𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Por favor, recuérdanos.

Sentada en el borde de la cama, podía ver las cortinas levantarse por la brisa fresca que se adentraba a la ventana. Mi cabello estaba amarrado, hermosamente amarrado y recogido. Mi flequillo estaba de lado, aún así, bloqueaba el visual para la cicatriz de mi oreja que tanto me avergonzaba mostrar al mundo. Suavemente lleve las yemas de mis dedos ahí, la piel se sentía diferente, me daba escalofríos tocarme, pero cada ves que lo hacía, sentía tristeza, un sentimiento de rencor y traición. Unos ojos, unos grisáceos ojos azulados y pequeños, me miraron atemorizadas. La veía mirarme con vergüenza. ¿Ella había hecho eso? Si, esa chica encima de ese tejado con su hoja ensangrentada me había hecho eso. Parpadeé, mirando aún lado del borde de la cama, donde había un traje tendido. Era hermoso, largo y crema, resaltaba con mi piel, lo sé porque ya lo había probado con emoción, por saber cómo me vería esta noche, en la gala de los Guerreros que saldrían dentro de poco a pelear por un territorio que no les pertenecía. Así era la guerra, fría e injusta, pero más, inhumana. Suspire, tocando el traje, me lo ponía con suavidad, acomodándolo en mi cuerpo. Se ajustaba a la perfección, mientras que me miraba al espejo, notaba como mis ojeras disminuían.

Me veía diferente, me veía viva, pero con un vacío que me hacía sentir, muerta. La delgadez ya no se veía tanto, mi vida aquí era diferente, el problema es, que no recordaba cómo era mi vida allá. Si era así, si era peor, o mejor. Lo único que se, es que me daba miedo recordar lo qué pasó, para que yo llegara hasta aquí. Poniéndome los zapatos, vi encima del tocador aquella carta algo estrujado y cerrada, incluso amarillenta. No sé cuánto tiempo llevaba desde antes que la tuviera, solo se que en estos tres años, no la había abierto, a pesar de que tenía mi nombre y recalcaba que era para mi, estaba ahí sin abrir. Me acerqué, recogiéndola y sintiéndola en mis manos. Mi madre me había escrito esta carta, lo sabía, porque recordaba que era así, aunque no recordaba quien me la dio y porque lo hizo, solo se que sentía que era así. Me apenaba el saber, que había un hombre que era dueño de mi apellido. ¿Donde estaba él? ¿Vivía? ¿Me extrañaría? Reiner dice que ese hombre, era un demonio, por su manera de pensar y que sin duda, era un padre. Me contó que una ves, hizo lo imposible, posible, solo para llegar a mi. Si fue así, ¿por qué no ha intentado de llegar a mi? Podría pensar que estoy muerta, ¿pero y si piensa que no lo estoy? ¿Qué prueban tendrían ellos de pensar que estoy muerta?

—Si eres incapaz de sacrificar algo, nunca podrás cambiar nada. Y eso, te lo enseñe desde que eras una niña. La misma que se quedó solo conmigo cuando era solo una bebé, la misma que solo me necesito a mi en estos años. ¡No he fallado, porque aún sigo aquí como el padre que soy!—mis ojos se humedecían, escuchándolo

—Erwin.—pronuncie su nombre, mi boca se sintió pesada al hacerlo, al pronunciarlo, hasta que unas leves tocadas en la puerta me hicieron levantar la mirada.

—¿Todo bien?—los ojos de la señora Karina me miraron, dándome un brillo que se reflejó en su hermosa sonrisa. —Luces hermosa.—me halago, en un intento de sonrisa, termine sentada en el borde de la cama, suspirando frustrada.—¿No te gusta?—me preguntó, sentándose aún lado de mi.

—No, no es eso.—expresé, aún sosteniendo la carta en mis manos.—Siento que, estoy haciendo algo mal.—articule, mirándole.

—Cariño, recuerda que tu corazón pertenecía a alguien más, pero no significa que estás fallando. Lo que sucede, no es tu culpa.—expresó ella.

