Capítulo O8

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Para calmar las cosas un poco en la universidad, Jennie y Lisa llegaron al acuerdo de disimular esa relación frente a otros. En público, decidieron, se iban a comportar sólo como profesora-estudiante, y cuando Lisa pasara el curso, entonces podrían iniciar alguna relación oficial.

Eso significó que Lisa decidiera no llevar a Haerin a las clases de Jennie, no si lo podía evitar. La omega sabía que la cachorrita querría ser atendida por la alfa, ya se encariñó bastante con ella, y no quería que sus compañeros miraran con mala cara a su bebé por eso.

Sólo debía aguantar un par de meses, Lisa inició el segundo semestre hace poco, recién estaban a inicios de octubre, y en febrero terminaría su primer año universitario. No era tanto.

Sin embargo, eso no significaba que ellas dejaron de verse. Jennie comenzó a visitarle por las tardes, pasando tiempo con las dos. Haerin no podía estar más feliz con eso, teniendo a alguien más con quien jugar. A veces, Lisa las veía desde la cocina americana, cocinando la cena y observándolas en el suelo. Su bebé gateaba y Jennie estaba arrodillada, viéndose un poco graciosa con la camisa arremangada y su traje, jugando con la pequeña. No podía evitar sonreír, sintiéndose como si ellas fueran ya una familia.

Además, la alfa estaba ayudando a Haerin a aprender a caminar. A veces, la tomaba por las axilas y la ponía de pie, manteniéndola así frente a ella, hablándole siempre con una sonrisa dulce.

Una tarde de viernes, mientras veían una película acurrucadas en el sillón, con Haerin pintando en su cuadernito de dibujos, Jennie llamó su atención.

Lisa se enderezó, parpadeando para enfocar su vista en la alfa. En ese instante, sintió muchos deseos de inclinarse y darle un beso a la mayor, pero a último minuto se arrepintió. Qué vergüenza.

—La próxima semana es el cumpleaños de Danielle —dijo Jennie—, y me ha preguntado si HaeHae puede ir.

La omega pensó en la pequeña niña de cinco años, que vio una semana atrás. Se la encontraron en un parque, junto a su madre, y Danielle no dudó en ir a jugar con Haerin en el arenal. Ambas terminaron con granitos de arena en el cabello.

—¿No crees que Haerin es muy pequeña para ella? —preguntó, preocupada—. Si van más niños...

—No te preocupes, no irá nadie más. Es decir, Danielle sólo invitará a su vecina, una chica llamada Hanni. Rosé sabe que muchos niños pequeños en una casa serán un desastre.

—Oh, eso suena mejor —se rió Lisa, abrazándola—. Vas a ir tú igual, ¿cierto?

Jennie le acarició el cabello, sonriendo con relajo. Miró brevemente si Haerin no las estaba mirando, los últimos días la pequeña bebé estaba actuando muy celosa con la atención de Lisa. Pareció darse cuenta ahora que iba a tener que compartir a su mamá con Jennie, y eso no le estaba agradando demasiado.

—Claro que sí, iremos como pareja —le dijo, agarrándole la mano a la chica.

Lisa soltó una nueva risa, emocionada y feliz. Sin embargo, ese sonido pareció ser suficiente para romper la concentración de Hae, que dejó el lápiz a un lado y levantó la vista.

—Mami —barboteó—, mami, mami...

Haerin gateó hacia la pierna de Lisa, abrazándola y sin dejar de llamar a la omega. Jennie rodó los ojos, pero vio con atención cuando Hae comenzó a tirar del pantalón de su madre.

—No la levantes, déjala —le dijo, deteniendo el amago de la menor para tomar en brazos a su hija.

—¿Ah? Pero... —Lisa bajó la vista, viendo a su bebé tratando de tomar impulso para ponerse de pie.

—Mami, mami —lloriqueó, desesperada por estar en los brazos de la chica.

Aferrándose en todo momento del pantalón de Lisa, la niña apoyó sus pequeños pies desnudos en el suelo y sus regordetas piernas trataron de empujarse hacia arriba. La de cabello negro observó las manitos de Haerin agarrando la tela del pantalón, oyendo los sonidos de esfuerzo que hacía para levantarse.

Luego de varios minutos de duro trabajo, la bebé se puso de pie, sosteniéndose de la rodilla de Lisa.

—Mami —dijo Haerin, mirando a Lisa, que tenía una sonrisa enorme en sus labios—. ¡Papa!

Haerin levantó sus brazos por la felicidad mientras Jennie parpadeaba por la sorpresa y Lisa soltaba una risita. Sin embargo, la bebé pareció perder el equilibrio y agitó sus brazos para no caer, pero fracasó: cayó de trasero al suelo, sentada y gritando.

—¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaa! —Haerin rompió a llorar.

