⇁ 11 ↼

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

☽ | TEMORES E INQUIETUDES.

⋆⭒⋆⭒



Vanitas dirige una mirada de soslayo al joven de cabellos blancos al verle acercarse, demasiado, y posicionándose a un lado suyo. Admite que un extraño calor se reparte por su estómago y no quiere creer que su presencia lo pone inquieto. No puede evitar recordar todo lo ocurrido anteriormente y preguntándose de quien se trata en realidad aquel joven de una piel exquisita y oscura. Distingue entonces su mirada amatista posarse sobre el libro en cuestión, el que lo ha traído hasta ese lugar, y tiene la sensación de que se inclina todavía más sobre su hombro.

El lechoso no se aparta debido a que no pretende hacer la situación más incómoda.

Sin embargo, siente que la vergüenza se instala en su interior y se debe a la proximidad que coge con él. Nadie había sido capaz de invadir tanto su espacio personal pero sacudiendo su cabeza, decide dejar de entretenerse para comenzar a enseñarle los dibujos de la flor que busca por su investigación. Vanitas muerde sus labios, decidiendo a última estancia que mejor no le revela al otro sus verdaderas y reales intenciones. Prefiere guardar el secreto de que necesita a esta para salvar a su familia.

—No os voy a decir mis razones, ¿pero veis estas imágenes? La estoy buscando porque en realidad no he venido a conocer, si no para encontrarla. ¿Podríais ayudarme entonces con esto? —Este al momento coloca una de sus manos enguantadas sobre el libro y muy cerca de la propia del lechoso. Vanitas la aparta con cuidado, no queriendo más contacto.

El de cabellos oscuros se dedica a observar a su acompañante, quien dedica al libro una larga e intensa mirada y es obvia la forma en la que por su mirada se pasa el reconocimiento. Cuándo cierra el libreto, Vanitas espera una respuesta satisfactoria y que aligere su viaje allí en París para regresar junto a su familia, sin embargo, lo que le dice sólo le indica que esta obviando la pregunta.

—¿Para qué la necesitáis? —El lechoso observa como este parece querer saber más del tema, dándole una larga repasada a su menudo cuerpo.

No puede evitar sentirse un pocho cohibido ante aquello y coloca una de sus manos sobre su tensa cadera, tratando de darse fuerzas. 

—No tengo porqué responderos..., Es personal. —Asiente ante sus palabras comprendiendo el claro mensaje de que no va a soltar prenda.

Regresando su atención hacia la mesilla de noche, acaricia nuevamente la contraportada del libreto con expresión perdida.

—¿Me vais a decir si podéis ayudarme o no? —Noé le vuelve a regresar una absorta mirada, fría y carente de expresión. Vanitas parpadea confuso, no queriendo admitir que ha descubierto pasar por sus ojos algo oscuro.

Permanecen en silencio durante un rato y cuando su pierna izquierda comienza a moverse de forma inquieta, trata de centrarse en su sonrisa ladina que le surca el rostro de oreja a oreja.

—¿Qué podéis darme si acepto la propuesta? —Aquello saca de sus casillas a Vanitas, y acercándose hasta él, lo agarra de las solapas del cuello de su gabardina oscura.

Acerca sus rostros y ante su sorpresa, Vanitas le dice que no se ande con bromas.

—Se supone que usted desea formar una amistad conmigo, ¿no es así? —Este asiente sin dudarlo y el lechoso continua—: Entonces no hay motivo para de nuevo, recurrir a este desagradable tipo de chantajeo. Si podéis ayudarme, necesito que me lo digáis.

El de cabellos oscuros no sabe que expresión debe estar mostrando en su rostro, pero por la forma en la que reacciona el más alto, llega incluso a asombrarlo. Lo empuja hacia atrás seguidamente y cuando pretende cuestionarle por sus extrañas reacciones, observa que rostro esta descompuesto, casi podría decir que perturbado.

Noé se sostiene de las solapas de su chaqueta y Vanitas distingue un minúsculo temblor en sus morenas manos. Sus largos dedos tiemblan y aprietan con fuerza su vestimenta.

Vanitas no logra comprender su comportamiento y temiendo que se haya dado aquel caso por haberse visto de alguna manera amenazado, suelta un largo suspiro.