—Pero, ¿si esa persona vive, qué pasará con lo que sentía por mi?—le pregunté curiosamente.

—A veces, hay que dejar ir para saber, si realmente es amor verdadero.—decía.—Si el amor entre ese joven y tú, es verdadero, volverán a encontrarse, ten fe.—añadió, sabiamente.—Porco es un caballero, de que respetará tu decisión, pero eso no impide que tengas que quedarte aquí. Ve, baila, mira las estrellas y brilla con ellas, al final, tú corazón te dirá si debes mirarlo o si debes resguardarte.—sonreí, realmente Porco desde que llegue, había sido un caballero conmigo.

—Gracias, señora Karina.—musité, abrazándola de lado, ella había hecho mucho por mi, me importaba, pero en ese abrazo, solo vi unos ojos claros como el cielo y un cabello color cobrizo.—Siento que, alguien también me trataba como si fuera una hija. Quizás, debe ser una de esas personas que no recuerdo, pero Reiner no me hablo de nadie que me tratara así.—comente, intentando de recordar, pero mi mente se nubló.

—Estoy segura, que cuando abras tu corazón, dejarás que ese dolor te abrace y así, recordaras y sanarás lo que no has podido sanar.—dijo, levantándose de la cama.—Eres joven, puedes enmendarlo todo. No seas como yo, ya no puedo arreglarlo.—opinó, avergonzada y mirando hacia atrás ante escuchar los pasos, reflejando a Reiner en el margen de la puerta.—Reiner.—le llamo ella, notándolo vestido de una manera elegante.

—Luces hermosa. Porco tiene suerte.—expresó, no había vagues ni tristeza en su voz, de hecho, parecía sentirse aliviado.—¿Ya nos vamos?—me preguntó, para asentir y levantarme de la cama.

—Si, claro que si.—respondió Karina, alentándome acercarme a Reiner, a quien le presté mi mano para sujetarme de su brazo.—Quiero que disfruten, quiero que olviden que irán a una tonta guerra.—decía ella, acompañándonos por las escaleras.

—Ainara no irá, mamá. Se quedará aquí contigo, tú la cuidarás.—indicó Reiner, viendo como si madre nos abría la puerta.

—Siempre la cuidare, como debí cuidarte a ti.—una leve pausa en su voz, se noto por sus ojos humedecidos, Reiner evadió su mirada, sentido con ella por cosas que solo podían entender entre ellos.

—Basta mamá, olvídalo.—pidió él, sin entender el sufrimiento que ella debía sentir, intentamos avanzar, pero Karina lo detuvo, dándole un corto abrazo que Reiner no accedió en darle.

—Si hubiera sabido que tu vida sería limitada, jamás hubiera hecho lo que hice... —murmuró ella en su oído, mientras que Reiner no dijo nada.

—Buenas noches mamá, no nos esperes.—pidió Reiner, sonreí ante eso, viendo a la señora Karina despedirse con la mano, mientras que él y yo caminábamos por la acera.

—¿Estás bien?—le pregunté, notándolo tenso, él asintió rápidamente, parecía estarlo.

—Me alegra que estés aquí, pero tengo claro que el día que recuerdes, querrás irte, aún así, agradezco que todo este tiempo me hayas acompañado, Ainara.—musitó, en medio de la noche estrellada que nos acompañaba.—Por cierto, feliz cumpleaños, floja.—añadió.