—Oh, dios —suspiró su mamá, tratando de mantener la sonrisa en su rostro—. Vamos, Hae, ¿qué pasó, mi vida?

—¡Waaaaaaaaaah! —siguió llorando Haerin.

Lisa la tomó en brazos, atrayéndola contra su pecho para consolarla un poco. No quería lucir asustada, aunque en el fondo se estuviera muriendo por el miedo de la caída, a pesar de que no fue grave. Sabía que, si se veía espantada, eso asustaría más a la niña y quizás no querría ponerse de pie otra vez.

Jennie buscó la manta de Haerin, con la que le secaban las lágrimas cuando lloraba.

—Pero lo hiciste bien —le dijo Jennie, limpiándole las mejillas húmedas. Haerin comenzó a chupar su dedo, su cabeza apoyada en el pecho de Lisa—, fuiste muy valiente, Haehae.

—Pa... Papa —masculló la pequeña, mirando a Jennie con sus ojitos brillantes por las lágrimas.

Jennie le sonrió.

—Sí, papá —aceptó, sonriéndole.

Lisa besó la coronilla de Haerin, ocultando la sonrisita que quería esbozar. Sólo volvió a acurrucarse contra Jen, dejando que la alfa le abrazara por el resto de la tarde.

***

El día en que Danielle iba a cumplir años, Jisoo le frunció el ceño.

—Me dijiste que viniera para cuidar a Hae —le dijo su amiga, cruzando los brazos sobre su pecho.

—¡Y la vas a cuidar! —respondió Lisa, envolviendo el regalo que le compró a Danielle—. Pero en casa de la amiga de Jennie.

—¡Pero... Lisa! —Soo hizo un mohín de exasperación—. ¡No conozco a nadie allí!

—Ya le pregunté a Rosé y dijo que podías ir. Es para que Haerin no nos robe tiempo a mí y Jennie. ¿Sabías que ahora está detrás de mí cuando ella viene acá?

—Está celosa, claro —bufó Jisoo, observando a la pequeña sentada en el suelo—. Espera, ¡¿me vas a utilizar como niñera?!

Lisa le sonrió con inocencia, poniéndose de pie cuando escuchó el timbre del departamento sonar. Jisoo guardó el regalo en una bolsa, refunfuñando por la molestia, y vio la forma en la que Haerin comenzó a gritar para exigir la atención de Lisa.

La omega de cabello azabache corrió a tomarla en brazos para calmarla, por lo que la bebé dejó su berrinche una vez sintió las feromonas suaves de Jisoo. Lisa sonrió a lo lejos, abrazando a Jennie.

—Iré, ¡pero me deberás algo! —reclamó la mayor, también a segundos de hacer un berrinche como Haerin.

A los pocos minutos, todas salieron del lugar y fueron hacia el auto de Jennie. Una semana atrás, la alfa le compró al vehículo una silla de auto en la que llevar a la bebé. Lisa insistió en que no era necesario, pero la castaña suplicó, aludiendo a que era por el bien de Haerin. Ante eso, poco pudo hacer.

Jisoo acomodó a la niña en la silla, sentándose junto a ella. Seguía sin estar muy convencida de ir a ese cumpleaños, pero terminó cediendo por su amiga. Sabía que Lisa no era de pedir muchos favores, además que le quedaría debiendo una. Por último, ¡le hubiera avisado antes para vestirse con algo mucho más decente!

Llegaron a la casa de Rosé veinte minutos después, en un bonito barrio residencial privado. Según lo que le dijo Jennie, Rosé hacía clases en la Facultad de Medicina, así que, obviamente, ganaba mucho mejor que ella.

Se bajaron y Jisoo tomó en brazos a Haerin. La bebé estaba tan acostumbrada a la constante presencia de la omega que no protestó, considerándola casi una segunda mamá.

Jennie las guió hacia la puerta, tocándola, y Rosé apareció segundos después con una sonrisa enorme.

—¡Vinieron! Menos mal, Danielle...

—¡Tía Jeeeeeeeeeeenieeee!

La alfa se rió cuando la australianita corrió por el pasillo de entrada y salió a abrazarla, rodeándola por la cintura. Jen le revolvió el cabello, sacándole una risa de felicidad.

—Hola, Dani, ¿cómo va tu día?

—¡Muy bien! —respondió—. ¡Hola, tía Lis!

—¡Hola, Danielle!

Danielle se asomó, mirando ahora a Jisoo con curiosidad en sus ojos.

—¿Quién eles tú? —preguntó.

Jisoo se aclaró la garganta y Rosé la miró. La omega sintió una extraña sensación en ese momento, sus mejillas poniéndose coloradas repentinamente y su corazón acelerándose. Rosé, a unos pasos de ella, frunció el ceño en señal de confusión y con su rostro enrojeciendo de pronto.

