𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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El costo más trágico.

Mi cuerpo pesaba, realmente ya no podía sentir que tenía fuerzas para caminar, pero el camino se volvió largo y yo solo me mantenía sentada en ese caballo, abrazada a Armin. Tenía una sensación amarga en mi paladar, yo no quería soltarlo por nada del mundo, como si un vacío me acorralara reflejando el temor que tengo de que ya no vuelva a verlo, nunca más. En el caballo de aún lado, ya no era Connie quien yacía cabalgando, si no Mikasa. Su semblante estaba serio, frío y cortante como ella suele estar usualmente, pero había algo en sus ojos apagados que me hacían ver la triste agonía de una ausencia que punzaba su corazón, hasta ir quebrándolo poco a poco. Habían tantas cosas que quería reparar y sanar, pero no era capaz de hacerlo conmigo misma, no podría hacerlo con los demás, aunque una cosa si se, no me corresponde ser yo quien le diga a Mikasa. Estoy segura, que antes que todo esto acabe, ese chico de verdosos azulados ojos, le dirá todo lo que su corazón siempre ha anhelado escuchar durante años. Que pureza, el amor tan real y genuino que aborda en los ojos perdidos de esta joven mujer. Si hay algo que he disfrutado estos años, es ver como el amor ha crecido en las personas más nobles y el de Mikasa, siempre ha sido leal. Ella ama a Eren, como nadie nunca lo habría amado y espero, que siempre lo ame de esa manera tan bonita en la que lo hace.

Deje de mirarla en cuanto Armin detuvo su caballo, incluso Mikasa. La carreta a nuestras espaldas se pausó, mientras que intentaba mirar adelante, a través del cielo con tonos azules muy apagados, pude ver el humo de una fogata sobresalir por los huecos del bosque de árboles gigantes en donde nos habíamos adentrado. Cubriéndome con la capa verdosa que le pertenecía a Armin, vi cómo Mikasa se bajó del caballo ante escuchar la voz chillante de nuestra querida comandante Hange. Sutilmente Armin se bajo, los demás también, habíamos llegado al punto de encuentro que me empezó a tensar. Armin estiró sus brazos para ayudarme a bajar del caballo, pero cuando esas personas que estaban ahí se aislaron para darnos paso, no pude evitar soltarme de su agarre al ver aquel hombre recostado en una plana carreta. Mi corazón se conmovió cuando su mirada y la mía se cruzaron, pero más, cuando vi los vendajes abordados en su rostro decaído. Un gran silencio se esclareció en medio del reencuentro, aquel donde soldados se reunían, donde todos se apoyaban entre sí, yo camine vagamente con verguenza hacia el hombre que me miraba desde el fondo de la fogata. Mis manos temblaron, mientras mis ojos se humedecían.

—¿Capitán?—lo llame, confundida para ver su aspecto tan débil, y es que jamás lo habría imaginado de esa manera.—Capitán... —murmure, deteniéndome frente a él, viendo como se mantenía sentado.—¡Capitán Levi, capitán Levi!—me abalancé sobre él, siendo imprudente ante su estado mal herido, pero solo quería sentirlo, quería abrazarlo, lo necesitaba más que nadie.—¡Ahh!—solloce en el hueco de su cuello cuando sentí sus manos acariciar mi espalda.

—Linda, cuidado, por favor.—me pidió aquella mujer de cabello cobrizo que nos miraba aún lado de la carreta, asentí apenada, inclinada con todo mi peso encima de él.

—Estoy aquí mi niña. No me iría nunca sin despedirme.—me dijo en mi oído, con una voz ronca y algo fría, mientras que lo apretaba contra mi cuerpo, demostrando la falta tan grande que me hizo.

—Lo lamento tanto capitán, lo lamento tanto.—esbocé, distanciándome de él para ver solamente un ojo, él estaba lastimado, muy mal herido.—Yo quería salvarlo. Hice todo lo que pude, lo lamento.—expresé, llevando mi cabeza hasta sus piernas, para cubrirme por la pena que sentía de verlo así, no quería lastimar a nadie, menos a este hombre.—Solo quiero que vuelvas a casa, con tu familia.—musité, para sentir la palma de su mano vendada en mi cabeza.