No dije nada. Me quede en silencio junto a él. No estábamos incómodos por la cercanía del uno al otro, sus ojos me miraban con un profundo amor que solo él entendía, pero más allá de eso, había una cadena envuelta en nuestras manos. El sentimiento de amistad, nos amarraba el uno al otro. La confianza, el cuidado y la seguridad que nos dábamos, parecía haber estado desde años atrás. Con todo y eso, Reiner fue lo primero que vi cuando desperté de un largo sueño hace tres años. Sonreí, conmocionada por su felicitación, creyendo que lo había olvidado, me hizo saber y entender que no fue así. Hacía frío, pero su cercanía me daba calidez. Me aferré más a él. Podía verlo, podía ver imágenes de él junto a mi, en algún lugar que anduvimos por mucho tiempo. Pero, este leve frío que sentía, me hacía recordar a un frío más intenso y apegado. Estábamos envueltos en varias chaquetas, mientras que mis pies se hundían en la nieve, Reiner me acompañaba. Parpadeé, dejando las imágenes atrás, para así ver el establecimiento donde se estaría emitiendo la gala para los Guerreros. Era un tipo de agradecimiento por las labores que ejecutarían para defender a su pueblo, no solo Liberio, donde la mayoría de los pueblerinos con la sangre de Ymir vivían, si no, a todo Marley. Me apreté contra Reiner en cuanto visualicé a varios rostros conocidos mirarnos.

—Tranquila.—me pidió él, mientras que veía como alrededor corrían esos niños.

—¿Tú crees que es buena idea que estén aquí? ¿Qué ellos quieran ser portadores de un titán?—le pregunté a él, antes de que aquellas personas empezaran acercarse a nosotros, estaba nerviosa.

—No. No lo creo, pero no puedo oponerme... —murmuró, sintiendo como esos niños se enredaron con nuestras piernas, abrazándonos.

—Falco.—musité su nombre, acariciando su espalda, él me abrazó fuertemente, mientras que Gaby se refugiaba en Reiner, celosa por mi atención al dulce niño que me recibía con tanta ternura.

—¡Feliz cumpleaños Ainara!—me deseo Falco, emocionado y sonriendo.—No pudo traerte nada, pero mi abrazo es el regalo perfecto para ti. ¡Y... luces hermosa!—reí ante la peña en sus mejillas coloradas.

—Oye Falco, ella no es tu cita de gala, no querrás que el señor Galliard se moleste, ¿o si?—levante la mirada, viendo aquel joven hombre con él mismo físico que el tierno niño a mi lado.—Ainara, ¿cómo estás?—se preguntó Colt, llegando hasta a mi para saludarme con la mano.

—Colt, me alegra que estés aquí. No te había visto por ahí.—expresé, mientras que los niños se acercaban y abalanzaban a Reiner, le querían.

—He estado ocupado con el señor Jaeger, aprendo de él, si quiero ser el portador del titán bestia, debo conocerlo más a fondo.—decía, por lo cual asentía, Colt era estupendo, muy tierno como su hermano menor Falco.—O, feliz cumpleaños Ainara.—me deseo, tocando mi hombro, asentí agradecida para sentir como mi cuerpo empezaba a tambalear de los nervios en cuanto lo vi acercarse a mi.

—Parece que todos están aquí.—la voz de Pieck se dirigió a mi, ella yacía aún lado de Porco quien se quedó mirándome con detenimiento, él sostenía algo en sus manos, pero las tapaba con su espalda, curiosa miré.—¿Ya podemos entrar?—se preguntó ella, acercándose a mi para sutilmente abrazarme.—Mi querida y amargara Ainara, feliz cumpleaños.—dijo en mi oído, dándome un beso en mi mejilla, agradecida sonreí, hasta verla acercarse a Reiner y Colt, envolviendo ambas manos en sus brazos.—¿Qué? Mejor uno que dos.—me guiño un ojo, reí por su comentario subliminal, aunque los chicos se apenaron y dejaron de mirarla, yo sentí una mano en mi espalda baja.

—Luces hermosa.—susurraron en mi oído, girándome me topé no solo con una mirada detenida en mi, si no, con un hermoso ramo de rosas rojas.—Feliz cumpleaños, nena.—me dijo Porco, aceptando el ramo de flores y viendo a los demás entrar al local repleto de personas, abracé a Porco con una distancia respetuosa.

—Muchas gracias, Galliard.—agradecí, distanciándome de él para no aplastar el ramo.—No tenías porqué.—musité en un tono bajo.

