⚜️4⚜️"Pillados"

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La resaca de una desenfrenada noche, suele dejarlo a uno preso de un incontenible dolor de cabeza acompañado de alguna que otra náusea mañanera, si es que mañanera puede clasificarse a despertarse pasado el medio día y arropado tal cual estabas la anterior noche y con un condenado recuerdo de un posible monstruo come hombres agazapando cada uno de sus puntos incorrectos.

Incorrectos por lo que el burbujeante remanente de pensamiento le genera. Y traumado, en gran parte, al percibir su hombría dura como la más firme madera resistente a las distintas fuerzas de la naturaleza tras el intento fallido de abrir lentamente sus lagañosos ocelos.

Así que retorciéndose en la cama al darle vuelta la cabeza por cada rincón de su desfragmentada mente y sintiendo el desagradable escozor de su sedienta garganta, se ubica boca abajo antes de que el repentino vómito lo ataña. Dejando escapar un sentido gemido ante el roce de las cobijas sobre su sensible dureza.

No acostumbrado a la posición en que se encuentra y sin pensarlo siquiera, comienza con un pequeño vaivén de sus caderas, aferrándose con sus manos a las diferentes tramas de la tela.

Descubriéndose en el íntimo acto de auto provocarse placer sin ayuda de sus manos, solo con el firme roce de la caliente cobija sobre las telas que recubren su prominente hombría.

Extraña postura pero no menos excitante para una manual de desahogo por frustradas experiencias devenidas anteriormente.

Percibe de repente, el incrementado elevar de su temperatura corporal hasta el punto de sofocar su garganta a causa de la ceñidura de su camisa. Y en consecuencia, aumenta la velocidad de su pecaminoso roce corporal sintiéndose estallar en diferentes destellos de luces aún con sus orbes privadas de visión hacia el entorno que lo rodea. Ahogando en la almohada un prolongado gemido que bien podría malinterpretarse si lo escuchan desde afuera.

Así y de esta manera, despierta el joven rubio cuando los sonidos propios del lavado de los utensilios de cocina de la residencia de al lado, hicieron lo suyo sobre la pequeña ventana que da sobre el cabecero de su lecho.

Avergonzado, en parte, por haberse masturbado en una posición comprometida ante la vista de cualquiera. Pero más avergonzado todavía, porque no puede dejar de hacerle caso a la bendita voz de su conciencia, que dicta de una obscuridad absoluta y él, siendo presa de unas grandes manos frías.

Lentamente se incorpora sobre su espalda y observa entre dormido por su pequeña ventana emitiendo suspiros mientras medita: "Un día nublado más de tantos..."

Ahogando gemidos mientras abre paulatino sus ojos, agarrando sus cortos cabellos y tratando de sacarse la imagen que se le rememora como flashes, de aquello "aparentemente" imposible visto ante la obscuridad de la noche.

¿Será alguna especie de demonio, aquel ser sediento de su todo? ¿Y por qué debe hacerse cargo enseguida de ser él, el promotor de los más bajos instintos de esa inaudita bestia?

Sacudiendo su cabeza para aclarar sus ideas, se eleva veloz. Refrescando tanto su cuerpo como su mente... Nada mejor que un baño helado para predisponer el cuerpo hacia la nueva entrevista laboral y adormecer erróneas ideas que se le ocurren a su trastocada cabeza.

Porque el rubio debería estar velando por aclarar lo sucedido con su bella prometida, en vez de perder el tiempo en pensamientos completamente innecesarios y sin fundamento alguno.

Por otro lado, en la mansión de los pálidos hermanos, el mayor de ellos se inmiscuye entre lienzos y afines con tal de hacerle ver a Henry que también hay vida afuera de las cuatro paredes que rodean a su colorido estudio... Estudio que contrasta completamente con sus lúgubres formas de vida.

Y al interiorizarse más en el sagrado recinto de aquél con el cual compartió aventuras como si fueran familia sanguínea, se percata de que las nuevas pinturas osan de un trazo demasiado realista en cuanto a escenas de desnudez se refiere.

Difuminados cuerpos envueltos en situaciones bastantes comprometidas donde no se distingue género alguno. De repente, se situa algo incómodo con algún que otro trazo que denota exceso de puro erotismo para la percepción del sentido de la vista.

—¿Disfrutando de las vistas Jhon? —comenta una característica voz a sus espaldas que reconocería en cualquier lado —¿Nunca te había visto tan interesado en mi arte, como hace unos instantes?