—No puedo volver a casa si tú no estás ahí.—indicó él, haciéndome levantar la mirada para verlo, porque a pesar de escucharlo así, el capitán Levi siempre ha sido un hombre inexpresivo.—Y ahora, no puedo hacerlo, tengo que conocer a esa mocosa.—afirmó, fríamente.—Yo seré quien mate a ese asqueroso barbudo. Nadie más que yo.—recito, me quede helada, viendo una impotencia a través de su mirada.

—Lo haremos, juntos.—esclarecí, levantándome del suelo, para mirarlo a él.—Tú y yo, seremos los únicos que mataremos a Zeke, nadie más.—indique, mirando como los demás alrededor nos miraban, pero Levi, con una fría mirada se llenó de impresión ante la amarga presencia que Annie Leonhart le proporcionó.

—No sabemos la ubicación de Zeke Jaeger. No aún.—comentó aquel hombre, quien me miró detenidamente, me conocía tan bien como los otros líderes a su lado, Theo Magath guió a esas cinco personas detrás suyo hasta aquí, como Levi y Hange a nosotros, era un paralelo del reflejo de cómo los adultos nos crearon sus ideologías vagas, y ambas, salieron mal.—Pero, no puedo asegurarte que esté cerca.—musitó, fríamente.

—Quien sea que se interponga en mi camino, lo mataré.—detalle, fríamente para mirarlo.—No importa de quien se trate.—esclarecí, para así, sentir como todos me miraron con detenimiento.

—Ainara.—me llamo Armin, de una manera preocupante, giré mi mirada para verlo y así, sentir como mi boca se sentía líquida.

—Es mejor que te sientes. No has podido descansar.—expresó Connie, mientras que visualicé cómo Falco sobresalía detrás de Magath, mientras que lleve mi mano a la boca para ver sangre.

—Hazle caso, siéntate.—pidió Jean, acercándose a mi para incitarme a sentar, pero yo tan solo sentí como mis ojos empezaron a dar vueltas.

Caí, de una manera muy brusca, tanto que pude notar como el capitán Levi se levantó débilmente de la carreta, pero fue detenido rápidamente por la mujer de cabello cobrizo a su lado. Laia lo detuvo, de una manera sutil, mientras que giraron mi cuerpo para dejarme ver los azulados ojos de Armin. No podía respirar. Tampoco podía moverme, como si mi energía se apagara lentamente. Él me hablaba, todos me rodeaban, me removían, pero no podía escucharlos, era como si mis oídos se hubieran tapados. Mis párpados pesaban, pero los mantenía abiertos. La extraña sensación que me recorrió, se sintió como un recuerdo ya vivido cuando los azulados verdosos ojos de Eren me atesoraron. Esa imagen, ese recuerdo. Donde él yacía sentado en esos escalones, con ese rostro tan joven y frágil, tan niño e inocente, mirando las murallas que le privaban de su libertad. ¿Cuando pasó eso? ¿En qué momento? Quizás, era un sueño largo que aún no había recorrido, pero no podía dejar de pensar en Eren en este instante. Mis ojos se cerraron, pero aún así, intentaba de mantenerlos abiertos, empezando a sentir el tacto de Armin. Mi cuerpo estaba abrazado al suyo, mi cara estaba húmeda, la habían mojado con agua. Podía ver borrosamente como Annie estaba parada, mientras que Reiner inclinado, viéndome.