—Me iré, nunca sabrás si volveré.—dijo, haciéndome caminar a su lado mientras que envolví mi mano en su brazo, adentrándome a la gala, donde varias personas bailaban y otras, comían en las lujosas mesas.—Todos te miran, luces espectacular. Pareces una muñeca.—expresó él, orgulloso, baje la cabeza sonriendo.

—Galliard, buenas noches, veo que estás muy bien acompañado.—levante la mirada, topándome con ese general, a quien Porco saludo formalmente.—Feliz cumpleaños, Ainara. Tanto Falco como Gaby, Udo y Sofía, no han dejado de hablarme de ti. Parece ser que eres su maestra favorita.—expresó, estreche mi mano a la cual él le dio un suave beso.—Espero que disfruten la noche. Hay alcohol, por si se les antoja.—dijo, levantando un vaso que sostenía, estaba lleno, un ebrio, ¿a quién me recordaba? Parecía familiar.

—No le hagas caso, ya está borracho.—comentó Porco, mientras que llevó sus manos a mi ramo de flores, dejándolo en una mesa, donde estaba Reiner sentado junto a Gaby, charlando ambos.—Vigílalas idiota, me costo mucho encontrarlas.—le pidió, pero Reiner hizo caso nulo a su petición.

—¿Cuando dejarás de tratarlo así?—le pregunté, viendo su ropa tan elegante, lucía bastante bien.

—Ya lo hago por avaricia.—respondió, sonriendo.—¿Me permites esta pieza?—me preguntó, estrechando su mano, miré a otro lado.—No bailaré con nadie más que no seas tú, Ainara.—dijo, notando como lo evadía.

—No sé bailar.—dije, avergonzada, él se rio.—¿Qué? ¿Crees que tengo tiempo de practicar pasos de baile? Le enseño a niños lo básico de la vida.—expresé, viéndolo aun reírse con su mano estrechada.

—Permíteme enseñarte, por favor.—me pidió, levemente accedí, sintiendo me su mano y la mía entrelazar.

Nuestros cuerpos se pegaron. Parecíamos ser sin duda el centro de atención. Me estaba riendo, me estaba riendo tanto porque estaba apenada de que todos me miraran en medio de este lugar. Sonreí, sintiendo como Porco me guiaba de una manera sutil, me daba vueltas y vueltas, me hacía sonreír, pero en medio de esa felicidad tan grande que me hizo sentir, algo más me agobio. Me aferré a su cuerpo, en esa melodía tan lenta. Sentí su mano en mi espalda, su mano estaba entrelazada con la mía y mi cabeza estaba en el hueco de su cuello. Lo quería, lo quería demasiado, pero no le podía sentir de esa manera, no podía sentir que lo quería más allá de cómo lo quiero. Su mirada era tan genuina, tan armónica y sincera, que me dolía no poder mirarlo de esa manera, porque cada ves que lo hacía, unos azulados ojos me bloqueaban. Aún así, la respiración de Porco chocó con mi rostro en cuanto despegue mi cabeza de su cuello. Él chocó su frente con la mía, aferrándome más a él. Había hambre en su boca, podía saberlo, pero mi corazón se hizo gigante cuando él, prefiero no hacerlo, prefirió simplemente, no acceder a besarme. Gracias, gracias por respetarme y ser un caballero, por aceptarme, gracias. Suspire, ambos nos distanciamos en ese tenso momento, mirándonos detenidamente a los ojos.

—No puedo quererte como tú me quieres, Porco.—le dije, sintiendo mis ojos humedecidos, note su cuerpo estremecer, pero él aún así, asintió.

—No importa.—me dijo.—No importa lo que sientas, yo siempre, te querré.—indico, llevando sus manos a mi mejilla.—¿Está bien?—me preguntó, mientras que las lágrimas bajaron por mis mejillas.

—Lo lamento, de verdad.—dije, sosteniendo su mano con la mía, para darle un suave beso.

