5.- Hacia Petersburg

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Cuando Yuuri era pequeño, visitó con su familia uno de los pueblos vecinos para asistir a un festival. Aquel era su primer viaje y estaba tanto emocionado como nervioso, así que no pudo evitar impacientarse y preguntar cada cierto tiempo si les faltaba mucho para llegar. Eventualmente, sus cuestionamientos hartaron a una joven Mari, quien le advirtió que si no guardaba silencio, convencería a sus padres de dejarlo a un lado del camino para que un troll se lo robara. Aquello resultó contraproducente porque entonces Yuuri no paró de llorar durante todo el viaje.

Años después, reflexionaba al respecto y suponía lo fastidiada que debió sentirse su hermana y que quizás por eso, el universo lo había colocado en su situación actual, para hacerle pagar por el estrés que le causó a Mari esa vez.

─ ¡Mira, Yuuri! ─ lo llamó Viktor por enésima ocasión, ahora sosteniendo a una cría de zorro entre sus brazos─. Creo que está perdido, tenemos que encontrar a su madre.

Yuuri requirió de todo su autocontrol para reprimir las ganas de gritar. En el poco tiempo que llevaban de convivir, pudo darse cuenta de que Viktor era una persona inofensiva y bondadosa en extremo, al punto de detenerse para regresar pajaritos a sus nidos, arrancar las malas hierbas que ahogaban a unas flores, liberar mariposas de telarañas y buscar bellotas para las ardillas. Tal vez, bajo otras circunstancias y de no haber tenido tanta prisa (y si Viktor hubiera sido un par de años más joven), Yuuri habría encontrado su manera de actuar adorable. Pero en lo único que podía pensar, era que estaba atardeciendo y que requerirían otra hora de camino para llegar al próximo pueblo y que si no se daban prisa, las habitaciones de la posada se agotarían.

─ Creo que será mejor que lo dejes ir ─sugirió Yuuri, decidido a fungir como la voz de la razón.

─ ¿Eh? ¡Pero Yuuri!─protestó Viktor, haciendo un puchero─, es muy pequeño... ¿Y si se lo come un lobo o un halcón?

─En primer lugar, no hay halcones en ésta zona; en segundo, los lobos están en lo más profundo del bosque y en tercero y más importante...─tomó aire─, todavía nos queda camino por recorrer antes de que caiga la noche, que es cuando los ladrones y otras criaturas feroces salen a asaltar a los viajeros, preferiría que no nos arriesgáramos.

─He viajado cientos de veces por estos rumbos y puedo garantizar que son muy seguros.

"Lo dice el tipo al que le robaron hasta los zapatos" pensó Yuuri, arqueando una ceja para poner de manifiesto su desacuerdo.

En ese mismo instante, algo salió de entre unos arbustos. Se trataba de la madre de la cría, una hembra que los contemplaba como si fueran una gran amenaza, con el pelaje erizado y gruñendo, mostrándoles los colmillos, más que dispuesta a luchar para proteger a su cachorro. Y ahí fue cuando Yuuri cometió un error. Preocupado de que la hembra los atacara, se precipitó sobre Viktor para arrebatarle a la cría, ocasionando que la madre reaccionara saltándole encima, clavándole las garras en el pecho, haciéndole tropezar y casi mordiéndolo en el cuello.

─ ¡Yuuri! ─lo llamó Viktor, preocupado al oírlo gritar, y el pequeño zorro entre sus brazos forcejeó, hincando sus colmillitos en una de sus manos, logrando que lo soltara y alertando a la hembra, quien lo tomó como una nueva amenaza y se impulsó sobre sus patas traseras para darle un fuerte arañazo.

Los lentes de Yuuri salieron volando a raíz del inesperado ataque y no bien los recuperó, vio la mochila con sus cosas abierta en el suelo y lo que era peor...

─ ¡Deja eso!─ordenó al zorrito, y su madre se interpuso entre él y su cachorro, dirigiéndole un bufido amenazante que lo paralizó.

La hembra pareció considerar que el peligro estaba contenido y de inmediato cargó a su cría por la piel de su cuello, desapareciendo tan rápidamente como llegó por los mismos arbustos de los que había salido. Yuuri permaneció inmóvil un par de segundos, inseguro de cuál debía de ser su prioridad: reacomodar sus cosas, ocuparse de atender las heridas que la hembra le ocasionó... o recriminarle al responsable del desafortunado suceso.