Era extraño. Se sentía como si estuviéramos en la base de reclutas, cuando éramos unos niños y nos apoyábamos entre sí, esperando poder avanzar con los entrenamientos, pero sin duda, faltaban demasiadas personas aquí. Si, aún los recuerdos. A cada uno de ellos, incluso al que ustedes le quitaron la vida. Por eso los miraba en este momento, porque mi corazón ha perdonado, pero no sanado. Mirándote Annie, me sentía en una nube tan extraña, con una inmensa ideología de ambas sentadas en esa base, hablando, pero a diferencia de eso, los recuerdos que tenían era amargos, donde solo peleábamos como si quisiéramos matarnos. ¿Acaso fue eso? ¿Queríamos que alguna dejara de existir? Probablemente no entendíamos, no entendíamos porque habíamos pasado por lo que pasamos y arrebatamos nuestra ira una en contra de la otra, pero ahora que te veo, que estás aquí, desearía poder tener un tiempo con mi hermana mayor, pero sin en cambio, yacía aquí en el suelo, sin casi poder respirar y sintiendo como mi cuerpo agonizaba por dentro, enviándome calambre por todos mis músculos. Sudaba, junto a los escalofríos, así que abracé los brazos de Armin que rodeaban mi cintura, mientras que Mikasa estaba arrodillada frente a mi, viéndome con temor en sus ojos. Ella estaba asustada, podía verlo, muy asustada.

—Lo lamento, no tenía el valor para decirles.—expresé, viendo cómo Mikasa me miró desconcertada, mientras que Jean y Connie se acercaban, igual de anonadados por mi comentario tan repentino en mi voz quebrada.

—Ainara, ¿qué sucede?—me preguntó Hange, levantada aún lado, mirándome detenidamente.

—Yo, estoy muriendo, desde hace mucho tiempo.—esbocé, intente de decirlo con sutilidad, pero salió tan espontáneo, que ellos se erizaron y tensaron, se miraron entre sí, buscando apoyo grupal, pero no lo consiguieron, yo solo sentí como Armin perdió su fuerza en ese abrazo.

—¿Qué? ¿Por qué razón?—se preguntó Jean, reaccionando antes que los demás, un gran silencio se esclareció entre nosotros, dejando caer el ambiente tan tenso.

—Yo sé porque. Y esa, es la razón por la cual nuestra madre quería que la lleváramos lejos de Paradis, para evitar que usara su poder.—levante la mirada, viendo a Annie, como los demás.—El titán hembra tiene la habilidad de procrear su poder a través de un feto. Ningún titán tiene dicha habilidad. Solo el titán hembra puede hacerlo, la razón por la cual yo no pude obtenerlo, fue porque mi madre tenía dos fetos, pero la única que pudo nacer fui yo, el otro murió al nacer con la genética titánica.—explicaba, con una voz fría.—Al embarazarse de Ainara, pudo darle la habilidad titánica que ha tenido toda su vida sin saberlo hasta que llegó a Marley para descubrir la verdad.—esbozó, mirándolos a todos.

—Espera, ¿estás diciéndome que ustedes querían llevarse a Ainara para que ella... No, esto es muy confuso, no lo comprendo.—comentó Connie.—Yo la vi, ella se convirtió en titán, pero... —se detuvo, mirando a Annie, esperando más respuestas a sus vagas dudas que lo frustraban.

—Mi madre quería que la lleváramos a Marley, porque una de las maneras en que podíamos salvarla, era que ella devorara a un titán cambiante, obteniendo su poder, la genética que nace en ella muere, para acoplarse a la del nuevo titán.—detalló, con más franqueza.—Ese era uno de nuestros objetivos. Además de querer recuperar al titán fundador y el titán de ataque.—añadió, mirando a Connie, quien se giró para verme.—Si la persona que obtuvo la genética duplicada, utiliza el poder, sea consiente o inconsciente, empiezas a deteriorarte. En conclusión, morirás.—afirmó, con una voz temblorosa que intentó de detonar fortaleza, pero Annie demostró una emoción a lo último, dejando un peso más fuerte en este ambiente.

—¿Qué? ¿Esto es en serio?—se preguntó Jean, mirándome, buscando una afirmación, pero yo solo sentía como Armin se despegaba de mi cuerpo, poco a poco.

—Lo es, Jean. Averly nos lo confío todo antes de venir a la Isla, hace nueve años.—afirmó Reiner, inclinado para mirar cómo el joven que se cuestionó, lo evadió por completo, negando.