—No lo lamentes. Estoy feliz de que al menos, hay alguien más allá que tiene tu corazón completamente.—expreso.—¿Quieres irte?—me preguntó, asentí temerosa por su actitud, pero él no parecía molesto. Andando, esto es solo un teatro. Nos veremos después, ¿esta bien?—asentí, dándome la vuelta.

—Porco.—lo llame antes de que pudiera irse, pero mi corazón se estremeció cuando vi sus ojos humedecidos.—Espero que algún día encuentres a alguien a quien quieras mirar para siempre.—desee, viendo su sonrisa.

—Ya la encontré y eso, nunca cambiará, nena.—me respondió, dándose la vuelta, pero aún así, fue visible para mi las lágrimas que cayeron al suelo.

—Lo lamento, de verdad lo lamento.—decía, mientras que mi cuerpo chocó con otro.

—¿Ainara?—Reiner sujetó mis brazos con sutilidad, pero levemente lo empujé, quería irme de aquí, porque mi corazón estaba palpitando con rapidez, yo no pertenecía aquí, no pertenecía aquí.—¿A donde vas?—me preguntó, mientras que salí por la puerta recibiendo la ventisca del aire; mi cabeza dolía, dolía demasiado.

—Me preocupó por ti. No puedo evitar el no hacerlo, lo sabes bien.—musitó, con su tono de voz tan sutil y neutral.—Pero, también es porque me he dado cuenta que lo que siento por ti es real, cuando noté que tu ausencia por solo dos días me estaba afectando. Imagínate si un día, tú te vas. Me preguntó, si podré soportarlo.—murmuro en un tono bajo, como si creyera que no le había escuchado, pero así fue, le escuché.

—No iría a un lugar donde tú no estés, Armin.—le dije, aún recostada de la puerta, era como si también lo sintiera.—¿O ha sido así?—pregunté.

—Creo que iba a volverme loco cuando vi cómo Reiner te llevo con él. Si te hablo con verdad, estuve apunto de desmayarme, pero no puedes esperar menos de un cobarde como yo. Solo se que, hice lo que hice para llegar a ti y no me arrepiento de nada, ni siquiera de los que murieron.—me decía.—Si alguna vez, alguien decide arrebatarte de mi, te voy encontrar. No importa lo que pase o cuantos años, siempre nos volveremos s encontrar, incluso si morimos.—recitaba en sus palabras tan sinceras, tan puras.—Ainara, de verdad quiero estar contigo.—me dijo, estaba nervioso, lo conocía por sus palabras trabadas y en cómo intentaba de sonar normal.—Te lo juro, que lo único que quiero en este momento, es eso; así que perdóname por ser egoísta, pero te necesito.—musitó, por lo cual en un impulso, lleve mis manos a su rostro para atraerlo a mi y besarlo.

¿Qué es esto?—me preguntaba ante tantas imágenes, tantos diálogos y voces azotarme en un momento, otra ves lo estaba escuchando, otra ves lo estaba pensando, ese maldito chico.

—¡Oye!—me giré bruscamente, viendo aquel barbudo hombre, no había notado que estaba ahí, sentado en ese banco frente al horizonte que mostraba el mar.—¿Qué haces aquí?—me preguntó Zeke, quien fumaba un cigarro.—¿Estás bien, por que estás temblando?—me preguntó.

—Hace frío.—respondí, escuchando las olas del mar llegar a la orilla, besando suavemente la arena.

—Te ves muy mal.—expresó, levantándose del banco mientras exhalaba el humo de su boca.—Ten.—él se inclinó en el suelo, abrí los ojos cuando sostuvo aquella carta, dándomela mientras la veía.—¿Aún no has leído esta carta?—me preguntó, por lo cual negué.—Deberías hacerlo.—opinó, dándomela.—Creo que en su momento, ella se arrepintió de volver aquí, pero, quizás esa carta explique sus intenciones. Nadie nunca los supo, ni siquiera yo, a pesar de haberla idolatrado tanto, era muy misteriosa.—decía.