─ ¡Por eso te dije que lo dejaras ir! ─reprendió a su acompañante, decantándose por la última opción para darle rienda suelta a su frustración y enojo─. ¿Por qué no me escuchaste? ¡Por tu culpa ahora...!

El alterado joven guardó silencio al notar el estado del otro chico, quien igualmente tenía el cabello desordenado, estaba cubierto de polvo, arañazos, mordidas... y con algunos botones de la camisa desabrochados, los cuales mostraban parte del característico contorno de una carta en su pecho. Yuuri se percató de que Viktor no le quitaba la vista de encima y al seguir la dirección de su mirada, cayó en cuenta que tenía parte de la camisa rasgada, dejando el borde de su carta al descubierto.

Yuuri dejó escapar un gritito y se apresuró a cubrirse, siendo imitado por Viktor, quien torpemente se abrochó la camisa.

─ ¿La viste? ─cuestionó Viktor con una prudencia y seriedad que Yuuri no creía el de cabellos plateados fuera capaz de tener.

─ No... ¿y tú? ─inquirió a su vez, con la ansiedad y angustia reemplazando a su molestia anterior.

─ No, te juro que no vi nada.

Ambos callaron, aguardando un par de segundos para después suspirar aliviados. Medio sobrepuesto por comprobar que su secreto seguía salvo, Yuuri se enfocó en recolectar sus pertenencias, las cuales yacían regadas por el suelo, mientras realizaba un rápido inventario en su mente para asegurarse de tener todo.

─ Lo lamento mucho.

Se detuvo a medio camino de estirar la mano para recoger la comida que le quedaba y a cambio observó a Viktor con atención. El sol estaba por ocultarse, pero aún quedaba suficiente luz como para poder apreciar su expresión arrepentida.

─ Debí hacerte caso cuando me dijiste que dejara al zorro.

─ ¡Ah, no! ─intervino Yuuri, negando enérgicamente y aunque tenía derecho a estar enfadado, de pronto se sentía culpable por ver a Viktor tan decaído─. Es decir... tenías las mejores intenciones. Bajo otras circunstancias, creo que yo hubiera hecho lo mismo ─admitió sonrojándose.

Ambos trataron de tomar una manzana del suelo al mismo tiempo y sus manos se rozaron. Yuuri se apartó a toda prisa, seguro de que su rostro, completamente rojo, resplandecía como un faro carmesí en medio de la suave penumbra. Si bien su vergüenza cedió de golpe al notar la mueca de incomodidad de Viktor y la forma en que se sujetaba la mano.

─ ¿Te duele mucho?

─ El pequeño me mordió para que lo soltara ─explicó, reponiéndose─. Pero, ¿y tú? ─Yuuri parpadeó, confundido─. Esas se ven muy dolorosas ─indicó las marcas de garras en su pecho.

─Se ven peor de cómo se sienten. Tan sólo arden un poco ─puntualizó, terminando de guardar sus cosas, experimentando un escalofrío ante una brisa de aire helado que sopló en ese instante─. Vamos, el pueblo no está muy lejos. Podemos llegar a la posada antes que se haga muy tarde.

─Prometo que te compensaré las molestias ─dijo Viktor, dedicándole una sonrisa que provocó que el corazón de Yuuri acelerara sus latidos.

¿Cómo podía alguien, cubierto de polvo y magulladuras y usando ropas tan simples, seguir viéndose tan bien? Y también, ¿cómo podía sonreírle así a alguien que acababa de conocer?

"Definitivamente tiene que ser un rey" se planteó Yuuri desde sus pensamientos, llevándose una mano inconscientemente al lado izquierdo del pecho, donde se encontraba su carta en blanco.

***

Y en efecto, ocurrió justo como Yuuri predijo.

Al llegar a la posada, corroboró que su temor se había vuelto realidad. Las habitaciones estaban agotadas.

─Debieron llegar más temprano ─lo reprendió la posadera, una mujer robusta que los miraba con desaprobación por lo desaliñados que lucían. A sus espaldas, una chica pecosa se paraba de puntillas para verlos mejor, evidenciando su curiosidad─. Así que largo, no acepto a mendigos.

─ ¡Um! ¡Po... por favor!─ pidió Yuuri, armándose de valor y dando un paso al frente, sujetando el saquito con monedas que Minako le hubiera dado─. Cualquier habitación está bien, no tiene que ser grande o lujosa. Únicamente para que podamos pasar la noche, nos iremos a primera hora de la mañana y claro que le pagaré.

