⚜️7⚜️"Duelo"

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Bien entrado en la tarde noche y desesperado por saciar su libido, luego de quedar enloquecido con el aroma y la piel del exquisito rubio, el vampiro menor se dirige hacia las calles de aquel pueblo que rige bajo sus propias normas. Sin importar el comisionado o lo que pueda decir su mayor e influyente hermano.

Demasiado tuvo que aguantarlo sobre que iba de salida, teniendo la mala suerte de casi chocar con él. Escuchándolo vociferar desde sus pálidos labios, reclamos varios una y otra vez. Diciéndole que se comporte, que en la casa hay reglas que se deben cumplir, que se le olvidó que debía pasar por su oficina en vez de pasarse toda la tarde encerrado y que de verdad, esta vez lo necesitaba. Para rematar diciéndole que deje de comportarse como todo un niñato malcriado.

Así que huyendo, como bien sabe hacerlo durante los últimos tiempos, le gritaba que de niñato... no tiene nada.

Veloz se pierde entre las brumas propias de las zonas bajas, aferrado a su grueso abrigo ya que el infame clima va haciendo de las suyas bien entrada las penumbras.

Alejándose de su morada, con la sola idea fija de perderse presto dentro de algún que otro cuerpo. Necesita sentir que larga parte de lo que quema por dentro, aunque la sola idea de que sea otro humano u otra humana que no sea ese esbelto joven rubio; no le agrada para nada.

Pero lamentablemente y para su maldita mala suerte, cuando se trata de aquel infame con novia que promete desquiciarlo partiendo desde su aroma, no encuentra la manera de reclamarlo como la bestia que puede ser si se deja. Y en vez de eso, actúa como un cordero mal arriado.

Así que muy por el contrario y por primera vez en demasiados años, maldice tener la impresión de no poder corromper su ser sin importarle una mierda... ¿Acaso el señor de las sombras, dueño de las calles de la zozobra y la escasa cordura, puede sentir alguna clase de apego?

Remueve su cabeza así como sus renuentes pensamientos. Demasiado imposible le parece no querer sorber hasta dejarlo malditamente seco para creer que podría sentir alguna clase de afecto, más que la exacerbada necesidad de poseerlo.

Unos ruidos de copas estrechadas con algarabía más adelante, dirigen su atención en concreto.

Un par de risas más un timbre de voz ya conocida por sus más ínfimos rememores. Provocan que se deje llevar por aquel suave sonido que escapa desde esa garganta que clama, sin tener conocimiento certero, querer recibir su mordida.

Alejando así, todo pensamiento de ambicionar un tercero para suplantar su penuria.

Incrementado en cada uno de sus sentidos, se deja llevar arrastrado por aquel sonido como una potente droga para sus oídos. Pero se frena en seco al observar por aquella ventana, al dueño de sus recurrentes locuras, sonreir abrazado y a los besos con aquella fémina que fue su primer mira.

Dolido como su pudiera serlo, maldice al verlo feliz y sonriendo al lado de aquella muchacha.

Él debería ser quién provoque que esa pecaminosa boca emita sonidos. Y le calcula, que para nada serían risueños según sus más obscuros pensamientos. Así mismo, no puede evitar sentir la envidia recorrer por cada frío nervio de su cuerpo. Y sobrepasado en sensaciones que nada tienen que ver con el libido, se mete de lleno en aquel recinto gastronómico de alta clase social repleto de hipócritas caballeros de la más fina sociedad.

—Señor... ¿Tiene reserva? —le cuestiona un frágil y pequeño ser al ingreso, al cual el menor de los no muertos observa directo y con su mejor cara de pocos amigos.

—¿Acaso necesito reserva para beber en la barra de su más sofisticado vino?— acusa William al tembloroso tipo, al cual se le traban las palabras sobre que percibe el renegrido mantón que exhala el vampiro como aura.

Y por supuesto que solo son palabras tiradas al viento, porque beber como quien dice beber, es una simple metáfora para el ensombrecido.

—Por supuesto que no señor, si me permite su abrigo se lo resguardo con gusto —. Anuncia el recibidor con entrecortada voz y algo tímido.

—Así estoy bien, no necesito sacarme nada, con su permiso —finaliza abriéndose paso hacia la majestuosa barra de nogal bajo la atenta mirada de la novia del joven rubio.

Acción que no pasa para nada desapercibida por el inquieto aparecido que procede a sentarse en la parte más lejana de la barra desprovista de espejos frente a sus narices. Y solicitando al personal que se arrima de inmediato, de que le sirva una copa de su mejor vino. No puede estar sin pedir nada, así que ya verá como se las apaña para aparentar consumir de esa negruzca bebida.

Pero al cabo de unos minutos, que parecen eternos para aquel que espera por siglos que suceda algo más que no sea lo mismo, percibe una enojada y conocida presencia a su lado. Y cerrando sus ojos, se deja inundar por los olores que traen aparejados anhelos de buenos momentos no vividos o de situaciones que podrían transportarlo en otro plano.

—Señor, le voy a pedir amablemente, que por favor se retire —. Cuestiona esa voz que hace fluir sus más obscenos pensamientos cual narcótico en vena. Y que sumado a el intenso aroma que desprende su sangre dulzona, lo traen malditamente poseso.

Entonces, abre raudo sus ocelos sintiendo como las iris de sus ojos abarcan su cavidad por completo. Y emitiendo una gutural sonrisa con una profunda voz que nace sin darse cuenta, se gira paulatino para enfrentar cara a cara y por primera vez, a aquel que juega con su efímera cordura.

—¿Y se puede saber el por qué tendría que retirarme, caballero? —emite mirando directo a sus ojos y sintiendo como cada palabra que sale de su boca se pierde en el retumbe de su propio eco, cuando él mismo se pierde en esos estremecidos ocelos que lo observan complejo y sin perder detalle de cada fracción de su agraciado rostro.

El joven rubio frente a sus ojos, percibe como flaquean y ceden sus piernas ante semejante e imponente oscurecida mirada. Y una inminente sensación de conocer al dueño del promotor de lo que advierte, lo atrapa.

Pero rascando en los confines de su mente distorsionada por cosas que siente y que no debería sentir para nada, no logra atar los cabos de su confuso parecer dejándolo expuesto en dudas y cuestionamientos frente al atento acecho del resto.

—S-solo... V-váyase ¿Quiere?

Más que pedido, es una súplica del joven abatido que baja su rostro frente a lo imponente del otro.

—¡Míreme! Y dígame el por qué, debería retirarme.

El pálido morocho, nota como la frecuencia cardíaca del exquisito y endeble rubio se dispara como caballo al galope. Y logra darse cuenta de lo que significa para él, que las humanas marionetas a sus espaldas logren ver cómo éste se desenvuelve.

Entonces, un sonido de reproche se escapa desde las fauces del no muerto. Al no gustarle ni mierda que el rubio sea tan débil ante la vista del resto de sus pares y de su supuesta prometida... Prometida que, aparentemente, solo tiene ojos para mirarlo indecente al sombrío.

—Debería actuar como a usted se le dé la reverenda gana, y no buscar la aprobación del resto de la manada de imbéciles que lo acompañan —. Le suelta bajo un gruñido recriminatorio y sin ni siquiera observarlo —Y si le atraigo a su enamorada, ¿puede usted culparla por no poder resistirse? O bien, permitirme que le saque las malditas ganas.








A la mier😏

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