—Si, siento que alguien más pensaba que ella era, misteriosa.—comente, sosteniendo la carta en medio de la fría noche, Zeke estaba parado frente a mi, mirándome fijamente.

—Esas personas al otro lado, han sufrido mucho. ¿Sabes?—me dijo, alejándose de mi, para dejarme algo desconcertada y confundida.—Mi hermano menor, ha sufrido mucho tu ausencia. No quisiera perderme el momento en que se reencuentren, creo que estará aliviado, después de todo, él te guío hasta acá, o eso me dijo.—levante una ceja.

—¿De qué estás hablando?—le pregunté, él se alejaba aún más de mi.—Oye, ¿qué significa eso?—le pregunté confundida, viéndole reír.

—Si los recuerdas, entenderás lo que te he dicho, pero mientras tanto, no puedo confiar en ti aún. Solo cuando recuerdes, te contaré mis verdaderas intenciones.—me respondió.—Lee la carta, y ten linda noche.—me deseo, yéndose por la acera.

—Idiota... —masculle, mientras que la brisa fresca del viento removía mi traje, yo sostuve la carta, quitándome los zapatos para bajar unos escalones y sentir la arena meterse entre mis dedos; suspire, abriendo la carta.

Querida Ainara:

Yo, realmente no sé cómo debería empezar a escribir una carta, a una niña que aún es una bebé. Mientras lo hago, te veo recostada en el pecho de tu padre. Pareces tener un fuerte amor hacia él, una conexión de padre e hija que nunca tuve. A pesar de eso, mi hermano y yo siempre sobrevivimos, lo hicimos a nuestra manera, solos. Me satisface saber que el hombre del que me enamore, será un excelente tutor para ti cuando yo, ya no esté. Lo sé, suena triste y feo, pero así debe ser aunque no quiera. A penas escribiendo esto, mancho el papel con mis lágrimas y de hecho, no sabes cuántos papeles he roto y arrugado, esperando tener las palabras perfectas para despedirme de ti, pero nunca podrá ser perfecto, porque no quiero decirte adiós. Ya había escrito esta carta antes, con un nombre diferente y nuevamente, se siente tan amargo y morboso tener que escribir una despedida a alguien a quien di vida. Como algún día un buen amigo me dijo, los hijos son de la vida, así que aunque no fuese ahora, tendría que dejarte ir.

Querida niña mía, vengo de más allá de los muros, donde la vida es cruel e injusta, como lo es aquí. Nací, criada por una generación que no cree en la paz, mucho menos en la esperanza. No tienes culpa de eso, tampoco yo, pero es así como ha sido durante los últimos dos mil años. Soy una guerrera de Marley, es ahí donde nací y me criaron para pelear, matar y dañar. Llegue hasta aquí, con una misión, pero mi vista del mundo cambió cuando conocí a estas personas que ahora no quiero dejar atrás, pero debo hacerlo, porque debo volver y cumplir con mi deber, solo me quedan unos años de vida, y estos, los ha disfrutado más que nada. Estoy escribiendo esto entre lágrimas, porque sé que habrán momentos donde querrás un abrazo, un consejo o una compañía, una que no podré darte. Yo, no sé mucho sobre citas, tampoco soy buena expresando mi cariño, pero sé que tú serás diferente, de hecho, serás mejor. Porque, siempre que despiertes, habrá un hombre que te abrazara y amara, siempre que necesites un abrazo, habrá alguien que ya estará esperándote para darlo. Si, Erwin será el mejor papá que podrás tener.

