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¿De qué país me leen? :D

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Hoy presentamos: El gallinero de Kim


Nos estacionamos afuera del colegio de Kass y la esperamos mientras tarareábamos Don't Stop Believing de Journey.

—Con esta canción conquisté a tu madre —dijo papá—. Se veía tan linda esa noche que la invité a bailar... —suspiró—. No sé cómo se fijó en mí, yo creo que fueron mis pasos de baile. Los ensayé como por una semana, créeme. Todo para conquistar a mi Luna.

—O tal vez la hiciste reír. Un chico divertido enamora bastante.

Papá me miró con un rostro picarón.

—Uuuy... Y quién es tu chico divertido, ¿eh? —me pellizcó una costilla. Me dio risa y desesperación al mismo tiempo—. Uuh... A Kim le gustan los graciositoooos.

—¡Papá! —Ya quería golpearle—. ¡Papá! No, no, que me desespero... Hey... Hey, es que... Papá, yo... ¡BASTA DE COSQUILLAS O GRITO!

Papá dio un respingo.

—Qué delicada, oiga.

—Mira, ahí viene Kass. —Apunté con la barbilla—. Prepárate porque de seguro viene de mal humor.

Kass iba cuchicheando con sus amigas cuando nos vio. Titubeó un poco antes de despedirse de ellas para cruzar la calle con la mirada baja, casi escondida. Papá estaba feliz de verla, pero ella... estaba un poco molesta.

—¡¿Qué hacen aquí?! —reclamó desde afuera—. ¡Les dije que me iría en taxi!

—Pero para qué vas a pagar un taxi, mi amor... —le contestó papá—. Pasé a buscar a tu hermana para que nos fuéramos los tres juntos...

—Solo sube a la camioneta, Kass —ordené—. Ahora.

Ella miró hacia atrás. Al darse cuenta de que sus amigas conversaban entre sí, bufó y se subió a mi lado de mala gana.

—Uhm... ¿Les apetece ir por un helado? —preguntó mi padre haciendo los cambios para partir—. ¿Se acuerdan cuando eran pequeñitas y siempre se pedían una copa gigante? ¿Qué dicen?

—Bueno, pues yo voto que vayamos por un helado. Me pido uno de fresa —dije—. ¿Y tú, Kass?

Kass lo sopesó unos segundos hasta que esbozó una sonrisita y se decidió por uno de dulce de leche. Hicimos una pequeña celebración y crucé mi brazo con el de ella hasta que llegamos a la heladería. 

La cosa es que el tiempo pasó rápido. Nuestra tarde consistió en ganar premios en los centros de entretención; fuimos a dar un paseo por la laguna y terminamos comiendo patatas fritas en una gasolinera. Ni siquiera descansamos cuando llegamos al campo. Le dimos alimentos a las gallinas, cargamos el forraje para los caballos y atendimos el parto de una vaca. Cuando al fin nos lanzamos los tres al sofá de manera exhausta, prendimos la televisión y... Estaba yo.

¿¿QUÉÉÉ??

"Y en la noche del jueves diversas estrellas del rock se hospedaron en el hotel más lujoso de la zona a la víspera de sus conciertos en la ciudad. Logramos entrevistar a uno de los hijos del futuro candidato presidencial y heredero del hotel, quién fue visto con una misteriosa chica a su lado. Su identidad no se sabe aún, pero hay rumores de una posible relación sentimental".

Los tres quedamos con la boca abierta.

—Espera... ¡¿ESTÁS SALIENDO CON UN MILLONARIO?! —exclamó Kass.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! ¡Es mi jefe!

Saqué el celular de mi bolsillo trasero para contestarle a mi prima Andrea que estaba escribiéndome como una loca.

Andrea☮️ : Vale, esto de mentir en el currículum llegó demasiado lejos. Cuidado, no vayas a tener mini jefecitos JAJAJAJAJ

Kim 🐐: ¡Oye, no te rías! ¡Es verdad que solo trabajábamos!

Andrea☮️: Trabajar se llama ahora JAJAJAJ

Desatendí el teléfono para continuar mirando la escena en la pantalla. Estaba rodeada de varios micrófonos, luces y flashes mientras intentaba avanzar. Las fotos que mostraban de mí eran horribles. Salía con los ojos cerrados; también haciendo muecas ¡y hasta me habían sacado una a punto de estornudar!

Pero al menos pónganle el fotoshop ese.

—Le... le iré a escribir a mi jefe. —Me puse de pie y comencé a subir las escaleras mirando el celular—. Iré a aclarar este... malentendido.

