Lisa olía a avellanas y bosque.

Jennie pensó eso cuando la vio llegar a esa cita triple que Rosé y la chica zorrito organizaron contra su voluntad, medio enfurruñado por tener que estar allí. Hasta deseó, brevemente, que las omegas que Jisoo dijo que llevaría, no aparecieran para así marcharse junto a Soojin, dejando a esas bobas juntas en ese paseo.

Mientras refunfuñaba porque le levantaron tan temprano, escucharon el grito de Jisoo a lo lejos, anunciando que ya llegaron. Y cuando Jennie levantó la vista, se encontró con la omega más adorable que pudo haber visto alguna vez en su miserable y corta vida.

El olor de la chica la golpeó intensamente, tratando de esconderse detrás de la omega de conejo, que a su vez se escondía detrás de Jisoo. Soojin y Jennie se miraron una vez luego de que la Kim mayor presentara a sus amigas frente a ellas, pareciendo llegar a un acuerdo de qué omega era de cada una. Si Soojin pedía a Lisa, Jennie le iba a pegar.

Pero para su fortuna, Soojin se inclinó por la conejita, Shuhua. A Soojin le gustaban los conejos, recordó la híbrida de pantera, salía a cazarlos cada fin de semana con su familia (animalitos, no híbridos, por supuesto).

Santa mierda, pobre Shuhua.

No dijo nada cuando Soojin mintió tan descaradamente acerca de que no comía conejos, aunque le dijo lo mismo a Lisa (pero lo suyo era cierto, Jennie no comía ardillas) para tranquilizarla, sobre todo al ver que lucía muy pálida cuando la eligió.

Kim entendió rápidamente que, con toda probabilidad, se debía al instinto de animal presa que Lisa debía poseer, sumado al hecho de ser omega. No debía ser fácil para Lisa ir al colegio, menos relacionarse con carnívoros como Jennie.

Pero a Jen le gustó mucho el olor, el aroma a bosque que soltaba, y aumentó cuando le dijo ese cumplido que la híbrida de pantera consideró cierto. Lisa era muy bonita, con ese delineado verde agua en sus ojos, sus uñas pintadas de rojo y un brillo transparente en sus labios. Su rostro era casi andrógino, con esas mejillas redondas, su cabello cayendo en leves ondas sobre su carita. Tenía un cuerpo un poco rellenito, no era exactamente delgada, pero si Jennie era sincera, no le importaba demasiado.

La quería como omega, decidió, cuando sacó una bellota de su bolsito para comérsela.

Y luego era una ardillita pequeña, rechoncha, con una cola que se crispó en señal de que iba a correr, pero Jennie fue más rápida, atrapándola en su mano y recogiendo, de paso, la bellota que cayó al suelo. Lisa era pequeñita, así que no le costó nada que su mano la envolviera e impedir una huida, aunque la escuchó chillar cuando la metió a su bolsillo.

Mientras caminaba por el parque de diversiones pudo sentir como el bulto se removía en su lugar, pero su mano, medio metida en el bolsillo, hacía imposible cualquier escape. Se subió al carrusel, ignorando la mirada extraña que le dirigió el chico que se hacía cargo de ese juego.

Se instaló en uno de los caballos, y cuando comenzó a andar, sacó a Lisa del bolsillo. La ardillita tenía sus ojos abiertos a más no poder, quieta, a pesar de que respiraba aceleradamente. Jennie notó mejor que era también un poco gordita, pero... tampoco le importó mucho. El olor a bosque y avellanas se intensificó.

―No te haré nada, Lisa ―dijo, mirándola―, pero no quiero que huyas ―acarició la barbilla del animalito con un dedo―. Mira, la verdad es que... ¡AH!

Soltó un grito cuando la ardilla mordió su dedo salvajemente, sin embargo, se obligó a no soltarla porque tenía bastante claro que Lisa iba a escapar, lo notó en los movimientos frenéticos que empezó a hacer.

―Detente ―exigió la castaña, ganándose un chillido de parte del animalito―. ¡Lisa, basta! ―la ardilla pareció enfurecerse más―. Si sigues así, ¡te devuelvo a mi bolsillo!

¿Era posible que un animalito tan pequeño como esa ardillita la pudiera observar con odio? Jennie, un día atrás, habría dicho que no.

