XII

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Otabek estaba hecho una fiera en esos momentos, si bien también era su culpa por haber dicho semejante cosa como que Yuuri tenía un secreto en frente de desconocidos, sentía la suficiente confianza para hacerlo.

Pero no todo era su culpa.

Llevaban tiempo compartiendo con los hermanos y ninguno siquiera intentó decirles la verdad, que en realidad el Alpha era Viktor. Quizá estaba ahogándose en un vaso de agua pues si a esa altura no había hecho nada para sacarlos de la manada, más no podía confiarse. Sabía que a Yuuri se le rompería el corazón, lo único que el japonés odiaba eran las mentiras.

Luego de despedir a la joven pareja y disculparse por usar "la voz" con ellos, se quedó en la sala del lugar enfriando un poco sus pensamientos. Estaba más calmado, sí, pero eso no quería decir que olvidaría el asunto así como así.

Lo que más le dolía era el hecho de que aquel bello rubio de ojos esmeralda tampoco hizo nada para decirle, sólo se quedó callado.

Soltó un suspiro y se quedó mirando el techo. — Diosa Luna, no importa si yo resulto herido con todo esto, pero no permitas que siquiera una sola lágrima caiga de los ojos de Yuuri a no ser que sean de felicidad...

El kazajo se fue a acostar y grande fue su sorpresa al ver que Yuri estaba despierto, como si estuviera esperándole.

—Tu lobo está tan inquieto como tú, Ota, ¿Puedo saber qué pasó? —El castaño volvió a suspirar y negó con la cabeza un par de veces antes de ir a recostarse al lado del japonés, abrazándole segundos después. — ¿Tan grave es?

—La verdad no lo sé. Sólo no quiero más problemas para ti. —Respondió en un susurro el kazajo. — Yuuri...sé que esto debí haberlo dicho hace ya mucho tiempo, pero ahora que ambos encontramos a nuestros destinados y a ti te gusta Viktor, necesito decirlo. —Los enormes ojos de Yuuri le seguían mirando una curiosidad e intensidad genuina, causando una sonrisa en el serio rostro de Otabek. — Hubo un tiempo en el que sí estuve enamorado de ti, que mi corazón realmente se agitaba con sólo recordar tu sonrisa, tus caricias...por eso te pedí ser mi novio aquella vez, no sólo por curiosidad como dije en ese entonces.

—Yo lo sabía. —Otabek se rió, avergonzado. — Sé que...fui tu primera ilusión por así decirlo. Me sentí realmente halagado. —Yuuri acarició la mejilla de Otabek y se acercó a apoyar su frente con la de su amigo. — Lamento haberte quitado tus primeras veces, Ota, hubiese sido más especial si fuese tu destinado y no yo.

—No me arrepiento de nada, Yuu, yo también te quité tus primeras veces después de todo. —Yuuri dejó un pequeño golpe en el pecho de Otabek por la vergüenza y asintió.

En la adolescencia de ambos, cuando Otabek tenía dieciséis y Yuuri dieciocho quisieron experimentar lo que era tener pareja, además de que Otabek estaba pasando por un duro despertar a causa de su obstinado y salvaje alfa, y por alguna razón, las feromonas de Yuuri le calmaban siempre.

Su primer beso fue apenas comenzaron su "noviazgo" si es que se le puede decir así, pues sólo había cambiado el título, ellos seguían igual que siempre, compartían cama, pasaban el día juntos, estudiando o lo que sea.

La primera experiencia sexual de ambos fue de la misma manera, ambos inexpertos pero curiosos, una cosa llevó a la otra y terminaron haciéndolo a consciencia. Tuvieron las precauciones adecuadas, fue una experiencia totalmente increíble para ambos, pero eso no se volvió a repetir pues a las semanas decidieron que su relación, no fue una relación de verdad. Sólo sumaron un par de besos y nada más.

Nunca tuvieron sentimientos profundos el uno con el otro.

Pero eso no evitó que siguieran siendo igual de unidos, se podría decir que incluso más. Ya no tenían nada que ocultarle al otro.

Esa noche, ambos volvieron a dormir abrazados, como siempre, cada preocupación en la mente de Otabek se desvanecían gracias a las suaves feromonas de Yuuri y Yuuri se sentía en calma con Otabek a su lado.

