Capítulo ocho: Intento de incentivación

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La omega jadeó sorprendida y preocupada. Andaba caminando por el estrecho pasillo para dirigirse al baño cuando escuchó el estruendoso sonido de algo caer. Su inquietud incrementó al darse cuenta que aquello sucedió en la sala de prácticas de Jennie.

Cuando al fin abrió la puerta, sus manos temblaron levemente al ver el cuerpo de su unnie en el suelo, rápidamente se acercó a ella e iba a tomarla del brazo, pero no contó con que la otra se zafara abruptamente de su agarre, como si el toque ardiera.

—Estoy bien —murmuró por lo bajo, sin siquiera atreverse a mirarla.

Perfecto, nuevamente quedaste como una imbécil que no puede hacer nada.

—No es cierto, escuché lo fuerte de su caída —la alfa hizo una mueca de disgusto—. Vamos a que le revise algún doctor, no me moveré de aquí.

—Dije que estoy bien, no te preocupes.

Lisa bufó, un poco confundida al verla comportarse así.

—Esta no es ninguna broma, Jennie. Se ha lastimado y necesita de un chequeo.

—¿Te parece que estoy bromeando? —alzó su mirada, transmitiéndole rigidez pulcra en ella—. ¿Acaso siempre me ves jugando o algo por el estilo? Fue un simple percance, me tropecé.

— ¿Cuál es su problema? —cuestionó desconcertada. La alfa jamás le había hablado de esa forma.

Tú, haberme enamorado de ti.

—¿Puedes retirarte? —dijo en cambio, sacudiendo las ideas de su cabeza. Tratando de mantener la calma que tanto ansiaba su acabado corazón.

La omega suspiró, cruzando sus brazos mientras aún veía a Jennie recostada en el suelo, tratando a duras penas el poder sentarse en forma de flor de loto.

—Bien, me iré cuando pueda verla de pie —anunció, sintiéndose extraña al ver la lejanía y frialdad con la que se estaban hablando.

¿Qué estaba pasando?

La coreana chasqueó la lengua, intentando levantarse con todas las pocas fuerzas que le quedaban. Quería que Lisa se fuera, no quería verla, al menos no en un par de días. No quería debilitarse tan fácilmente y que esta pudiera notar el impacto que generaba en ella con tan pocas palabras y su dulce aroma cada vez que se hacía presente.

La omega casi corrió al ver que el cuerpo de Jennie flaqueó patentemente. Buscando que pudiera sostenerse en ella, posó su mano en la cintura adversa y tomó uno de sus brazos, la jaló suavemente para que al fin rodeara su nuca.

—Intente sujetarse, llamaré a uno de los managers.

Jennie reprimió el jadeó de dolor que nuevamente estaba sintiendo ante el movimiento de ser lentamente llevada a pasos pesados y asintió cabizbajo.

Todo le estaba saliendo patéticamente mal.

[...]

—Bueno, señorita Kim —llamó el doctor bajo la atenta mirada de las otras dos—. Es un esguince en el tobillo de grado dos.

Jennie bufó, descontenta con el diagnóstico y el dolor que parecía no querer irse. Mientras que la omega cubría su boca ante la sorpresa de lo escuchado.

—La hinchazón está aumentando y como deben de saber, lo mejor para esto es la inmovilización, al menos por un tiempo. Puedo darte algunos medicamentos para que la molestia disminuya en los ligamentos, pero la torcedura se irá en al menos tres a cinco semanas. Necesitas mucho reposo.

—Eso es imposible, tengo una presentación importante en menos de un mes.

—Su salud es más importante que todo eso, unnie —replicó Lisa.

Claro, como si ahora te importara.

—¿Qué no lo entiendes? Todos los años tengo que hacer un número artístico para las premiaciones, como los demás hacen —se defendió ariscamente.

El doctor decidió retirarse del lugar por un buen momento.

—No —contraatacó—. ¿Qué es lo que no entiende usted? Acaba de lesionarse, es obvio que no podrá danzar —la mirada de Jennie ensombreció, la omega pudo notarlo pero ya era demasiado tarde—. J-Jennie, podemos decirle al manager que hable con el director —intentó acercarse a la camilla—. Puede cantar sin necesidad de moverse, no quiero que empeore.

