Cuatro.❜

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"Él vive por amor, ama su droga,
a su bebé también"
- Shades Of Cool.
- Lana Del Rey.

♡❜

- El omega travieso se revolcaba sobre las sábanas mientras que la más dulce melodía contagiaba de alegría a su alfa.

—¡SungHoon! ¡S-suéltame!—Pedía a gritos mientras la sonrisa de su amante se agrandaba en su joven rostro. La víctima se deshacía en risotadas y pataleaba lo más fuerte que podía.

—No, Sannie. Aprenderás a no jugar con mis sentimientos.—Amenazó inmune a los ojos de perrito de su omega para chantajearlo.

De la nada, el muchacho frunció la cara en una clara mueca de dolor y gimió adolorido.

—¡Ah! ¡Hoon!—Sostuvo su abultado vientre mientras se retorcía en la cama.

El alfa explotó en nervios y saltó fuera de la cama, acuñó con sus manos la cabeza de su novio y empezó a desatar su dulce aroma.

—¡SungHoon, mi bebé!—Volvió a retorcerse aferrado al caparazón que protegía el fruto del amor de la inexperta pareja.

♡❜

SungHoon mantenía sus puños cerrados mientras permitía la entrada al omega en su cabaña trasera. El lugar estaba polvoriento y los yesos se descarapelaban por dentro, la luz solar reflejaba moléculas de suciedad que flotaban alrededor de la sala y se concentraban en los muebles cubiertos con amarillentas sábanas.

El muchacho observaba el deplorable desastre de su casucha, repasando con sus ojos y aspirando el olor con su nariz fruncida. Su mirada parecía estar juzgando la forma en la que mantenía la cabaña.

—Es todo lo que puedo ofecerte, de todas formas esto hubiera sido a lo que te hubieras enfrentado al comprar una casa en una página de internet como si fuera ropa.—Él en serio hacía un esfuerzo por no ser un idiota con la gente, pero era directo y si la gente no podía soportar el peso de sus palabras, no era cuestión suya tratar de disipar sus asertivas palabras.

—Honestamente no es tan malo.—Admitió.—No hay ratas en en el piso así que tiene puntos extras.—Dijo encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa.

Pero en realidad no lo era. Su padrastro era un desgraciado alcohólico que se molestaba en cambiar las bombillas fundidas de luz con suerte un mes después, el inútil no notaba la falta de luz porque se la pasaba dormido y con resaca, acostumbrado a oscuridad que no perturbara sus migrañas. Ni-Ki no tenía demasiadas opciones más que adaptar sus días a las penumbras, porque el hombre despertaba agresivo todas las semanas si su hijastro se atrevía a colocar o descolocar algo en la que ya reclamaba como su casa.

Ratones y cucarachas solían arrastrarse esporádicamente sobre los cochambres de la cocina, y el baño principal albergaba antihigiénicos condones usados mal tirados sobre el bote de basura. Recuerdos de la gente que el tutor legal solía meter los fines de semana con el fin de apostar y conseguir algo de dinero para sus vicios.

El adolescente sabía que su habitación en aquella casa era el único rincón en el mundo donde se mantenía a salvo, con la ya deslavada pintura azul que su abuela había pintado para él. Las ventanas siempre abiertas permitiendo entrar el fresco olor provincial para que esparciera el pestilente olor a humedad que residía en la planta baja. El polvo no era invitado y los animales desconocían la existencia de tal lugar porque Ni-Ki se encargaba religiosamente de limpiar y mantener pulcra su habitación. Una gota de sol en la tormenta.

Por eso ahora, inspeccionando el agrandado rincón que le proporcionaban, el omega se imaginaba como sería mantener una vida con eterno olor a manzanilla y canela de aquellas velas con las que solía darse lujos de vez en cuando. Se imaginó a sí mismo disfrutando las mañanas con pan recién tostado y mermelada, el atrayente olor a café con leche y el sol saludándolo como un cercano amigo.

No era tan malo después de todo, era entendible que estuviera un poco descuidada, pero después del nido del que había escapado, la realidad para él se mostraba mucho más cruda y deformaba su perspectiva de lo que era "sucio" o "desastroso". Era de entenderse que un alfa, por lo que había visto, adinerado, considerara otras viviendas como pequeñeces en comparación a su grande y bonita casa campestre.

—¿Me estás tomando el pelo?—Preguntó a la defensiva SungHoon.

—¿Por qué lo haría?—Cuestionó en desasosiego el otro.

—Dime que no vivías en un orfanato o cosas de esas, los huérfanos no suelen ser de fiar.—Bien, que el hombre tuviera intereses que cubrir y que lo beneficiaban dándole un techo por los próximo ocho meses no significaba que le cayera del todo bien. Era altanero, algo irrespetuoso, hostil y prejuicioso. La clase de persona que se sienta en su nube de privilegios y culpa a los demás por no ser como él.