Me acomodé el alfeizar de mi ventana. Tenía los pies colgando cuando le pregunté por mensaje si podía llamarlo. Pasaron solo unos segundos cuando vio el mensaje y me llamó de inmediato.

—Hola —dijo—. Déjame adivinar: extrañas a tu jefe, lo entiendo, es normal.

Presumido.

—Normal sería pedir licencia.

—No me digas que por estrés porque bien que dormías plácidamente en mi hombro ayer, ¿eh?

Oh, sí, eso. En mi defensa olía muy bien.

—Me quedé dormida en su hombro porque me hace trabajar hasta tarde. Soy un ser humano, ¿lo sabía?

—Lamento mucho explotarla, señorita Harrison —dijo sarcásticamente—. No ha sido mi intención estresarla.

—Perdonado, señor Meyer. Yo solo le quería informar que... pues que salimos en televisión.

—Uhm... ¿De verdad? No veo la televisión... ¿Qué dijeron?

Las mejillas me ardieron de la vergüenza.

—Que... Usted y yo... Bueno... Que usted y yo estábamos saliendo.

—¿En serio? —sentí una risita rasposa y juguetona desde el teléfono—. Digo, qué mal...

—¡Muy mal! ¡Con esto siento que se armará un conflicto muy grande en el trabajo y en mi vida también! Mis tías no dejan de llamarme porque a esas viejas sí que les gusta el chismorreo, imagínese.

—Tienes razón, hablarán todo el día de que tú y yo...

—Sí, sí... De que usted y yo... Ya sabe. Cosas que se inventa la prensa.

—Sí, siempre tan mentirosa, ¿no?

—Ajá.

Y silencio...

—Bueno, igual nos vemos bien juntos —añadió. 

—Jefe... Seriedad, por favor.

Él volvió a reír.

—No estamos en el trabajo que yo sepa.

Sentí que estaba con una sonrisa astuta detrás del teléfono mientras yo moría de nervios. Odiaba cuando hacía eso, porque su sonrisa era demasiado atractiva y me distraía.

—No, no lo estamos. —Me quedé unos instantes en silencio, mirando la noche, sintiendo lo rápido que me latía el corazón—. Por eso lo llamaba, me preocupa que esto nos afecte en el trabajo. Usted sabe que todo el mundo ahí es conflictivo. 

—Está bien..., Mandaré uno que otro cheque a la televisión para que dejen de hablar del tema y así estés más tranquila. ¿Bien?

—Bien, muchas gracias, jefe. Y dígale que borren mis fotos que salgo mal en todas. 

—¿Mal? Lo dudo. 

—Nico... 

—Solo descansa este fin de semana, yo me encargo. Por mi parte veré un par de pelis esta noche.

—¡Es genial! ¿Ya tiene alguna en mente?

—Creo que una de viajes en el tiempo me vendría bien.

—Me parece. Yo tengo que descansar porque mañana tengo que arreglar el gallinero.

—Oh, ¿o sea que no descansarás?

—Nop. Mi papá está un poco mal de la espalda y le ayudaré —Miré mis pies—. Así que supongo que será un día de mucho trabajo.

—Qué mal... Bueno, mañana te iré a ayudar.

Chasqué la lengua por su chiste. Buena broma.

—Bueno, lo espero con un café y un pancito —dije también bromeando.

—Te lo agradezco. ¿A qué hora voy?

—Bien temprano, acá nos levantamos cuando suena el gallo.

—Vale, chica granjera, te veo mañana entonces.

Seguía haciéndole caras al teléfono como si fuera una conversación graciosamente absurda. Digo, sí necesitaba ayuda, pero es que no me lo imaginaba cortando madera o picando leña si con suerte iba a trabajar.

—Claro, de seguro. Mañana.

—¿Qué te ríes? Espera que mañana te haré un gallinero de lujo.

—Sí, en Los Sims.

Volvió a reír.

—Como siempre, agradezco tu honestidad.

Esbocé una sonrisa franca y me quedé unos segundos observando las estrellas. 

—Buenas noches, Nico.

—Buenas noches, Kim, duerme bien.

—Lo mismo para usted.

Cuando colgué, me quedé reflexionando unos instantes. Los últimos días habían sido una locura difícil de procesar. Mi vida siempre fue dedicarme al campo y también preocuparme de mis estudios. Ahora había salido en la televisión, tenía un trabajo de locos y un jefe que... Bueno, que me agradaba.