Ella soltó una carcajada despectiva.

─ ¿Qué estás sordo? ─ladró la mujer y Yuuri se encogió sobre sí mismo, intimidado─. ¡Dije, largo! Y si no se marchan en éste mismo segundo, los echaré yo misma a patadas.

─Ven, Yuuri ─lo llamó Viktor, colocándole una mano en el hombro─. Lo más conveniente será obedecer. No queremos problemas ─informó a la mujer y en un acto inesperado, hizo una formal reverencia que dejó perplejos a los presentes─. Con su permiso, madame...

Y justo se dio la vuelta para retirarse, cuando cayó de rodillas. Yuuri apenas divisó a la jovencita de pecas cubrirse la boca con las manos, alarmada, y a la mujer arqueando las cejas, antes de ayudar a Viktor a levantarse.

─ ¿Qué te ocurre? ¿Qué tienes?

─ No lo sé, de pronto me sentí muy cansado y... ─no pudo terminar de hablar, volviendo a desplomarse, con los ojos cerrados y quedando convenientemente recargado en Yuuri, cuyas mejillas se pintaron de rojo por enésima ocasión.

─ ¡Madre! Por favor, no podemos dejarlos así... ─suplicó la joven, señalándolos─. Están heridos y agotados. ¿Y si algo les pasa?

─ No es nuestro problema ─sentenció la mujer, cruzándose de brazos, ignorándolos a propósito.

─ ¡Dijeron que pagarían! ─argumentó su hija, no dispuesta a darse por vencida.

─ ¡Chiquilla tonta e insolente! ¿Es esa forma de hablarle a tu madre?─la hija no dijo nada, y aunque su expresión delataba su miedo, se mantuvo firme─. ¡Está bien!─gritó la mujer, accediendo de mala gana─, pero si llega a haber un problema... ¡Tú tomarás la responsabilidad!

Yuuri abrió la boca para interceder a favor de la chica, no queriendo crearle una carga innecesaria, y Viktor reaccionó, jalando de su manga para llamar su atención, haciéndole un discreto guiño y llevándose el dedo índice a los labios.

─Síganme, por favor ─les dijo la chica pecosa, mientras Viktor retomaba su acto y se levantaba tambaleante, siempre apoyándose en Yuuri.

La joven los condujo al exterior de la posada, específicamente, al establo, que por suerte se encontraba vacío.

─ Sé que no es mucho, pero mi madre no mintió cuando dijo que no teníamos habitaciones disponibles ─se excusó, apenada.

─ Es más que suficiente, muchas gracias ─asintió Yuuri y Viktor se dejó caer alegremente en un montón de paja, olvidándose de que debía ser un chico debilitado al borde de la inconsciencia. Por suerte su anfitriona no lo notó─. Soy Yuuri, y él es Viktor. ¿Cuál es tu nombre?

─ Ah... Katrina, pero pueden llamarme Kitty ─respondió, sonrojándose─. ¡Oh! Casi lo olvido, les traje esto ─le entregó una canasta a Yuuri con víveres: pan y un poco de sopa, además de unas vendas y un botecito de ungüento─. Fue lo único que pude sacar sin que mi madre lo notara.

─ ¡Descuida!─reiteró Yuuri, sintiendo que se estaba aprovechando de ella, en tanto que Viktor se acercó, atraído por el delicioso aroma de la comida─. ¿De verdad está bien? No quisiera que tu madre se enoje contigo por nuestra causa.

─Sí, no se preocupen. Mi madre es más amable de lo que parece. A veces es dura y crítica, pero... no es culpa suya ─suspiró, lamentándose─. Su carta la hizo así.

─ ¿Asumo que no está muy conforme con su destino?─intuyó Viktor, y Yuuri le propinó un poco discreto codazo.

─ No. Ella y mi padre se casaron muy jóvenes, cuando recién obtuvieron sus cartas y mucho antes de que recibieran El Llamado. Yo tenía poco más de un año cuando pasó. Para ella, su destino fue quedarse a trabajar aquí, para mi padre... fue enlistarse en el ejército. Él prometió que regresaría con nosotras, y así lo hizo. Sin embargo, no estaba solo.

Y trazó un símbolo en el aire con sus dedos que Yuuri reconoció al instante.

─Un lazo rojo.