Muchas personas corrían de un lado a otro intentando salvarse de un enorme monstruo de dos cabezas que atacaba a diestra y siniestra el valle donde frecuentaban los semidioses. Otabek sin dudarlo desenfundó su espada y acomodó su escudo para ir a su enfrentamiento al igual que Ágape, pues Eros había querido ir a comprar unas cosas para preparar la cena de los tres ese día.

Eros estaba en grave peligro.

Mientras, la pelinegra corría lo más rápido que sus pies descalzos le permitían, había logrado salvar un par de niños perdidos de las furiosas llamas de aquel extraño ser y a una mujer que lloraba la pérdida de su amado bajo los escombros.

Al ser una semidiosa que fue enseñada con amor, jamás tuvo la necesidad de aprender técnicas de combate y en ese momento, cuando sus finos ropajes de seda blanca estaban teñidas de sangre de inocentes se arrepentía. Al menos hubiese podido salvar a más gente.

Gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas. Impotencia. Dolor. Angustia.

Personas que vivían felices ahora mismo lloraban la pérdida de un hijo, madre, esposo, abuelo y ella no podía sino llorar y rezar para que alguien fuese a su rescate.

Con una mirada llena de decisión se quitó su largo faldón blanco quedando sólo con el tapadillo que tenía debajo y tomó una de las espadas de un soldado caído. Sus rojizos ojos brillaban de ira, ira dirigida aquel ser que teñía sus garras de sangre.

De gente que ella se encargó de proteger espiritualmente.

De su gente.

La espada que tenía pesaba, pero eso no fue impedimento para arremeter contra una de las piernas del ser aquel, logrando hacerle trastabillar, este quiso lanzarle fuego pero Eros fue mucho más rápida y logró esquivarlo. Las heridas de sus rodillas ardían, su rostro tenía un pequeño corte, pero ella estaba decidida a detenerle. Sus votos con los humanos le impedían asesinar a algún ser, pero al menos podía detenerlo hasta que alguien llegase a su rescate.

Cuando el enorme monstruo quiso arremeter contra Eros con sus enormes y filosas garras mientras su cola con púas seguía causando más daño, la tan conocida espada con incrustaciones azules le rescató. Ágape había llegado.

Un grito de guerra resonó en todo el lugar en llamas y luego el desgarrador alarido del monstruo. Corban lo había derrotado.

O eso creyeron.

Aquel ser, ahora sin corazón gracias a la fatal herida que le dejó Corban, con sus últimas fuerzas dio un zarpazo en contra de la misma criatura que causó su muerte.

¡Corban! Gritó Eros, siendo detenida por Ágape. La criatura se giró en dirección a la pareja y trató de darles con coletazo con su último aliento y mientras el albino de cabello blanco estaba dispuesto a detenerle, sangre salpicó su rostro, dejando a la pareja horrorizados al ver como una de las enormes púas había atravesado el cuerpo de Corban.

Se sacrificó pues sabía que Ágape no reaccionó a tiempo, hubiesen sido heridos de igual manera. Por eso, prefirió ser un escudo humano y salvar a sus amigos, su única familia.

¡No! ¡Por favor, no! ¡Corban! Corban sonrió un poco mientras quitaba su arma homicida de su pecho y cayó de rodillas al suelo. De aquel monstruo sólo quedaba el cadáver. Habían protegido a Eros y al resto del pueblo, pero Corban.Corban...

E-Eros...Corban se giró como pudo, tosiendo un poco de su sangre que limpió a los segundos para no preocupar demás a Eros.

Ágape estaba en estado de shock, él se había dado cuenta que no hubiese podido revertir el golpe de aquel ser, pero jamás se imaginó que su amigo los protegería así su vida se perdiera en el acto.

Corban...Ágape se arrodilló frente a su amigo y rechazó la ayuda que iba a recibir. Sabía que ya no tenía salvación. No, hermano, no...

Eros lloraba desconsoladamente y también se arrodilló frente a Corban, este sólo le sonreía y también rechazó la adorable caricia que recibió.E-eros...Ágape...levántense...

La pareja así lo hizo, ambos lloraban aún sin creer que su amigo perdía la vida y ni el ser con más poder sobre la tierra o en el cielo se los devolvería.

Cumplí...cumplí con mi deber...Mi querida Eros está a salvo...mi hermano Ágape la cuidará, ¿verdad? El albino asintió mientras se limpiaba el rostro.

¡Lo prometo...!