La alfa no pudo mirarla. Se sentía decepcionada de sí misma. ¿Qué sentido tenía pararse en un escenario frente a sus seguidores que tanto la apoyaban y no dar un gran espectáculo como ellos se lo merecían?

El silencio era cada vez más lastimero, Lisa sintió por primera vez que no encajaba ahí. ¿Por qué todo parecía estar cambiando?

Justamente cuando quiso intentar hablar otra vez, por la puerta entró Rosé y Jisoo totalmente preocupadas.

—Vinimos tan pronto como Momo nos avisó.

—Jennie. ¿Ya estás mejor? ¿Qué dijo el doctor? —la omega mayor empezó a llenarla de preguntas.

—Espera Rosie, dale su tiempo y cálmate —intervino Jisoo.

—Lo lamento, es que Jennie-ah nunca había sufrido un accidente así —confesó, preocupada y con los nervios inundando su mente.

—No es nada, Rosé —intentó sonreír, ignorando el hecho de que Lisa seguía ahí—. Fue solo un esguince.

La omega jadeó asustado. Lisa iba a darle explicaciones del tema, pero su celular timbró, anunciando la llamada de Jungkook.

—Está bien, voy saliendo. Sí, yo también te quiero —habló bajito, estando cerca de la ventana. Olvidando que aun así, Jennie se esforzaba por escuchar su plática.

Es su alfa.

—Bien, lamento esto pero me surgió un percance. Debo irme —avisó rápidamente, tomando la mano de la castaña—. Se recuperará pronto —Rosé miró la escena con ganas de gritarle a ambas y hacer que reaccionaran. Pero a ella no le incumbía la situación ajena de ese par, no podía hacer algo directamente—. Cuídenla, por favor —fue lo último que dijo antes de salir.

La aludida resopló, sacudiendo su cabellera y haciendo un desorden en ella.

—Soy una completa imbécil.

—Hey, nada de insultarse. No puedes ser tan dura contigo misma.

—¿Saben? Lisa fue la que me trajo aquí. Otro punto en donde me veo como una niña para ella, no como una alfa —murmuró—. No como realmente lo quiero.

—¿Y lo que acabamos de ver qué? —preguntó Jisoo—. Es decir, parece que ustedes no quieren ver la verdad de esto.

—No digas tonterías —hizo una mueca de absoluto disgusto—. Ella se fue ni bien se lo pidió el tal Jungkook. Me dejó como una mamá deja a su hijo en la guardería —sonrió con amargura.

—Sé que es difícil pero no puedes seguir siendo tan negativa o terminarás hundiéndote.

—¿Qué más da? Ya lo perdí todo aun cuando ni siquiera lo intenté —sus ojos reflejaban lo magullada que estaba su corazón, sus sentimientos—. Dime algo más estúpido e irónico que eso.

—¿Entonces sí te rendirás?

—Eso no es de alfas —agregó la mayor, intentando incentivarla, aunque sabía que su frase era algo anticuada.

—Solo déjame decirte que todo dependerá de ti y de que tan terca o sincera sea Lisa. Si vas a seguir lamentándote por algo que no hiciste nunca, será mejor que calles. Pero si reúnes el valor para decirle lo que tanto calla tu corazón y a pesar de ello nada termina siendo lo que deseaste, al menos sabrás que lo diste todo y lo intentaste.

Y sin más qué decir, Rosé se reincorporó para salir. Ella no quería tratarla mal, pero sentía que debía ser algo dura para hacerla reaccionar. Para que se animara a luchar antes de darlo por perdido.

—Buscaré al doctor para que nos dé las indicaciones de tu receta médica —agregó.

—Yo no quiero presionarte, Jennie-ah. Pero lo que dijo Rosie es totalmente cierto. Al menos esperemos a que mejores un poco y piensas todo con calma. ¿De acuerdo? —le sonrió suavemente—. Necesitarás mucho descanso.

La Kim menor asintió con desgana, quedando sumida con las palabras de su mejor amiga omega.

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