Crecerás, amarás y lucharás, estoy segura que serás una hermosa niña, porque tus ojos me llevan al primer amor que pude tener, una niña que como tú, no podrá tenerme y será injusto para ambas, pero ustedes podrán tener lo que mi hermano y yo tuvimos, porque no hay nada más bonito que tener a alguien que tiene una parte de ti. Por eso estoy feliz y agradecida, porque tengo dos partes divididas de mi corazón en dos niñas que serán genuinas, que aunque crezcan en este cruel mundo, vencerán y cuando llegue el momento de entender, lo entenderás todo Ainara. Tu nombre significa la llegada de la primavera y por eso, naciste en invierno, porque luego te convertiste en las flores más brillantes de la primavera. Te amo, te amo. Por favor, pelea, por favor, lucha. Este mundo es cruel, pero es hermoso cuando le encuentras significado. Y si sufres, esta bien, significa que estás viva Ainara, significa que estás avanzando y cuando leas esta carta, yo ya no estaré aquí, pero una parte de mi siempre estará contigo y con la niña a quien iré a buscar para que te encuentre.

Por favor, perdóname por tener que dejarte ir para salvarte del mundo, espero que cuando llegue el momento sepas, que tú madre te ama, hoy, mañana y para siempre. Y eso, nadie podrá cambiarlo ni siquiera aquí, o más allá de la vida que no conozco, no se podrá cambiar cuanto amo a las dos niñas que nacieron de mi, para ser de la vida. Annie, Ainara, su madre siempre estará en el corazón de la una y la otra, su madre siempre las amo, por favor, recuérdenlo.

—Con amor, su querida madre, Averly.

Lleve las manos a mi pecho, sintiendo un fuerte apretón en cuanto leí esas palabras. Mis tobillos se mojaban con la agua salada que llegaba a la orilla, mientras que baje esa carta. La brisa se sentía fría, muy fría como los recuerdos que punzaban en mi cabeza con intensidad. Lleve la mano a mi cien, apretando la carta fuertemente. Fue ella, fue por ella que estoy aquí y aún así, está muerta, ya no está nunca más. Maldita sea, ahora lo recuerdo, maldita sea. ¡Yo quería encontrar la verdad, sin importar lo que fuese a perder y aún así, lo perdí todo! Me estremecí, arrodillándome en el suelo arenoso, donde el agua mojaba mis rodillas y muslos, humedeciendo mi traje. Lleve  mi mano temblorosa a mi boca, un sin fin de vagas imágenes atravesaron mi mente. Un hombre, la puerta se abría constante y él siempre estaba detrás de ella. Cabello rubio, ojos azulados que apretaron mi pecho cuando me abrazaba fuertemente. Apretaba la carta más fuerte, porque a medida que pasaban las imágenes, seguía viéndolo. Una sonrisa, un sentimiento, era un amor fuerte. Veía las imágenes, como también la ausencia de su brazo izquierda le faltaba, pero seguía viéndole. Él luchaba valientemente, luchaba junto a las personas que lo seguían si  vacilar. Ahí estaba, tirado en un tejado, moribundo mientras que todo se deterioraba.

—No la necesité a ella. Tampoco te necesitaré a ti.—masculle, para verle girarse y mirarme de reojo.

—Te vas arrepentir de esas palabras el día en que me necesites y ya no puedas tenerme.—murmuro, haciéndome sentir una presión en mi pecho, denegué, para pasar por lado del capitán.

No lo recuerdo, ¡no lo recuerdo!—gritaba, mirando el horizonte, sintiendo una presión en mi corazón fuertemente, mientras que las voces se mezclaban unas a las otras, al igual que las imágenes tan fuertes.

—Mi nombre, es Reiner Braun. No nos habíamos presentado.—musitó él, mirándome fijamente, pero yo continué comiendo, hasta que vi como estrechó su mano.

—¡Oye, feliz cumpleaños copito de nieve!—me deseo Jean, y pasmada sonreí cuando vi cómo Marcó también se inclinaba ante mi.

—Oigan amigos, traje algo de carne del almacén de oficiales.—abrí mis ojos grandemente cuando fije mi mirada en Sasha, y en cómo ella abría su chaqueta, mostrando ese delicioso trozo de carne.

—Ustedes son mi familia. Lo menos que puedo hacer por ustedes, es ayudarlos como la han hecho conmigo.—musitó Marco.