—Cuando naces con la genética titánica, tiene un límite que no puede ser abusado. De este ser utilizado, te consume por dentro y te va aniquilando lentamente, porque no es apto para soportarlo. La única manera de usarlo, es porque estás dispuesto a morir. Puedes usarlo de dos maneras, invocando el poder del titán, o utilizando su fuerza. Nadie sabe cómo se utiliza.—indicaba Theo Magath.—Empiezas a sentirte mal. Pierdes peso, alucinas. Todo en un momento, son los daños colaterales de llevar la genética ahí.—explicaba, mientras que vi cómo Mikasa se levantó del suelo, abrumada.

—Fue por eso que Averly me pidió que la buscara, porque quería salvarla de que muriera por alguno de ustedes, incluso desde antes de verla crecer, ella sabía de lo que Ainara sería capaz, pero ahora, fallé en su promesa y no podré salvar a mi hermana.—decía Annie, mirándome detenidamente.—El objetivo de mi madre no solo era salvar a la gente de Ymir, si no, poder liberar a Ainara de esa enfermedad, pero ya es muy tarde.—afirmó, de una manera amarga.

—¿Estás diciendo que Ainara morirá?—se preguntó Connie, cabizbajo, sin poder mirarme o incluso a Annie, mientras que un silencio se detonó entre nosotros por la falta de respuesta.

—Si.—afirmó, con frialdad en sus palabras mientras que ella mantenía su mirada en mi.

—Eso es un mal chiste, Annie.—opinó Jean, levantándose bruscamente del suelo, para mantener cercanía con Annie quien lo miró.

—No están mintiendo.—dije yo, creando silencio.—Reiner y Annie dicen la verdad. Yo vi los recuerdos de mi madre, la única razón por la que he podido hacerlo, es porque llevo la genética de un titán dentro de mi.—expresé, levantando la mirada para ver cómo todos me miraban.—No les dije, porque no sabía cómo hacerlo, Eren ha intentado avanzar para ayudarme a mi y a mi hija, ella duplicó la genética, pero la diferencia de ambas es que, ella no ha usado su poder porque es muy niña para hacerlo, yo si y por eso, no hay manera de que Eren pueda salvarme, es como un veneno que se esparce, ya no se puede eliminar. Pero, el de mi hija si.—dije, viendo el suelo.

—Esto es muy confuso. Es una mierda.—comentó el capitán Levi, mirando al suelo, perdido.

—Pero, es que Ainara solo utilizó su poder titán una ves.—indicó Jean, denegando.

—No, no es así. Ya lo había usado.—dije, interrumpiendo a Jean.—El día en que creímos que Eren murió siendo devorado por un titán, algo paso. Manifesté fuerza, sentí poder. Pero, yo no lo recuerdo. Solo se que de repente, Ymir estaba frente a mi. Bloquee el recuerdo, porque era la primera ves que utilizaba el poder.—expresé, mirando a Jean, quien negaba.

—Es que no te convertiste, estabas ahí, peleando en tu forma humana, yo te vi.—exclamó Armin, haciéndome girar mi cabeza para verlo, él estaba lejos de mi, muy lejos.

—Exacto Armin. Todo este tiempo, he estado partida en dos. Soy un titán, pero también soy humana y las veces que he usado el poder, lo he hecho para pelear. Lo hice, el día en que Reiner hizo saber su identidad, pelee con él a muerte, pero no lo recuerdo porque cuando desperté ya nos había capturado a mi y a Eren. Todo este tiempo, he estado muriendo, por eso siempre he lucido enferma, delgada, débil. No es porque no tenga fuerza, es porque ya las he gastado. Y al utilizar el poder a su esplendor, sacarlo físicamente me ha destruido por dentro, puedo sentirlo, puedo sentir que muero.—musité.

—Debe haber una manera.—me interrumpió Armin, mientras que intente levantarme del suelo.—La debe haber, debe haberla.—recito.

—No, concuerdo con Armin, debe haber algo que podamos hacer.—comentó Mikasa, mientras que vi como Hange se arrodillada en el suelo, cubriendo su rostro, ella lo entendía, lo aceptaba.