¡Puedo curarte! ¡Por favor no nos dejes! Gritó la pelinegra mientras cerraba los ojos, dispuesta a hacer un intercambio de dolor, más " la voz" de Corban le hizo detenerse.

No lo hagas.Corban volvió a toser sangre y su vista se veía cada vez más borrosa. Se quedaba sin tiempo. Elevó una de sus rodillas, dejando sólo una en el suelo y su mano derecha se posó en su pecho, agachando la cabeza en dirección a Eros.¡Aún si no estoy en el mundo de los vivos, seguiré protegiéndote, me enfrentaré a mil demonios si así puedo volver a estar con ustedes...! ¡Sé feliz, Eros, Diosa de la seducción...! ¡Hazla feliz, Ágape, Dios del amor incondicional...! Nosotros...nosotros nos...volveremos a encontrar...en otra...v-vida...

Apenas terminó de balbucear sus últimas palabras, el cuerpo sin vida de Corban cayó al frío suelo, el grito desgarrador de la pareja se escuchó hasta el mismo paraíso donde Hera y Afrodita estaban. Hera lloró en silencio mientras su amada le consolaba, ambas sabían lo que había sucedido.

Hera acogió el alma de Corban con sus manos y luego Afrodita puso las suyas propias sobre las de su pareja.

Cuando sea el momento volverás al lado de Eros y Ágape...y te daré la oportunidad de ser feliz con tu sirena de bellos cabellos dorados, por ahora, eres libre, Corban, protector de dioses.

Por otro lado, Eros y Ágape hicieron un pequeño funeral personal en el estanque donde Eros y Corban conocieron a Ágape, pusieron una corona con las mismas flores que le llevaba a su sirena y su espada como lápida.

Aún cuando la noche los acogía y Ágape fue a atender el llamado de su madre Artemis, este le hizo prometer que se fuera a casa para que no estuviese en peligro, cosa que Eros hizo.

Pero llena de porfía y dolor en su corazón, Eros se las arregló para volver a la tumba de su amigo. Volvió a llorar a mares, hacía unas horas los tres estaban planeando una bonita cena y ahora...

No será lo mismo sin ti...Eros dejó un pequeño beso en la espada de su amigo y luego se recostó con gracia a un costado, como si le estuviese mirando, aún con los ojos llenos de lágrimas, Eros ocupó su brazo como almohada y esa noche durmió al lado de su amigo.

La última noche que dormirían juntos.

Yuuri despertó exaltado por aquel sueño, últimamente se le hacían cada vez más comunes, sobre todo porque ese "Corban" tenía el rostro de Otabek. Realmente por un momento vio morir a Otabek frente a sus ojos.

—Mh...¿Yuuri? ¿Qué pasa? —Murmuró con voz ronca el kazajo, completamente ajeno al angustiado rostro del pelinegro. Sólo cuando este último se le tiró encima para abrazarle fue que despertó por completo y le abrazó preocupado.

—Tuve un sueño terrible...no puedo quitármelo de la cabeza. —Ambos se sentaron en la cama mientras Otabek trataba de calmar a Yuuri con sus feromonas, cosa que logró al cabo de unos minutos. — Te vi morir...

—Yuuri...eso no pasará, estoy aquí contigo...siempre lo estaré. —Los ojos de Yuuri se volvieron a llenar de lágrimas y asintió, abrazando una vez más a su amigo.

Ambos estaban perdidos en sus pensamientos, el sueño de Yuuri, los confusos sentimientos de ambos por sus destinados. Todo era un caos y necesitaban arreglarlo todo.

—Es hora de que me levante y no puedo contigo sobre mis piernas, Yuu. —El japonés se negó a soltarle, no quería dejar ir a Otabek, el sueño le había dejado realmente mal. — Yuu...

—Aún es temprano, tu turno comienza al medio día...—Fue la respuesta del astuto japonés sin aflojar siquiera un poco su agarre.

—Debo ir a hablar con alguien...es un tema importante.

—¿Es por el tema súper secreto del que no me quisiste decir anoche? —Otabek asintió y Yuuri suspiró alejándose sólo un poco.

— No es que no confíe en ti, pero...este es un asunto delicado, ¿Lo comprendes? Estoy realmente confundido en estos momentos, trato de guiarme por mi instinto porque ya...ya no sé que pensar.

—Quizá sólo lo piensas demasiado, Ota...hay cosas que se ven complicadas pero la solución es fácil.

