VIII

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Y luego de ese primer encuentro, muchas cosas cambiaron, cuando Viktor y Yuuri volvieron al interior de la ciudad, el ruso mayor se aseguró que el lindo omega llegase sano y salvo a su morada y a su vez, se aseguró que todo dentro del nuevo edificio funcionara correctamente (claro que eso Yuuri no lo notó).

Cuando se despidieron, no fueron necesarias palabras, sólo hicieron un pequeño y tímido, por parte de Yuuri, ademán de manos y el japonés entró a su hogar. Viktor, con las mejillas sonrosadas de emoción y corazón alocado por la euforia de tener al fin a su pareja a solo metros de distancia se fue corriendo, casi flotando a su propia casa.

Su pareja, su hermosa y adorable pareja. Ya le gustaría llevarlo a los mejores lugares de San Petersburgo, que disfrute de la vida que podría tener a su lado, llevarle de la mano por las mañanas a tomar un café, abrazarle mientras paseaban por los extensos parques llenos de nieve.

Un pequeño suspiro de enamorado salió de sus labios mientras abría la puerta principal de su hogar, seguramente Yuri (ahora Yurio) se encontraba en su habitación con los audífonos puestos o durmiendo, los cambios de humor no eran precisamente lo suyo y estaba seguro que su hermanito estaba más que agotado.

—Makkachin, ¿A qué no adivinas qué pasó hoy? —Viktor se agachó y se tiró al suelo, con su amigo can recostado en su abdomen para ganar cariños por parte de su amo. — Conocí a mi pareja...y quiero hacer algo por él, es realmente bello...Se llama Yuuri y es japonés, es uno de los que admitimos hace poco en la manada y lo mejor es...que no es amable conmigo porque soy el Alpha de la manada, es amable sólo por ser yo.

El can lo miraba con tanta atención que pareciera realmente que le pusiera atención, el ruso mayor siguió contándole lo maravillosamente adorable que era su pareja.

—¿Y sabes? Lo mejor es que puedo enamorarlo a mi manera...


—Y cuéntame, ¿Cómo es tu pareja destinada? ¿Es cómo lo imaginaste? —Desde que llegaron al hogar, más bien desde que Yuuri llegó, tanto Otabek como Yuuri se fueron a acostar a la habitación del japonés pues al tener la marca de Otabek, su lado omega pedía protección por parte de "su alfa". Por más que eso fuera momentáneo.

—No sabría decirte. Y ya sabes que nunca se me pasó por la cabeza lo de mi pareja eterna...pero es bastante...hermoso. Su rostro es como de muñeca, pero su mirada me dice que si él me pide que desate una guerra, sin dudas lo haré. —Yuuri sonrió al escuchar eso, Otabek era una alfa muy especial, sobreprotector, algo tímido y torpe, pero la mejor persona que pudo haber conocido y realmente le alegraba.

—Por su alma...noté que es un niño muy sensible, muy frágil, a pesar de que me insultó sin siquiera conocerme. —Ambos rieron por ese pequeño detalle y luego se acomodaron para poder dormir, había sido un día lleno de emociones y estaban seguros que los demás serían igual o peor. — Ota...te quiero muchísimo.

—Yo también te quiero, Yuuri. —Ambos a los pocos segundos, apagaron las luces de la habitación y cayeron rápidamente al mundo de los sueños.

Casi entrando al amanecer, Yuuri se sentó con lentitud en la cama, aún dormido. Aunque eso Otabek no lo sabía, pues se despertó con el movimiento del colchón.

—¿Yuuri? ¿Qué pasó?

—Mi querido Corban, han pasado un par de años desde que nos vimos. —Otabek se terminó de levantar de la cama para ponerse al lado de Yuuri, que se levantó en dirección a la ventana. Sus ojos se encontraban abiertos y eran de un brillante pero bellísimo color rojo vino.

—¿Quién es Corban...?

—Lo siento, olvido que ya no es mi época...me presento, soy Eros, semidiosa y omega de Ágape. Y tú, mi querido muchacho...en mis otras vidas no habías aparecido. —Yuuri sonrió y acarició la mejilla del estupefacto Otabek, causándole un escalofrío pero a la vez paz. —Incluso antes me protegías de todos, aunque jamás me imaginé que me marcarías, tú siempre fuiste en busca de tu bella sirena después de todo.

Yuuri o "Eros", como dijo haberse llamado, abrió las cortinas para poder observar el amanecer y sonrió mientras ponía sus manos en su pecho.

—Hay alrededor de sesenta niños en esta manada, el porcentaje de omegas es mucho más alto que el de los betas, los alfas...no distingo a todos los alfas, pero también hay una gran cantidad. Percibo felicidad, calma...el corazón de los cachorros latir de emoción por un nuevo día. Al parecer mi nueva vida tiene mucha suerte. —Otabek seguía sin saber qué hacer, ¿Y si Yuuri era sonámbulo? ¿Sería bueno despertarlo?

—¿Quieres que te cuenta una historia, Corban? Tú fuiste parte de ella, me protegiste hasta tu último aliento pero lamentablemente moriste antes de poder ser feliz al lado de tu bella sirena de largos cabellos dorados.


Yo era feliz, siempre lo fui a pesar de la soledad que me consumía lentamente. Ayudaba a mi madre a velar por la seguridad y felicidad de los matrimonios jóvenes, les ayudaba a ver la esperanza de una nueva vida cuando las mujeres u omegas quedaban en cinta; yo añoraba tener algo así, pero cada vez que me conocían y se enteraban que era una semidiosa, me veneraban e idolatraban, más nadie me trató con verdadero amor.