—Si, esto solo es un callejón sin salida, pero le encontraremos solución. Confía en nosotros.—pidió Jean, pero yo continué viendo el silencio de los demás, en cómo lo aceptaban de una manera dolorosa, menos las personas que más me querían, porque Mikasa estaba parada frente a mi, con sus hombros muy tensos.

—Vas a volver a casa. Lo harás.—expresó Connie.—No, no puedo perderte también. ¿O si?—me preguntó y una presión en mi pecho se agrandó, cuando una lágrima se deslizó por su mejilla.

—Yo, los aprecio más que nada en el mundo y es por eso que, no puedo mentirles.—musité, cabizbaja y apenada.—Chicos, voy a morir. Y esta bien, no tengo miedo, porque están aquí.—añadí.

—Me guiaste hasta aquí, ¿para decirme que morirás?—me giré, viendo los ojos humedecidos de Armin mirarme, iba contestar.—Ainara, esto es injusto. ¿Hay algo más que deba saber?—me preguntó con sarcasmo, iba hablar, pero Armin tan solo me dio la espalda y se fue.

—Armin, por favor.—lo llame, siguiéndole, mientras que los demás se quedaron ahí, abatidos con un balde de agua fría.—Armin.—volví a llamarlo, adentrándonos más a fondo en el bosque, tome su camiseta pero él golpeó mi mano bruscamente.

—No, no me toques.—me pidió, con sus lágrimas deslizándose por sus mejillas.—¿Como puedes pararte ahí y decirme que te perderé?—me preguntó, haciendo mi corazón caerse en añicos para sollozar, queriendo acercarme, pero Armin se negó.—No puedo hacerlo sin ti, no puedo.—exclamó, estrechando sus manos.—No puedo.—repitió, restregando su rostro repleto de lágrimas, para él caer arrodillado al suelo, sin fuerza.

—Armin.—lo llame, acercándome a él, pero solo sentí como me apretó, abrazándose a mis piernas.—No quiero que sea así, no quiero.—dije, llorosa.

—No, no quiero perderte por favor.—pidió, abrazado a mis piernas como un niño pequeño.—No puedo hacerlo sin ti, no puedo hacerlo sin ti.—él sollozaba, adolorido.—Te amo, no estoy listo para perderte. Por favor, no me dejes aquí.—cubrí mi boca, para evitar sollozar.

—Debes hacerlo, debes poder. Aún tenemos que ir a buscarla, tienes que poder hacerlo.—le dije, intentando levantarlo, para ver cómo me soltó, sacudiendo sus manos para negar mientras me miraba.

—Yo, ya no sé que más quieres de mi. Y si mueres, una parte de mi morirá contigo.—musitó entre lágrimas, yéndose.

Me quede ahí, mirándolo irse, sin hacer más nada que dejarlo ir. Lo vi en sus ojos, vi el dolor y el miedo que se reflejaba al mío. Solloce, con todo mi cuerpo tembloroso. Armin tenía razón, él me amaba y en su mirada, lo único que ha habido, es pureza, mientras que yo, lo he ido pudriendo poco a poco con el paso de los años. Convertí alguien esperanzador, lleno de sueños, a una persona sin esperanza y sin ganas de seguir peleando por lo que es correcto. Pero, lo amaba más que nada y sin duda alguna, aunque no lo admitiera, tenía mucho miedo. Me arrodillé, cubriendo mi rostro. Armin, es el amor de toda mi vida y lo último que quería es, morir y olvidarlo, no quiero. No podría olvidar a la persona que me miraba a los ojos, como si no hubiera nada más que mirar. Sentí un apretón en mi hombro, me mantuve inclinada, viendo de reojo aquella cabellera rubia. Ella se inclinó a mi lado para mirarme, Annie me miraba con un rostro decaído. Solloce, ella no hizo nada, pero se quedó ahí en mi lado. Quizás, eso era ser una hermana mayor. Esto no podría ser más doloroso, pero siempre lo dije... ¿por qué una historia de terror tendría un final feliz?

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