Si no fuera porque justo ahora tenía problemas más grandes que crecían dentro suyo, se hubiera visto afectado por tal comentario. Pero su cuero de acero era ya inmune a insultos, intencionados o no, e incluso denigrantes apodos como 'Zorra' o 'Busca penes'. Lo ignoró y se dejó guiar por él para conocer su mejorable rincón.

Tres habitaciones, dos plantas y dos baños, una cocina integral con un refrigerador mediano y el único comedor en la misma. La sala era pequeña pero tenía un enorme librero polvoriento y una tele plasma muy pequeña, poco más grande que la pantalla de una PC. Los muebles seguían en buen estado y simplemente era cuestión de desalojar las máquinas de ejercicio, las podadoras descompuestas y demás pertenencias del alfa.

—Llevaré todo esto a un depósito mañana, pero podrás dormir aún así en la recámara principal. Tengo una cama ahí.—Aseguró. Ni-Ki asintió y fue detrás de él hacia la planta alta. Estaba al final del pasillo su recámara, justo pasando el baño y con la puerta de un color más oscuro que el resto de las maderas usadas en las habitaciones. Abrió la puerta con su juego de llaves y maldijo al ser recibido por el vacío total.—¡Maldita sea! Se me olvidó que le regalé la cama a SuNoo y a JungWon.

Estaba la recámara con apenas una cómoda de puertas blancas. Una puerta que lo conectaba al baño de a lado y más moléculas flotando en el aire como si fuera una piscina veraniega.

—Puedo dormir en un sofá.—Sugirió.—Sólo necesitaría unas mantas.

—Los sillones los acomodé detrás de las corredoras y las máquinas de ejercicio, tomará un día entero desenterrarlo de allí.—Contestó mientras pasaba sus manos por su pelo.

—Supongo que el suelo está bien, pero sigo necesitando las mantas.—Recalcó.

El alfa era un desgraciado imbécil sin corazón, frío y calculador así como apático. Pero nunca dejaría que un omega, en especial el que cargaba al niño que adoptaría dentro de unos meses, durmiera en el piso como si fuera un vil vagabundo. Bueno, tampoco era una cruel persona.

—Puedes dormir hoy en la casa, mañana llamaremos a un depósito para que recoja las cosas de aquí.

—¿En serio?—Preguntó el omega sorprendido.

—Sí, vámonos ya.—Dio la vuelta y cerró la puerta.—Está anocheciendo y mañana tengo que despertarme temprano.

No esperó a una respuesta por el menor, sólo retomó su camino fuera de la casa escuchando las ruedas de la maleta. El camino a su casa era cercano pero lejano, estaba al alcance perfectamente pero lo bastante alejado para poder conservar esa tranquilidad y soledad que anhelaba.

El mismo sillón donde estuvo llorando en la tarde se encontraba una hora después dispuesto con las mantas pedidas por el omega. Había un cojín en el brazo del mueble que acunaba suavemente su comúnmente adolorido cuello.

Eran tan sólo las diez de la noche pero el alfa parecía ser estricto con sus horarios, Ni-Ki se preguntaba mientras miraba el escarchado techo de la sala, si era esa la razón del por qué su cara era tan perfecta y libre de ojeras.

Acarició su todavía plano vientre como un auto consuelo, para que sus caricias durmieran a ambos tras tan estresante día.

♡❜

Estaba sentado en el mullido sofá viendo el noticiero en tanto tomaba un café amargo. La puerta del pequeño apartamento se abrió a sus espaldas y los ligeros pasos de su novio se acercaron con cautela.

SungHoon lo ignoró, levemente resentido.

—¿Hoon?—Se atrevió a llamar la cariñosa y temblorosa voz.—¿Sigues enojado?

Mantuvo la mirada sobre las imágenes de un choque en la ciudad. Negó con su cabeza sin verle a los ojos, sin embargo.

—No, San. Ya te dije que puedes volver a dormir.

Sintió un leve hundimiento a su lado y los flacuchos brazos se colgaron incómodamente a su cuello. El aroma a chocolate mentolado lo atacó de inmediato y relajó sus músculos al oler la tibia leche que se mezclaba con el dulzón olor.

—Era una broma, amor. Sé que estuvo mal jugar con algo tan serio como nuestro pequeño, pero no lo volveré a hacer.—Suplicó con un puchero.—Vuelve a la cama con nosotros.—Picoteó sus mejillas.

El alfa no pudo resistirse más, cargó al omega sobre su regazo y hundió su nariz aspirando el paterno aroma. Se levantó con el ligero peso en brazos y caminó con él hacia su habitación después de apagar la televisión.

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