—Prométeme algo.—me pidió el capitán Levi, así que lo miré con detenimiento y escuché.—Nunca dejarás que te alcancen.—sus palabras atravesaron mi corazón de una manera fría, dejándome afligida.

—No importa lo que pase. Yo siempre estaré a tu lado.—me dijo Mikasa, mientras que miré el margen de la puerta del comedor, donde vi a Eren mirarnos.

—Ainara, muchas gracias, por ser la amiga que necesito.—bajo la cabeza, apenado, él era igual de sentimental y sensible que yo, quizás, por eso nos entendíamos tan bien.

—Aún así, te amo.—me tensé, incluso él cuando supo lo que había dicho, mis ojos se abrieron grandemente, tanto que no pude responder ni siquiera a lo que había dicho.

—Tú también importas.—artículo Jana, abriéndose paso con los demás.

—¡Si, así es! ¡No creas que solo eras amiga de Reiner y Berthold!—Connie se sujeto de mi, dejándome con ganas de llorar nuevamente, ellos, eran mis amigos.

—¡Primero, tenemos que ir a ver el mar! ¡Toda esa agua salada en el horizonte, existe, es real!—sonreí, escuchando a Armin, tan animado.—¡Ya lo verás Eren!—le decía.

—Te equivocas. Nada es, ni será más importante, que la vida de mi hija.—expresó.

—No sabes cuanto te adoro.—esbozo, me aleje de ella, presenciando aún la bruma de fuego.

—¡¡Armin!!—esbocé un desgarrador sollozo.—No me dejes, Armin. ¡¡Despierta!!—gritaba al vacío de un lejano sueño.

—¡¡Por favor, no te entrometas!!—me pidió, mientras que negaba mientras mis lágrimas se deslizaban, giré mi rostro para ver a Armin.—¡¡Él te hubiese escogido a ti, lo hubiera hecho!!—me decía llorosa, rompiéndome el corazón con eso.

—¡¡Tú también lo sabes perfectamente, sin el comandante Erwin, la humanidad está perdida!!—exclamó el capitán Levi, mirando a Mikasa.

—Adiós, papá.—me incliné, besando su mejilla, notando como el capitán Levi bajo la mirada.—Está bien. No estoy molesta, esta bien... —expresé en su oído.—Ya puedes irte. Yo, buscaré la verdad.—articule, levantándome del suelo.

—¡¡Por favor, recuérdanos!!—me grito una fuerte voz en mi mente, para yo soltar un fuerte sollozo, lleno de agonía y dolor.

—¡¡Eren!!—grite.—¡¡Eren, te recuerdo Eren!!—solloce bajando la cabeza mientras golpeaba el agua, mojando la carta. —¡¡Ah!!—grite más fuerte.—¡¡Papá, papá!!—mis lágrimas bajaban por montón, analizando el hecho de esta horrible y cruel realidad.—¡¡Papá no te pude salvar, persóname!!—gritaba, mientras que el agua caía en mi rostro por los golpes.

—Cálmate, cálmate, todo está bien.—me sobresalte, sintiendo sus brazos aferrarme a su cuerpo, pero impotente y enfurecida le empuje.

—¡¡Por tu culpa, por tu culpa Marco murió!!–empuje a Reiner, golpeando mis manos en su pecho.—¡¡Tú lo dejaste morir, tú fuiste!!–gritaba, sintiendo como Reiner sostenía mis manos.

—Lo lamento, lo lamento.—pedia, intentando de abrazarme, pero me negaba, llorando fuertemente an su hombro, lo he recordado todo, mi padre, Armin e incluso, que fue Mikasa quien me hizo esa cicatriz en la oreja, sentía rabia, tristeza e impotencia, como si me muriera lentamente en una agonía tan dolorosa.—Lo lamento.—me seguía pidiendo, sujetándome contra su cuerpo mientras caíamos arrodillados en el agua.—De verdad, lo lamento.—decía en mi oído, pero yo estaba gritando, tenía un profundo dolor guardado en mi corazón.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro