Capítulo siete: Aflicciones y caída

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La noche había caído tan pronto que la joven ni siquiera se inmutó. Llevaba más de dos horas echada en la cama después de una larga ducha. Su cabello, aún húmedo, mojaba la sedosa tela que cubría la almohada y realmente no le importaba ni la más mínima probabilidad de que podría enfermarse. Su mente divagaba muy lejos de todo y su mandíbula estaba tensa. Apretaba los dientes fuertemente cada vez que a ella llegaba la dulce sonrisa que alteraba su débil corazón. ¿Cómo alguien tan hermosa podía ser demasiado cruel?

Soltó un suspiro con desgana mientras las lamentaciones la asfixiaban. ¿Había sido su culpa?

Quizás sí. Lisa nunca pidió ser amada, amada de la forma que solo ella sabía y podía hacerlo.

—Soy una imbécil —maldijo en medio de un ronco susurro.

Sus cuerdas vocales se habían maltratado al no querer llorar pero que a fin de cuentas, sí lo hizo. Sentía que su garganta estaba seca y le ardía, pero no tuvo ni ganas de tomar un inútil vaso de agua.

¿Y si simplemente la dejaba ir? ¿Dolería menos? ¿Por qué todo parecía hacerse más complicado?

No podía pedir ninguna explicación, no podía exigir el porqué de algo sin sentido, porque siempre fue así. Ella no tenía algo con la omega y ahora la idea estaba muy lejana de ser real.

¿Era así como todo iba a terminar? Joder, ella no quería resignarse. No sin haberlo intentado antes. No cuando confiaba en su amor, el inmenso amor que su corazón podía ofrecerle a Lisa.

Era cierto que ahora había una tercera persona, pero no podía simplemente rendirse. La omega lo valía todo y el ser su amiga era algo que ya no deseaba desde hace dos años.

Jennie detestaba ser tomada como una simple 'unnie', cuando sus intenciones iban más allá que algo fraternal. Quería que la viera como una alfa digna de tenerla, no como una hermana mayor.

Su mayor enemiga fue la inseguridad, aquella que le resaltaba que no podía plantearse ideas por su propia cuenta. Aquella que le hacía dudar inevitablemente: ¿En verdad una omega preciosa y de corazón tan noble como Lisa podría aceptarla?

Ahora no sabía cómo actuar. Lisa es ajena a sus verdaderos sentimientos porque ella nunca se los dijo.

Todo le resultaba complicado. ¿Y si mejor no se involucraba? Ella tan solo quería que la omega fuera rodeada de amor y felicidad, tal vez lo había encontrado en Jungkook.

Pero aun así, dolía.

Y aun así, todo aquello era real.

[...]

Sus mañanas fueron extremadamente pesadas. Se sentía agotada y su concentración se iba a cada diez segundos. No podía manejar bien la coreografía y los pasos eran algo que debía repetir más de veinte veces porque no sé sentía satisfecha. La frustración se acumuló e incluso Momo la dejó en la sala para que se dirigiera a su gusto.

La beta era estrictamente profesional y si ambas discutían por el mal control del baile, aún si fuera algo mínimo, traerían problemas y una fuerte discusión.

—Joder, concéntrate —susurró harta, aventando fuertemente la botella de agua al piso para luego sujetar sus cabellos en un intento de no gritar.

Se sentía desenfocada e impotente. Tenía que terminar la coreografía para la próxima presentación en las premiaciones y no tenía por qué equivocarse tanto, el simple hecho de hacerlo la ponía de un ánimo peor al que había acostumbrado a tener esos últimos días.

Todo le estaba yendo del asco.

—Hey. ¿Qué pasa? —intervino la beta, adentrándose nuevamente a la sala mientras miraba el deplorable estado de la coreana—. Jennie, será mejor que te tomes un descanso.

La alfa la miró con el ceño fruncido para luego negar levemente con la cabeza.

—No, Momo. La premiación es en menos de un mes y debo terminar esto —siseó hastiada, como si el bailar ya no fuera algo que disfrutaba.

Desorientada, así se sentía.

—Ya sabes cuál será el resultado si te sobre exiges. No quiero que te pase algo nuevamente, Jen.

La castaña bufó.

—Disculpa, pero con todo el respeto que te tengo, ¿qué haces aquí? —la miró fijamente mientras se sentaba en el suelo y calmaba su agitada respiración—. Ya hiciste tu trabajo mostrándome la coreografía, ahora depende de mí pulirla. No es necesario que me digas qué hacer como si fuera una maldita niña. Soy mayor que tú, te lo recuerdo.

— ¿Cuál es tu problema? Solo intento persuadirte, no quiero verte débil como-

—Bien, no necesito ni tu persuasión, ni tus consejos —la interrumpió bruscamente—. ¿Puedes retirarte ahora?

Momo resopló, intentando guardar calma ante la desagradable expresión adversa.

—De acuerdo. Solo espero que aquello que aturde tu mente y amarga tu actitud, desaparezca. O bien, puedas resolverlo pronto.

—No necesito nada —murmuró.

La beta salió con la única esperanza de que su unnie lograra controlarse y no terminar exhausta tanto física como mentalmente. No sabía las razones por las cuales actualmente estaba así, pero tampoco era tan distraída como para no notar que fue desde la llegada de Lisa y su pareja.

Algo había, de eso estaba segura.

[...]

Las horas fueron pasando, el sudor corría por la frente y el cuello de la alfa mientras que la música seguía resonando en todo el lugar. El rechinido de las zapatillas contrastaba a cada momento en el que marcaba un nuevo paso y trataba de respirar hondo para no sentir que el aire se le acababa. No se detuvo en ningún momento y su mirada estaba fija en el enorme espejo frente a ella. Era como si sus movimientos fueran tan solo un mecanismo mientras el ritmo iba perdiendo sentido.

«Tiene una hermosa voz, Nini.»

Los recuerdos aparecieron, tan fugaces como una lluvia de estrellas en plena noche, por su confusa y tortuosa mente.

«No importa lo que digan los demás, usted no debe cambiar por nadie.»

«Es como la hermana mayor que nunca tuve, quiero cuidarle yo también, y muchas cosas más.»

Las veces en que la alentó a seguir, en las que la apoyó cálidamente. Brindándole sus abrazos para reconfortarse cuando se sentía dolida y dándole de sus consejos para guiarla
como farol a un pequeño bote perdido en medio del inmenso mar.

«No se lo diga a Rosie o a Jichu pero... es mi unnie favorita. ¿Cómo podría no quererla? Si vuelve a preguntar cosas tontas me enfadaré.»

Hermana mayor, pensó con fastidio. Solo soy eso para ti.

Y fue entonces que volvió a desconcentrarse, justo en el preciso momento en el que se impulsó para dar un gran salto y terminar girando 360° en el aire...

«No somos pareja y tampoco lo seríamos en algún momento de nuestras vidas.»

La gota que derramó el vaso, la flecha que caló en el fondo de su pecho.

Sus ojos se cristalizaron y olvidó cómo descender a tiempo, su pie derecho resbaló y todo el peso de su cuerpo acabó cayendo en el tobillo cuando este se torció.

El sonido de su caída fue tan estrepitosa y dolorosa que no pudo evitar soltar un fuerte quejido. Intentó levantarse, pero sus brazos flaquearon ante la nueva punzada que viajó por toda su pierna derecha.

No faltó mucho para que por la puerta entrara inesperadamente la persona que tanto deseaba y a la vez, no ver.

—J-Jennie... —balbuceó alarmada.

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