Lo peor era que me costaba pensar en un chico después de lo que me hizo Daniel, mi exnovio. Resulta que a los dieciséis estaba en una época difícil y me fijé en cualquier patán. Salimos durante semanas y confieso que me enganché bastante a él sin saber que era una porquería. A veces me sentía humillada al recordar que le contó a todo el mundo que nos habíamos acostado. Cada vez que pasaba por el lado de sus amigos ellos me miraban y reían. Me sentí tan libre cuando al fin salí de la secundaria porque no tenía intenciones de volver a saber de mis compañeros de clase. 

Todo se me mezcló con una facilidad abrumadora. La falta que me hacía mamá, el alcohol, la tristeza, el querer hacer cosas que no quería solo para evadir mi dolor...

Pasé por una época muy oscura, pero papá tenía razón: tarde o temprano los días ya no te parecen tan nublados.

Tras rascarme el brazo más de lo habitual, me puse mi pijama rosa con pequeñas figuras de Marge Simpson; me miré al espejo para ponerme una crema que olía a menta y me acosté. Miré durante unos segundos el cuadro de mi velador donde salía mamá pintando un lienzo y luego simplemente sentí la necesidad de darme vuelta y cerrar los ojos.

Pero los perros comenzaron a ladrar.

Hice una pataleta, corrí las sábanas y bajé hacia la puerta de entrada. Cuando los perros me vieron, abrieron los ojos como platos y se fueron corriendo y ladrando a la vez. 

Ya, aquí jugamos al corre que te pillo.

🍂🍂🍂

Ronquidos...

—Kim, despierta...

Más ronquidos.

La cama comenzó a sacudirse. Creí que era un pequeño temblor, así que seguí durmiendo.

—Déjenme dormir...

—¡KIM, REACCIONA YA!

La cama se sacudió más fuerte y ahora sí entré en pánico.

—¡Temblor! ¡Sujeta la tele!

—¡Que no es temblor, bruta! —Kass estaba parada frente a mí con su enterito de oso panda—. ¡Tienes que ir a ver lo que está pasando abajo!

Pestañeé, intentando reaccionar.

—¿Qué pasa, Kass? Espera, no me digas que llegó visita porque me arranco.

—¡No es eso! ¡Es que... tu novio está abajo conversando con papá!

Pestañeé nuevamente.

—¿Eh? Kass, yo no tengo novio...

—Hace algunas horas llegó un muchacho a ayudar a papá con el gallinero. Han estado bebiendo cerveza y cortando madera todo este rato...

Pestañeé por tercera vez.

—¿Nico está acá?

Miré el reloj. 09:14.

Kass se puso de rodillas y me suplicó:

—Kim, como tu hermana te tengo que decir que por favor te cases con él. ¡Está guapísimo y es millonario!

No presté ni una pisca de atención los comentarios de Kass, solo me limité a correr las sábanas, me puse mis lentes de descanso y abrí las cortinas de mi ventana para verificar si era cierto.

—¡Te lo dije! —exclamó Kass.

Lo primero que vi fue que papá, desde arriba de la camioneta, le pasó un saco de semillas a Nico para que la cargara en su hombro. Nico se dirigió con esta misma al establo, acompañado con dos chivitos que saltaban tras él.

Nop, definitivamente no me lo podía creer.

Nicolás Meyer

—Sé que te parece rara mi presencia aquí, pero soy amigo de Kim. 

El burro me miraba con sospecha.

—¡Pregúntale a su papá! 

El animal finalmente negó con la cabeza y se fue del establo. 

Qué cosa tan loca. Solo negué con la cabeza y vertí las semillas en el heno. Los caballos comenzaron a comer al fin y eso me alegró porque era la primera cosa que hacía bien. 

Madrugué para ir a ayudarle a Kim. Por suerte su padre resultó ser muy simpático. Nos tomamos una cerveza y hablamos de deportes. Luego la dificultad aumentó y comencé a cortar leña. No sabía hacerlo, pero fingí que sí. ¿Spoiler? Casi le doy un hachazo en el pie al pobre hombre. 

Menos mal Rai ni siquiera se enojó; de hecho, se echó a reír y luego me enseñó cómo se hacía. También me enseñó a clavar sin quebrar la madera para el gallinero. Lamentablemente, me pegué en el dedo índice con el martillo. Y pese a que estaba rojo del dolor, no grité para hacerme el valiente.

Si mi abuela se enteraba de las locuras que andaba haciendo probablemente se hubiera orinado de la risa y luego comenzaría a escribirlo. 

Enrollé el saco vacío mientras observaba las paredes del establo. A un lado de todo el montón de paja había algunas fotos pegadas a la pared. Me asomé y miré una al azar: ahí vi a una pequeña niña pelirroja junto a su madre arriba de un caballo. 

Sonreí cuando supe que era Kim.