─La carta de mi madre no tenía uno, la de mi padre sí ─prosiguió ella─. Él encontró a su otra mitad en una compañera del ejército. En cierta forma, aún amaba a mi madre, claro que no de que ella deseaba ─esbozó una triste sonrisa─. A pesar del tiempo transcurrido, no ha logrado superarlo.

Una ola de empatía invadió a Yuuri no sólo por Kitty, sino también por su madre, esa seca y fría mujer. Pudo visualizarla como una joven ilusionada y enamorada, esperando fielmente a su marido, extrañándolo, rezando para que pudieran estar juntos... tan sólo para que el destino se interpusiera. En cierta forma, era lo que le esperaba por su carta en blanco. A pesar del lazo rojo que sus padres eligieron con cariño en su diseño, la realidad era otra, siendo que Yuuri carecía una pareja destinada. Por supuesto que podría entablar alguna relación, pero si la otra persona poseía un alma gemela, tarde o temprano debería abandonarlo para estar con su verdadera otra mitad. Sin mencionar que Yuuri no se veía capaz de compartir su inusual situación con alguien más, y que desconocía los efectos que su carta en blanco pudiera tener en el destino de otros.

─¿Y tú?─preguntó Yuuri─, ¿cómo te sientes al respecto?

─No odio a mi padre, si es lo que quieres saber ─contestó Kitty─, mi madre le prohíbe que me contacte, pero de todas formas nos escribimos con regularidad ─confesó en un murmullo, como si temiera que su madre la escuchara─. Y su pareja tampoco es una mala persona, de hecho, estoy segura que se siente culpable. Por mi parte, sé que hay cosas imposibles de cambiar. Aún así, espero que todos nosotros, y en especial mi madre, podamos ser felices algún día.

Kitty dio por terminada la plática, deseándoles buenas noches y pidiéndoles una vez más que disculparan la actitud de su madre. Yuuri continuó reflexionando, luchando por dejar de lado el familiar sentimiento de que estaba destinado a no pertenecer a ningún sitio... ni a nadie. La idea le provocó una opresión en el pecho y un nudo en la garganta. Los ojos comenzaron a escocerle.

─ ¡Yuuri! ¡Tienes que probar esta sopa!

Se sobresaltó y casi se echó encima el plato que Viktor le colocó en frente.

─ Está deliciosa, ¿no lo crees?

─ Ah... pues, sí...─balbuceó, tras tomarse el tiempo suficiente para saborearla, percatándose de lo hambriento que estaba.

─ El ungüento también es muy eficaz, acabo de aplicarlo y los rasguños y las mordidas dejaron de dolerme ─agregó, tomando el botecito─. Si quieres, puedo tratar tus heridas cuando termines de comer.

─ ¡N─no hace falta!─exclamó, casi ahogándose con la sopa y manoteando para darle énfasis a sus palabras─, puedo hacerme cargo yo mismo, de verdad.

Viktor permaneció en silencio por unos instantes y después rompió a reír, sorprendiéndolo.

─Honestamente, me estabas preocupando. Durante todo el relato de la chica estuviste muy serio, casi pensé ibas a llorar y eso hubiera sido muy malo porque jamás sé qué hacer cuando alguien llora ─confesó, encogiéndose de hombros─. Así que decidí evitar que llegáramos a ese punto.

─ Espera... ¿Cómo te diste cuenta? ─lo increpó, un tanto perplejo.

─ Porque eres muy fácil de leer.

─ Pero si recién nos conocemos.

Viktor sonrió con suficiencia.

─ Creo que te lo dije. Soy instructor de esgrima, así que tengo que estar pendiente de mis alumnos, si alguno no rinde en el entrenamiento por su estado de ánimo o si otro está lastimado y trata de disimularlo. Y apliqué lo mismo con esa chica, Kitty. Desde que llegamos se mostró muy curiosa y hasta preocupada, así que supe que si queríamos hospedaje, tenía que convencerla a ella.

Yuuri lo contempló con los ojos y la boca bien abiertos, intentando comprender como ese chico distraído que le hablaba a las flores y a los pajaritos... y que encontró desnudo en un lago, de pronto se mostraba tan maduro y capaz. Sospechaba que había mucho más en Viktor de lo que se apreciaba a simple vista.

─ Y por cierto, quería preguntarte... ─le arrojó el ungüento, que Yuuri atrapó al vuelo─, ¿qué motivos te llevan a Petersburg?

─ Bueno, yo...─se evadió unos instantes, entreteniéndose en abrir el botecito y aplicarlo sobre sus heridas, experimentando un alivio inmediato─, es que, es una larga historia...