Tuve un gran amigo creado con alma de guerrero, fuerte como cíclope, generoso como un fausto, torpe como humano, pero con una gran devoción hacia mí, fue creado con la única misión de protegerme de todo mal. Algunos de los otros semidioses envidiaban el amor que los humanos me profesaban, por lo mismo tú, mi querido Corban, fuiste mi protector.

Recibiste espadazos y hechizos por mí, lo malo es que nunca pude agradecerte como debería.

A pesar de lo callado que eras al comienzo, con el tiempo nos hicimos amigos, mi madre Hera trataba de emparejarnos a pesar de que ella y mi madre Afrodita sabían que mi destinado era un guerrero, el cual desconocía hasta su nombre.

Al final, terminaste ayudándome, te enseñé técnicas para hacer un intercambio de dolor, a leer el aura de las personas y a percibir a las parejas de otros. Como regalo por tu ayuda, además de protegerme, Hera te obsequió un corazón humano, capaz de encontrar a su segunda mitad entre todos los seres fantásticos del mundo, no sólo humanos.

Yo siempre supe que esa sirena era para ti, pero no me quisiste hacer caso.

Oh, mi querido Corban, que felices fuimos en ese tiempo. Porque a pesar de que a diario arriesgabas tu vida por mí, tu aura siempre me dijo que eras feliz, que con ver la sonrisa de dos almas recién encontradas era suficiente para ti. Mi adorado amigo, casi hermano.

Cuando aprendí a danzar como lo hacían las mujeres humanas, te rehusaste hasta el punto de enfadarte conmigo, incluso te arriesgaste a dejarme ir sola a que me diera un relajante baño en las tibias aguas del bosque, donde nadie podría encontrarnos. Allí lo conocí. Mi amado. Mi destinado.

Mi Ágape.

Dentro de mí algo hizo erupción y de inmediato mis mejillas se encendieron al ver lo guapo que era, alto, largo cabello platinado, piel blanca y con algunas cicatrices por las batallas que jamás me llegó a contar por lo sangrientas que eran, según él.

Percibía algo dentro de él diferente al resto de los humanos, pero eso no evitó que me acercara con un atrevimiento poco común en mí a besarlo y es que sentía que debía hacerlo. Oh, sus dulces labios.

Para cuando regresaste, inmediatamente te pusiste en guardia para defenderme y claro, mi amado también. Pero luego, Corban, como te enseñé, supiste que ese chico era mi destinado.

Siempre fuiste como el hermano mayor sobreprotector.

Con el tiempo, tú y Ágape comenzaron a llevarse bien, incluso, luego de nuestro diario trabajo, dejabas que Ágape me acompañara en largas caminatas por donde quisiéramos, solos, mientras tú ibas a la laguna de las sirenas a oír el canto de una en específico.

Cuando Ágape nos contó sobre su maldición, fuiste el primero en apoyarlo, ambos ya se llevaban increíblemente bien. Yo, por obvias razones no me iba a dejar llevar por pequeñeces, si Ágape podía controlar el alma lobuna que vivía en paz al lado de su alma de humano, no tenía problema.

Cuando se transformó por primera vez frente a mí, quedé maravillado por el hermoso ser que se había recostado a mis pies, era un hermoso lobo blanco con destellos grises, pero lo más impactante de todo eran sus ojos grises igualmente, muy diferentes a sus ojos azules de su forma humana.

Mi amado solía decirme que el rojo de mis ojos y el azul de los suyos creaban un equilibrio perfecto. Que nosotros, a pesar de todo, éramos perfectos.


—¿Por qué me cuentas todo esto? —"Eros" sonrió una vez más y se fue a sentar en la cama con delicadeza, gracia y elegancia. Por sus expresiones corporales, se notaba que no era Yuuri. No es que Yuuri no fuese así, pero estos eran movimientos más sensuales, femeninos e hipnotizantes, el japonés era demasiado tímido como para eso.

—Porque ni yo, ni Yuuri, ni mis anteriores reencarnaciones somos omegas, tampoco betas ni mucho menos alfas. Quiero que tú, Corban...no, Otabek, le hagas entender a Yuuri todo esto ahora que hemos vuelto a reunirnos con Ágape, ahora que estamos juntos nuevamente podremos sacar a la luz nuestra verdadera clase.

—¿Existe...otra clase?

—Así es, Yuuri es un gama, pero eso mantenlo en secreto hasta que sea el momento, tú sabrás cuando. Destino me permitió estar aquí poco tiempo, suerte mi querido Corban, gracias por volver a cuidar de mí. —"Eros" besó la frente de Otabek y luego se recostó en la cama, dejando a Otabek más que confundido.

"¿Qué demonios es un gama?", pensó el kazajo.



Bien, tengo mucho que decir, primero, lamento mucho la demora pero entre las fiestas patrias (soy chilena), los trabajos de la universidad y estudios, apenas y tengo tiempo para mí;-;

Ahora, espero que no tenga muchos errores, traté de revisar lo mejor que pude, pero como ya saben, apenas termino el capítulo, lo publico inmediatamente.

Lo otros, en serio, lamento mucho lo de México, en serio, mucha fuerza<3.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Aclaró alguna de sus dudas? ¿Les gustó? 

Bueno, espero sus lindos comentarios y es que algunos me hacen reír tanto, me encantan todos y cada uno de ellos.

Nos veremos cuando tenga un poquito más de tiempo, que no será más de una semana.

Gigi

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