La otra foto era Kim abrazando a una niña pequeña de cabello negro. Supuse que era la hermana. Ambas sonreían genuinamente.

Y la última era del padre de Kim con la misma mujer pelirroja que vi en la foto anterior. Él la cargaba en sus hombros fuera del establo y atrás corrían Kim y Kass, felices. 

—Nicolás. —Sentí una voz enfadada detrás de mí.

Rápidamente me giré. Era Kim de manos en las caderas. Lo admito, se veía graciosa enojada. Vestía una jardinera de jeans y una blusa a cuadros de color rojo con blanco. Traía unas botas de agua color café y se había hecho dos trenzas.

Hola, Kim agropecuaria. 

—Dijiste que madrugarías. —Torcí la sonrisa—. Ya sabes, cuando canta el gallo.

—¡Nunca pensé que vendrías!

—Kim, me preocupo por tu gallinero, ¿vale?

—¿De verdad te levantaste temprano para venir a ayudarme? ¿Por... Por qué?

Ojalá hubiera tenido respuestas porque no lo sabía del todo. Era tan distinta a mí que cada cosa que hacía me parecía genial. Me llamaba muchísimo la atención su forma de ser, eso estaba claro.

—No lo sé. Tú me ayudas en la oficina y yo te ayudo con tus animales. Créeme, es un placer ayudarte.

Parecía algo desconcertada, pero conforme. 

—Bueno, en ese caso, gracias, Nico.

—No hay de que, pelirroja. 

Nos sonreímos el uno al otro. 

Luego de unos instantes, desvié mi vista para apuntar con el mentón hacia las fotos de la pared. 

—¿Este es el caballo de las fotos? 

—Sí, y aún le queda mucha vida. —Ella lo acarició—. Se llama Joseph.

—¿Es el segundo nombre de Michael? Eres muy fan, ¿eh? 

—Ajá. Papá reproducía sus videos cuando éramos pequeñas.

—Cada vez me gusta más esta familia.

A Kim se le escapó una hermosa sonrisa que analicé. Siempre me llamó la atención ese detalle, el que era espontánea, graciosa y muy fuerte, pero también tenía una mirada triste, cansada, era de esa clase de tristeza que, cuando te ríes mucho, al final terminas llorando de dolor.

—¿Y qué pasó? ¿Ya se cansó mi socio? —Apareció el padre de Kim con guantes de construcción.

—No, es que su hija me busca conversación y me distrae.

—Kim, no me distraigas a mi trabajador estrella.

—¡Él es el que me busca tema de conversación! 

—Pues entonces conversen mientras me traen las tablas. Hay que apurarse, me dolió la rodilla, estoy seguro de que va a llover. 

¿Cómo carajos sabía eso? ¡Estaba despejado! 

Con Kim hicimos lo que nos pidió y empezamos a colocar repisas en el gallinero. Incluso una gallina se me subió en el hombro y casi me morí. 

—¿Tu abuela sabe que estás aquí? —me preguntó, así que dejé de taladrar.

—No le dije a nadie —confesé—. Mi familia cree que ando jugando tenis.

—Claro, tal vez se mueren al saber que estás haciendo trabajos que harían tus empleados. —Kim torció la sonrisa. 

—No quise decir eso, es solo que mis padres son una pesadilla. Es mejor que no sepan. 

Kim, también de rodillas, buscó un par de clavos como si intentara no darle tanta importancia a la situación.

—No tienes que darme explicaciones, Nico.

Mientras ella usaba el martillo, tragué saliva, aun mirándola.

Lo que hicimos durante los próximos minutos fue, al fin, poner el techo a dos aguas y luego comenzamos a pintar. Mientras trabajábamos uno frente el otro —ella dentro y yo fuera de la ventana—, Kim me pasó a pintar de morado el dedo pulgar.

—¡Oye! —Le pinté toda la mano.

—¡Nico! —Me pasó el pincel en la mejilla como venganza. 

Abrí la boca, sorpresivamente ofendido. 

—Oh... ¡Kim! —Admito que me entraron las ganas de pintarla por completo, así que la seguí, pero ella escapó por el otro lado del gallinero, esquivándome. 

—¡Basta, Nicolás! —carcajeó—. ¡Basta! 

Cuando finalmente la alcancé, la agarré del brazo y le pinté la frente. Ella soltó una risotada y me manchó la manga de mi sudadera azul. Pronto comenzamos un forcejeo tan confuso que ambos tropezamos en una piedra. Intenté sujetarla, pero todo sucedió tan rápido que terminé cayendo encima de ella.