Y una que no estaba seguro de compartir, porque irremediablemente el tema se centraría en su carta, que si bien estaba disfrazada bajo la pintura de su madre, no quería arriesgarse. Viktor no pensaba igual.

─ Tenemos toda la noche ─hizo notar en tono alegre, acomodándose frente a él, apoyando los codos en la paja y el rostro en las manos. Yuuri tragó grueso.

─ ¿Conoces la Academia Hystoria?

─ ¡Claro! ¿Hay alguien que no?─lo interrumpió─ ¿Vas a trabajar ahí?

─ Algo así...─balbuceó demasiado nervioso y consciente de sus palabras─ Más bien... voy a estudiar ahí.

─ ¿Qué? ─Viktor se incorporó de pronto sin ocultar su asombro y Yuuri dudó si debía ofenderse─. ¿Eres un estudiante?─Yuuri asintió con timidez─. En verdad, te ves un poco mayor para comenzar a estudiar... pero no importa. ¡Esto definitivamente es obra del destino! ¿Cuál es tu especialidad? ¿En qué te destacas? ¿Quién te reclutó?

─ ¿Reclutarme?

─ ¡Sí, Sí! Es imposible entrar sin invitación y los reclutadores son los únicos que pueden entregarlas. Debes impresionarlos de alguna forma si acaso esperas recibir una.

La confianza de Yuuri se resquebrajó más, si acaso era posible. Volvió a pensar que no merecía ir a Hystoria, que era un bicho raro y que si lo aceptaron, fue por influencia de Minako.

─ ¿Podemos seguir hablando por la mañana?─pidió Yuuri, bostezando de forma exagerada─. Pasaron demasiadas cosas hoy y yo... estoy muy cansado. ¡Buenas noches!

Tras lo cual se recostó entre la paja, cerrando los ojos con fuerza y dándole la espalda a Viktor, quien por suerte no indagó más al respecto, aun si su curiosidad por Yuuri se vio magnificada notablemente.

***

A la medianoche, un coro de voces ansiosas y otros ruidos provenientes del exterior despertaron a Yuuri. Sin perder tiempo, se puso de pie de un salto, alertando a Viktor con sus movimientos tan bruscos.

─ ¿Qué sucede?─preguntó el de cabellos plateados entre bostezos.

─ Creo que hay problemas.

Y eso bastó para que Viktor se espabilara y ambos salieran del establo a toda prisa, percatándose aterrados del caos a su alrededor. Una fila de hombres y mujeres acarreaban baldes con agua, en un vano esfuerzo por apagar la posada en llamas. Más retirados, se encontraban algunos espectadores y otras personas que decidieron ser más útiles y atendían a los heridos, los que afortunadamente no eran muchos ni poseían daños severos.

Un hombre les hizo el favor de ponerlos al tanto: todo fue a raíz de una ráfaga de viento que al filtrarse por la ventana de una de las habitaciones, derrumbó una lámpara de aceite. Quienes se alojaban ahí reaccionaron oportunamente y escaparon, alertando a los demás en el proceso. Gracias al viento y al combustible de la lámpara, el fuego se propagó con rapidez y pronto todo el sitio fue envuelto en un mar de llamas.

─ ¿Entonces no queda nadie dentro? ─preguntó Viktor y antes que nadie pudiera responderles, un alarido de terror los puso bajo aviso.

Yuuri divisó a un grupo de hombres conteniendo a una mujer, a la madre de Kitty, quien gritaba y forcejeaba para abrirse paso, llamando insistentemente a su hija, brindándole la información necesaria para atar los cabos sueltos y llegar a una terrible conclusión.

─ ¡Kitty!

El grito de dolor de la mujer le hizo reaccionar y corrió hacia ella.

─ ¿Dónde está su hija? ¿Dónde está Kitty?

─ ¡Todavía adentro!─explicó, sollozando─. Nuestro cuarto está en la planta baja, pero estaba muy enojada con ella por llevarme la contraria y yo... yo... ¡La encerré en el ático!

Instintivamente, Yuuri elevó la vista al punto más alto de la posada. La ventana estaba cerrada, por lo que el aire no podía fluir al interior, haciendo probable que la chica se asfixiara con el humo, además que el fuego debía bloquear su vía de escape. Decidido, tomó un balde de agua y se lo echó encima sin dudar.

