escuchó al omega hablar, este parecía tener varios problemas y siempre por lo que escucho llegaba tarde a su casa por los abusos que recibía. Eso era algo que le molestaba a Yoongi, nadie tenía el derecho ya no más a molestar a su omega, haría que se arrepintieran, cuando él salió Jimin colgó y guardo su celular. El omega sentía vergüenza de que le viera el alfa, su celular que era de teclas, sus mejillas se sonrojaron al ver al alfa sin camisa, el omega apartó la mirada avergonzado. Yoongi camino a paso lento y se comenzó a vestir, Jimin se acercó a la ventana y vio el enorme jardín que había, todo era hermoso, no como su hogar.

—Toma un baño. —habló Yoongi.

—Yo. —susurro.

—Te prestaré ropa. —lo vio. —luego desayunamos y me acompañaras a un lugar.

—Está bien. —asintió.

Jimin entró al baño y se quitó su uniforme y lo dobló y se metió a la regadera para tomar el baño, él salió y se puso la bata que el alfa le había dejado, cuando salió vio la ropa que fue extendida por el alfa. El omega la tomó y no dijo nada, Yoongi le puso una mano en el hombro generando un poco de confianza.

—Estaré afuera para que te cambies. —habló el alfa. —tomate tu tiempo.

—Gracias. —murmuró. —por darme mi espacio.

El alfa asintió y salió de la habitación, Jimin miró toda la ropa y se cambió rápido, cuando abrió la puerta unos brazos lo rodearon, Yoongi le estaba impregnado su aroma. Jimin sentía como su pollito saltaba de felicidad al sentir el aroma del alfa, Yoongi vio que el omega había cerrado los ojos e inconscientemente se estaba restregando en su pecho.

—Vamos a comer. —lo tomó de la mano.

—No quiero causarle problemas. —dijo.

—Ellos serán los que tengan problemas si no me hacen caso. —hablo Yoongi.

—Su vida es perfecta. —dijo Jimin. —hasta los alfas más temibles le hacen caso, se vuelven sumisos ante usted.

—Mi vida no es perfecta. —lo vio. —tengo que seguir reglas estúpidas.

—Ya veo. —miro el comedor. —¿No es mucha comida para una persona?

—Comeremos los dos. —lo llevó a una silla. —eres mi invitado.

—Como diga. —habló.

—¿Eres así de sumiso siempre o lo haces por miedo a que te haga algo? —le preguntó. —di la verdad.

—Tengo miedo. —contestó. —los que me han tratado bien solo lo hacen para humillarme y lastimarme.

—Ahora eres mío pollito. —le susurro. —a menos que quieran perder sus vidas se arriesgaran a tocarte.

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