Comenta el esbelto no muerto del medio, llevando encima unas finas telas transparentes que apenas recubren la blanquecina piel de su cuerpo. Y de lo cual, el mayor no se percata, al estar observando de frente y detenidamente, un específico lienzo por sobre el resto.

—Agradable visión, ¿no crees? — comenta el artista posando su cincelada mandíbula sobre el hombro del mayor y envolviendo sus delicados brazos al contorno de su agraciada cintura.

—Es una interesante pintura Henry Retratando... ¿una parte íntima? Es que no logro distinguir del todo tus formas de plasmar los óleos en tela —comenta el mayor del los vampiros, tensando cada fibra de su cuerpo al darse de la cercanía de sus fríos somas.

—Esa es la idea del arte que plasmo, querido medio hermano —. Susurra sobre el lóbulo de la oreja del mayor, provocando escalofríos en el mismo —Hacer volar tu imaginación sin prejuicio alguno y sin necesidad de limitación... Puede ser lo que tus retinas dispongan de ver o lo que tu risueña mente quiera recrear en tu memoria —. Finaliza el del medio exhalando su gélido aliento sobre el cuello del mayor.

La bizarra situación que se repite a lo largo de los últimos años entre el par de hermanos por elección, y a la cual el mayor trata de escapar de la mejor manera posible, viene siendo prácticamente imposible.

Sobre todo para un hermano de sangre (ante los ojos del resto) que cada vez que su mente se pierde divagando en algún lado durante sus libres momentos, se encuentra deseando sucumbir entre las piernas de aquel otro al cual dice llamar "hermano".

—Recordé que debo hacer algo en la oficina —. Comenta ligero el mayor con acelerada respiración. —Deberías salir de estas cuatro paredes y aprovechar el nublado día —. Finaliza.

Y sobre que hace el amague de dirigirse hacia otro lado, el del medio apresa su muñeca con firmeza. Acercándose apaciguado hasta depositar un efímero roce de sus labios sobre los trémulos cachetes de su mayor, que queda automáticamente hipnotizado no solo con la acción, sino con la sensual imagen de las escasas prendas que recubren su esbelto cuerpo.

Cómo si el mundo se detuviera en ese preciso momento, el que llevó y lleva las riendas de la familia manteniendo el orden por extensas anualidades, se ve preso de su codicia.

Preso de la incorrecta manera en que quiere grabar su nivea piel bajo la yema de sus dedos.

Dejándose llevar por prima vez en su longeva vida y manejado, únicamente, por las ansias de tocar la piel que asoma entre esas finas telas.

—¿Se puede saber, qué demonios están haciendo ustedes? —comenta un inoportuno y pálido azabache, cruzado de brazos en la entrada del santuario del no muerto del medio.

Encontrándose sin pensarlo, a quién considera su hermano en una situación nada correcta... Más bien, todo lo contrario.

De inmediato, el par se separa como si el contacto fuera lava. Pero no pasa nada desapercibida para el vampiro menor, la ardiente mirada que el artista le dedica a su mayor.

Y así, es que Jhon se retira veloz diciéndole a su menor que lo espera cuánto antes en su oficina, que deben organizar unos asuntos y demás.

Escapándose rápido y sin mirar hacia atrás.

Pero cuando la presencia del que todo lo ordena se desaparece del radar, William se acerca hasta el que considera su hermano artista y le suelta: -¡Joder! ¿Es en serio que se comen ustedes dos?

—¿Y a vos enano, qué te importa? Pero para tu información, solo estábamos debatiendo sobre un pequeño asunto familiar —. Suelta el no muerto del medio mientras se recompone de sus acrecentadas emociones.

—Primero: te recuerdo que no soy enano solo por ser el menor de la mansión, porque soy unos cuantos centímetros más alto y ancho que tú, querido "hermanito". Y segundo: ¿Un pequeño asunto familiar algo incestuoso?

—¡Sal mocoso de mi vista si no quieres que te arroje a la venidera luz del sol! —suelta a los gritos el vampiro del medio a medida que le arroja unos pinceles al menor, mientras éste sale disparado y esquivando los elementos. Y completamente decidido a molestar a su otro mayor.

Entre jugarretas, la hambruna lo reclama de repente. Así que decide pasar por el ala de la cocina antes de proceder con su plan para degustar una bolsa del horrendo plasma que suelen acopiar sus hermanos para propio consumo.

No se quiere ni imaginar la dudosa procedencia de la linfa artificial esa, pero antes que nada, es lo mejor para saciar.

Y a medida que sorbe asqueado del pastoso líquido carmín, sus sentidos se agudizan ante un acreditado aroma que lo paraliza...



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