Ambos se quedaron en silencio y Otabek asintió mientras que, con un poquito de fuerza, invirtió las posiciones, dejando a Yuuri recostado de espaldas en la cama el kazajo se levantaba con una sonrisa triunfante al lograr levantarse de la cama.

—¡No es justo! —Gritó frustrado pero divertido el japonés.

—Se...se sintió muy real.

—En serio, anciano, ya me estás preocupando. ¿Cómo que viste morir a Otabek por un monstruo? Te juro que estoy por llamar al médico y que te deje aquí un par de días más.

El albino chistó la lengua, frustrado de que ni su hermano parecía creerle y es que ese sueño se sintió demasiado...real. El rostro de aquella bella mujer de grandes ojos rojos era el mismo de su sueño anterior, y el chico que vio morir bañado en sangre era igual a Otabek.

Suspiró mientras se terminaba de colocar el abrigo para poder salir al fin de ese tétrico lugar, los hospitales nunca fueron de su agrado después de todo.

Yuri le iba afirmando pues gracias a los pequeños sedantes que le daban para que pudiese dormir bien y sin "pesadillas", le mareaban un poquito. Al salir del hospital, una motocicleta negra bastante conocida para Yuri fue lo que vieron y a Otabek recargado en ella con una seria expresión.

—¡Beka!

—¿Cuándo planeabas decirnos la verdad, Viktor Nikiforov, oh gran Alpha de la manada de San Petersburgo? —Los hermanos palidecieron de pronto, no podían negar nada a esas alturas, Otabek era demasiado astuto para eso.

—¿Yuuri no...?

—No, no lo sabe. —Interrumpió el kazajo y apenas se acercó a los hermanos, ambos abrieron muy grande sus ojos al sentir las tan conocidas feromonas de Yuuri impregnadas en Otabek, ninguno quería imaginar lo peor pero los aromas mezclados hizo pensar demás tanto a Viktor como a Yuri.

Otabek ni siquiera había tomado en cuenta aquel detalle.

—Hueles a Yuuri...—Comentó el albino con la respiración algo agitada, su lobo le pedía salir y romperle la garganta al kazajo, y claro, su parte racional quería evitarlo a toda costa.

—Anoche no se seguía sintiendo bien y dormimos juntos. Sólo dormir. —Acotó el kazajo con una ceja alzada. — Al parecer tienen pensamientos más retorcidos de los que imaginé, tú también, Yura.

—Pero Beka, ¿Qué quieres que piense si llegas apestando a ese...? —La seria mirada de su destinado le hizo quedarse en silencio.

—No vengo a discutir sobre las cosas que hago con Yuuri, vengo a advertirle algo al querido Alpha de la manada. —Viktor también le miró con seriedad y ambos alfas comenzaron a desprender feromonas territoriales para ver cuál era más débil y poder doblegar al otro. — Más vale que le digas la verdad a Yuuri o no seré amable contigo.

—Beka...—Otabek gruñó desde el fondo de su garganta, ni siquiera sintiendo las feromonas de pánico que estaba soltando el omega menor. — E-el festival de luna es la próxima semana...

—En estos momentos poco me importa, pero si Viktor no le dice la verdad a Yuuri antes o durante el famoso festival...pediré los papeles para abandonar la manada y me llevaré a Yuuri conmigo así tengamos que ser unos NN. 

¡Hola mis queridos lectores! 

Antes de, ¡FELIZ AÑO NUEVO! Quería publicar este capítulo antes de Navidad pero, como algunas/os debieron leer, yo soy fan del grupo SHINee y la noticia me afectó mucho, por más de que traté de que no lo hiciera, pero aquí está el tan esperado capítulo.

Quiero agradecer a mis amados botoncitos que aún se dan el tiempo de leer esta historia, así es, ustedes son mis botoncitos <3. 

¿Qué opinan de este capítulo? ¿Raro? ¿Era lo que esperaban? ¿mejor? ¿Peor? 

Quiero confesar que estuve tentada a que Otabek y Yuuri se besaran, pero no iba al caso, de cualquier modo entre mañana y pasado actualizaré "Ups!" para no quedarme con las ganas de un poquito de OtaYuu aslkjd, es que los amo. 

Bueno, no los aburro más, de seguro tienen más historias que leer, espero al menos haberles sacado una sonrisa con mi actualización.

Nos vemos.~

Gigi.

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