─ ¿Qué piensas hacer?─lo increpó Viktor, sujetándolo por la muñeca─. ¡No puedes! Es demasiado peligroso, déjame que yo...

─ ¡No hay tiempo!─lo interrumpió, zafándose con brusquedad y arrojándole sus lentes, echando a correr a la posada sin atender a los llamados del otro, con una sola idea fija en su mente.

Al no estar familiarizado con el interior del lugar y debido al humo, Yuuri avanzó vacilante pero sin miedo, sin dejarse intimidar por el fuego, la lluvia de brazas, o la madera encendida que crujía amenazando con derrumbarse en cualquier segundo. Yuuri tosió y optó por subirse la camisa para taparse la nariz y la boca, mientras subía corriendo por las escaleras, estando a punto de tropezar un par de veces en medio de su carrera.

Por primera vez, Yuuri se sentía feliz de tener una carta en blanco, ya que si por ejemplo le hubiera tocado una carta rota, tal vez lo habría pensando dos veces para entrar, temeroso de que su destino trágico tuviera que ver con el fuego. Ahora, por el lado amable, al no tener un destino, aquello podía significar que no necesariamente moriría en el incendio y que tendría éxito en su misión.

La garganta y los pulmones comenzaban a arderle cuando al fin llegó al ático, abriendo la puerta con un par de patadas. El humo le dificultaba ver y a duras penas pudo distinguir a la chica inconsciente en el suelo.

─¡Kitty!─le gritó, a pesar de que ella no podía responderle y se apresuró a tomarla entre sus brazos, suspirando aliviado al verificar que seguía respirando y no tenía quemaduras muy severas.

Como pudo maniobró para sostenerla e intentar abrir la ventana, considerando que aunque insegura, es una salida rápida. Sin embargo, se vio obligado a abandonar esa idea cuando una viga del techo crujió y una madera cayó, consiguiendo evitarla por unos pocos centímetros.

"Tendremos que hacer el camino largo" se planteó sin mucho entusiasmo.

Ya para ese punto, comprendía que salir iba a ser muy difícil si no imposible. Yuuri jadeó pesadamente y sintió un intenso mareo, lo que supuso era la respuesta de su cuerpo ante la falta de aire. Peor, ya le resultaba extremadamente complicado ver por donde pisaba, y una madera en llamas le roza una pierna, arrancándole un grito de dolor al que siguió un violento ataque de tos. Incapaz de continuar, al límite de sus fuerzas, cayó de rodillas.

"Está bien, pude no haber tenido un destino, pero... morir tratando de salvar a alguien más... es una muerte digna..."

A su mente vinieron imágenes de su familia, de Minako, Yuuko... y de pronto recuerdó que dejó olvidado el amuleto de su amiga junto con el resto de sus cosas en el establo. Se arrepientió de no llevarlo consigo.

Otro de los soportes del techo se consumió por las llamas y parte de éste se precipitó sobre ellos. Yuuri cubrió a la chica con su cuerpo y cerró los ojos, resignado...

─ ¡Yuuri!

Nada pasó.

Lo que lo devuelvió a la realidad y le hizo abrir los ojos, no fue la voz de Viktor, sino el frío. Incluso consideró que su cuerpo, demasiado maltrecho y alterado, se haya equivocado en su percepción, confundiendo el calor con el frío.

─ ¡Yuuri!─insistió Viktor, visiblemente aliviado en cuanto Yuuri reaccionó─. Sigues vivo, me alegro.

Yuuri inhaló abruptamente, reponiendo el aire perdido, más alerta de sus alrededores. El fuego persistía, pero ya no respiraba humo ni sentía el calor abrazador. Retrocedió y chocó contra algo firme y helado.

─Viktor... Pero qué...

El aludido le dedicó una enigmática sonrisa. Viktor tenía las manos extendidas con las palmas apuntando al frente y Yuuri divisó que de ellas manaba una especie de luz azul, la cual los había envuelto por completo, formando un perfecto capullo de hielo.

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NOTAS FINALES:

Confesión: iba a dejar la parte del incendio para el próximo capítulo, pero como me preocupaba estarme yendo lento con la historia, pues ¡sorpresa! ¿Creo que puede considerarse como un cliffhanger? Sobre todo si aviso que la próxima actualización será hasta la segunda semana de marzo, el motivo porque tengo un pendientillo en la escuela que requiere mi atención, también por eso decidí hacer el capítulo más largo de lo planeado. ¿No les molesta, verdad?

Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!!

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