Los pinceles se soltaron de nuestras manos con lentitud, y mi peso cayó sobre su cuerpo. Como si hubiera sido en cámara lenta, Kim afirmó sus codos en la tierra y me miró con la respiración agolpada.

No podía creerlo, mis labios casi chocan con los suyos por la caída y mi cadera estaba en medio de sus piernas. Lo más ferviente fue que permanecimos así, sin perder el contacto visual.

Ella me miró los labios.

Y yo se los miré a ella.

—Uhm... Debemos ir a casa —murmuró al fin. 

Seguimos contemplándonos fijamente. Sus ojos verdes tenían un brillo hipnótico, demasiado interesante. 

—La comida está lista —añadió y tragó saliva. 

Asentí y nos levantamos al mismo tiempo. Ella intentó fingir que nada había pasado, así que simplemente me arreglé la ropa y seguí a la patrona. 

Después abrió la puerta sin hacer contacto visual. Yo me me distraje viendo el color rojo de sus mejillas.

Maldita hormiguita, me pones nervioso.

La cosa es que observé la casa de Kim y me di cuenta de que era amplia y luminosa. Estaba decorada con papel mural floreado; tenía una estufa cerca del sofá y un televisor con antena. A simple vista supe que eran buenos lectores al tener una repisa llena de libros. 

Cuando pasamos a la cocina, mi cuñada... Digo, Kass, estaba elevando las cejas para molestarme con su hermana.

—Y aquí tenemos tocino con huevos revueltos. —El padre de Kim puso el sartén en medio de la mesa—. La especialidad de la casa. Esto te va a gustar, Nicolás, de seguro.  

La que me gusta es su hija.

Cuando comencé a comer me di cuenta de que la familia de Kim era muy habladora. No estaba acostumbrado a eso, en mi casa solo se hablaba de negocios cuando comíamos juntos, y era un milagro cuando reíamos. Aquí carcajeaban y se acordaban de anécdotas graciosas, como cuando a Kim se le ocurrió tomar un pollito y tuvo que correr por su vida porque la gallina se enojó.

Finalmente me fui con mi amigo Rai a terminar de trabajar. 

Kim Harrison

—Yo creo que le gustas a tu jefe, Kim. —Kass miraba a Nico siendo perseguido por una cabra. 

—Que no, pesada. 

Papá reía a carcajadas mientras que Nico, de un salto, se subió a la camioneta. 

—No, no, es que se ve muy interesado en ti —prosiguió. 

—Solo somos buenos amigos, Kass. 

—Con todo el dinero que tiene, yo ya me hubiera quedado con él. —Se encogió de hombros. 

—Supieras que él con todo el dinero que tiene no es feliz... Debes cambiar tu concepto de felicidad, hermana. Agradece lo que tienes y ya verás que te llegarán cosas buenas. 

Le hice cariñitos en la cabeza y luego llevamos los tarros con pintura hacia el gallinero. 

Todo sucedió tan rápido que ya habíamos terminado nuestro objetivo. La lluvia otoñal se hizo presente también. Al principio era una llovizna que luego se transformó en un chaparrón agresivo. Acompañé a Nico hasta su auto para despedirme. El pobre estaba lleno de pintura y con sus zapatillas llenas de barro. 

Al parecer, no le importaba. Estaba bien feliz. 

—Ya me voy para que no te sigas mojando. No quiero que cojas un resfriado —dijo. 

—No sé cómo agradecerte, le ayudaste mucho a papá, Nico, gracias. 

Intenté mirarlo a los ojos pese a la lluvia. Nico hizo un movimiento para besarme la mejilla y yo me incorporé para hacerlo también. Fue rápido y posiblemente una despedida normal, pero el corazón me latió con mucha fuerza al sentirlo tan cerca. 

—Adiós, Nico.

—Adiós, Kim. 

Mientras cerraba el portón cruzando las cadenas para luego poner el candado, me di cuenta de que había un pequeño auto rojo fuera del caminillo. Estaba bajo un árbol y no se movía de ahí. No le di importancia, de seguro estaba esperando que pasara un poco la lluvia. 

La cosa es que corrí hasta casa chapoteando entre los charcos de barro sin poder creer que Nico me quiso ayudar. 


NOTA DE AUTORA 🤎

Encontré mi Banner ajajajaj pero Twitter o "x" solo lo uso para pelear y saber de mis teleseries, así que síganme en Instagram porque siempre subo contenido <3 

Y bueno... Ese autito rojo, ¿quién será? ¿Qué busca? Lo averiguaremos en el próximo capítulo :D 

Y si quieren leer otra de mis novelas de romance pueden pasar por Volveré Hacia el Ayer 💚

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