—¡Es Soo, una amiga mía! —dijo Lisa, indiferente a lo que ocurría—. Vino con Hae.

—¡Dan, Dan! —gritó Haerin.

—Eh... pa-pasen —tartamudeó Rosé, invitándolas a entrar—. Ha-Hanni to-todavía no llega...

—¿Pasa algo, Rosé? —preguntó Jen, arrugando las cejas.

—Acompáñame a la cocina, debo ver algo... —Rosé se giró hacia Lisa, ignorando a Jisoo, que no había dicho nada hasta el momento—. ¡Pu-pueden sentarse en la sala de estar!

Jennie siguió a su amiga hacia la cocina, cruzando la puerta y observando el pastel con las velas puestas y la comida chatarra que serviría para Danielle y su amiga. Lisa le llevó comida a Haerin, no quería darle todavía a probar ese tipo de comida.

—Oye, esa amiga de Lisa... —comenzó a decir Rosé, nerviosa—, ella...

—Es Jisoo —se adelantó la castaña, confundida.

—Ella huele muy bien.

Jennie pestañeó un instante, como tratando de procesar esas palabras. Luego de un momento en silencio, habló:

—¿Qué dices? —bajó la voz un octavo—. Jisoo tiene una omega débil, por lo que su glándula de cuello no emite feromonas.

—¿Qué? —Park palideció—. Te juro que la podía oler, Jennie. Huele a... Su aroma es como el chocolate.

Jennie sacudió su cabeza en una negativa.

Mientras tanto, Jisoo dejó en el suelo a Haerin, que gateó para ir a jugar con los juguetes de Danielle. La chica le entregó una Barbie, hablándole mientras la bebé le respondía con balbuceos.

—Esa alfa, ¿cómo se llamaba? —le preguntó Kim, susurrando.

—Rosé, ¿por qué?

—Es muy guapa —respondió la chica.

—Ow, ¿ya te enamoraste?

—¡Qué pesada eres! —Jisoo le dio un golpe en el costado—. Cuando nos vimos, sentí algo muy raro, aquí, en mi estómago —apuntó a su vientre, todavía algo colorada.

Lisa sonrió juguetonamente, aunque no podía entender bien lo que le estaba diciendo su amiga.

—Tal vez encontraste a tu destinada —bromeó, porque las historias de los destinados ya fueron olvidadas hace mucho.

Jisoo le dio otro golpe, arrancándole un gemido.

Durante las siguientes horas, tanto Jisoo como Rosé trataron de ignorar ese calorcito en su cuerpo cuando se miraban o hablaban, con las mejillas tan coloradas que parecían tener fiebre. Sin embargo, a pesar de eso, y para sorpresa de todas, se llevaron muy bien enseguida.

La amiguita de Dani, Hanni, apareció media hora después de que Haerin llegó. Como era la vecina de las Park, la madre de Hanni no tenía problema en dejarla e irse, por lo que las cuatro adultas eran las encargadas de cuidar a las tres niñas.

Bueno, de proteger a Hanni de las rabietas de Haerin. La bebé pareció odiar enseguida a la amiga de Danielle.

—¿Lo estás disfrutando? —preguntó Jennie, más tarde, y dándole de comer a Lisa un trozo de pastel en la boca. Se fueron a la cocina para tener un momento a solas, guardando las bolsas de comida chatarra.

—Sí, gracias por invitarme —le dijo Lisa, sonriendo con amor.

Mientras, Jisoo se estaba riendo por una mala broma que hizo Rosé. En ese instante, Danielle se acercó a su mamá, pero mirando a la omega.

Eles muy bonita —comentó Danielle—. ¿Estás casad?

—¡Danielle! —regañó Rosé, atragantándose con el pastel. La risa de Jisoo aumentó.

—¡No, soy muy joven para casarme!

—Oh —Danielle ignoró a su mamá, sonriéndole a Soo—. ¿Tienes hiyos?

—¡Danielle! —volvió a gritar la rubia, que todavía no se recuperaba del atragantamiento.

La omega trató de que la sonrisa en su rostro se mantuviera, aunque le inundó la pena en el interior. Sabía que la niña lo preguntaba desde su inocencia, pero eso no evitó que doliera. Miró de reojo a Haerin, que rayaba el dibujo de Hanni.

—No por ahora —respondió Jisoo, amable—. No tengo pareja todavía.

—Ah —Danielle sonrió, sus dientes llenos del chocolate del pastel—. ¡Mi mamá tampoco tiene novia!

—¡DANIELLE!

—¡AH, HAERIN!

—¡HAERIN, NO MUERDAS A HANNI!

La bebé se puso a llorar por el regaño y tuvieron que calmar a una alterada Hanni. Danielle sólo pensaba en lo bonito que sería tener otra mamá.

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