IV

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Marco se hallaba en los exteriores del aeropuerto de Catamayo, a la espera de un taxi que lo llevara a Loja. Los datos que le había proporcionado el investigador serían de gran ayuda al llegar a la ciudad.

—Taxi, señor —dijo el conductor, deteniendo el vehículo frente a él.

—Sí, gracias. Abra la cajuela. —Guardó el equipaje y subió a la parte trasera del auto.

Arribó a Loja a las cinco de la tarde.

El taxista lo dejó afuera del hotel San Sebastián. En la habitación tomó una ducha, y se cambió la ropa. Sacó de la maleta un sobre mediano que guardó en su chaqueta.

Bajó al vestíbulo del hotel y solicitó un taxi, necesitaba ir lo más pronto al colegio donde trabajaba Renata, antes de que las clases finalizaran, de lo contrario se le haría difícil ubicarla. Habían pasado cinco años y muchas cosas cambiaron, pero necesitaba verla y aclarar la situación.

—Señor De Luca, su taxi lo está esperando —anunció el conserje del hotel.

Marco agradeció el servicio.

Dentro del vehículo, pidió al conductor que lo llevara al colegio La Inmaculada. El viaje resultó infructuoso, no contó con que los docentes saldrían antes de la hora. Volvería en la noche, dado que los profesores tendrían una fiesta navideña, así se lo había informado el portero de la institución.

Hizo tiempo en el bar del hotel; cerca de la hora, pidió un whisky para disipar los nervios. Después de años sin verse, al fin se reencontraría con Renata.

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