Pero Lisa se quedó quieta, a pesar de que la mirada enfurecida de sus ojos se mantuvo.

―Eres muy linda ―trató de que se relajara a pesar del agarre de su mano, y su dedo acarició la cabecita de Lisa―, y hueles tan, tan bien...

Supo que no tuvo que decir eso cuando vio la expresión de horror de la omega. Santo cielo, ¿qué debía hacer ahora? Los cortejos entre panteras eran todos rugidos, empujones, mordidas, pero estaba segura de que eso no era así en las ardillas. Estaba segura de que, si trataba de morderle juguetonamente, a Lisa le daría un infarto.

―Mira, mira ―se apresuró a decir, haciendo malabares por el juego andando, tratando de no caerse mientras rebuscaba en su bolsillo la bellota que Lisa dejó media comida―. ¿La quieres, Lis? ―la ardilla miró la fruta―. Te la daré, pero... pero no huyas, por favor. Quédate en mi mano, no te pasará nada...

Era una apuesta arriesgada, lo sabía, pero abrió la mano y Lisa no tardó en acomodarse sobre su palma, mirándole con evidente desconfianza. Jennie le ofreció la bellota, que Lisa agarró para comenzar a comérsela.

Jennie sonrió, enternecida.

―Eres muy bonita ―halagó Kim―, no quería... No pretendía asustarte, Lisa... ―decidió callar al ver que la ardilla comenzó a acicalarse una vez acabó, sus garras frotando su cabecita.

El juego se detuvo segundos después y Lisa pensó en saltar al suelo para salir corriendo, pero estaba algo mareada por las vueltas que dio en el carrusel, además de que estaba muy alto. A ella no le gustaban mucho las alturas, a pesar de ser ardilla.

Escaló por el brazo de Jennie, hasta su cuello, sintiendo las feromonas que la alfa liberó ante su acción. Jennie olía a... ¿a qué, exactamente? Pino. Olía mucho a pino, lo que le recordaba a los piñones. A Lisa le gustaba mucho los piñones.

―Probablemente las chicas se están preguntando dónde estamos ―volvió a decir Jennie, comenzando a caminar por la multitud.

El aroma de la mayor era cautivador, concluyó Lisa, aferrándose a la sudadera de la chica para no caerse. No quería terminar aplastada por accidente en esa multitud de personas, sería lo único que faltaría para arruinar su día.

Encontraron a las muchachas bajándose de otra montaña rusa, entre risas y empujones, pero antes de que Jennie pudiera gritarles algo, Lisa bajó corriendo por su brazo, lanzándose al suelo para ir hacia ellas. La de ojos gatunos comenzó a perseguirla, desesperada por alcanzarla, pero en su forma animal la niña era muy rápida.

La vio escalar por el cuerpo de Shuhua, que gritó por la sorpresa.

―¿Lis? ―preguntó la menor y Jennie se detuvo para recuperar el aire―. ¿Qué pasó, ardillita?

Ya no había una ardilla en el hombro de Shuhua, chillando sin control, sino que ahora Lisa estaba colgada de la conejita, gritando escandalosamente. Shuhua tuvo que sostenerse de Jisoo para no caer al suelo por el repentino peso.

―¡Jen-Jennie quiso comerme! ―gritó Lisa, a punto de llorar―. ¡Di-dijo que olía bien y... y quiso comerme!

―¡Es mentira! ―saltó Jennie, cuando todas voltearon a verla―. ¡Sólo... sólo le dije que era bonita!

Era mejor admitir que iba a comérsela en lugar de soltar aquello.

―¡Wooooooah! ―Soojin sonrió, burlona―. ¡A JENNIE LE GUSTA LISAAAAAAA!

No, eso Jennie no iba a admitirlo.

―¡SOOJIN COME CONEJOS, SHUHUA, CONEJOS CRUDOS! ―soltó.

Lisa estaba pálida. Shuhua parecía a punto de desmayarse. Jisoo tenía cara enfurruñada.

―¡ESTÁN ARRUINANDO MI CITA CON ROSÉ! ―gritó la híbrida de zorro.

La cita fue un fracaso completo cuando Lisa y Shuhua salieron corriendo.