—Puedo pagaros, si es lo que queréis oír.

—¿Eh? —La estupefacción se muestra en sus fruncidas cejas, pero carraspeando parece recomponerse y no tarda en responder con aquel tono falto de emoción—: No necesito vuestro dinero, como dije antes, sólo deseo vuestra amistad.

—¿Entonces? ¿Me vais a responder o no? —Vanitas ve la forma en la que se agita su cabello cubierto de nieve, como si tuviese vida, y sonriendo le dice que no la había visto en su vida.

Aquello lo decepciona enormemente, más que nada porque siente que no le esta diciendo toda la verdad. Sin embargo, al verle inclinarse sobre la mesa de nuevo con un renovante interés por sus muchos libros de hierbas medicinales e informes, se le ocurre una idea.

—Ya que queréis brindarme de vuestros servicios, y no queréis apartaros de mi lado, os propongo algo. —Recupera la misma cercanía de antes y aprovecha que ha dejado su posición anterior para estar frente a frente. Después coloca uno de sus dedos sobre su pecho firme y terso.

Al momento siente que este se remueve algo incómodo y al elevar la mirada, no puede evitar sonreír. Descubre que su expresión vuelve a ser la misma de antes; la misma altanera, misteriosa y de un atractivo que le es imposible de desmentir.

—¿Qué queréis de mi, Vanitas? —La forma en la que pronuncia su nombre, solo causa regocijo en su interior y pasando su lengua sobre sus labios inferiores, busca las palabras correctas.

—Vais a ayudarme a encontrarla sin objeciones, porque una de las reglas de la amistad es estar con el otro en cuando este lo necesite. Por ese motivo, lo vais a hacer.

Vanitas pasa de poner uno de sus dedos sobre su pecho, para colocar su mano por completo y acariciar su pecho extenso. A este se le corta la respiración por unos segundos, porque lo nota en la forma en la que cambia el movimiento de este mantiene su sonrisa victoriosa. Parece qué es un chico algo sensible.

—¿Y si... tengo cosas más importantes qué hacer?

—¿Las tenéis? —pregunta el lechoso, tratando de no mostrar interés y acariciando su larga coleta bajo sus ojos. Muerde su labio inferior, buscando ponerlo más nervioso.

Canta victoria cuándo ve cómo este traga grueso. Noé se deja acariciar la parte trasera de su cuello, alto y esbelto. Vanitas no puede evitar dar un ligero chasquido de dedos, celebrando aquel logro.

Se aparta de su lado con prisa, al ver que el más alto se aleja de su lado; parece buscar un poco más de distancia. Lo respeta pero se extraña cuando lo ve ocultar sus labios y parte de su nariz con su mano. No pretende quedarse mirando más de lo debido y regresando su vista hacia sus informes, busca aquella flor con la mirada y que tanto teme no encontrar.

Un rato más tarde de estar pasando las hojas ya leídas varias veces, Vanitas siente la presencia del otro tras su espalda y aunque se asusta un poco, lo ve colocar ambos brazos sobre la mesa y al lado de su cuerpo. Lo deja atrapado entre estos.

Al alzar su mirada, ve que mantiene un rostro serio. Vuelve a observar el nuevo libro de sus manos con bastante atención. Algunos mechones blancos de su cabello caen hacia adelante y el lechoso se da cuenta de lo bien que queda con esos ojos violáceos que visten un manto oscuro. Sus cejas nevadas se fruncen, confuso, y aparentemente parece demasiado concentrado en el libro cómo para darse cuenta de que le esta mirando de una forma tan obvia.

Sin embargo, no queriendo parecer un acosador o algo por el estilo, regresa la vista al libro.

Vuelve a instalarse aquel agravado silencio y cuando el lechoso piensa en decirle que pueden empezar a buscar, siente que esa helada mano acaricia su pendiente copia de su oreja izquierda y el cual sustituye al original. Se queda quieto de inmediato, nervioso ante aquello pero decidiendo que lo mejor es mantener aquella postura rígida.

Siente su aliento helado muy cerca de su rostro y aquel tacto próximo hacia su oreja, ocasiona que se levante de golpe de la silla por no hacer las cosas más incómodas. Se dirige hacia la entrada sintiendo una clara tensa mirada en su espalda. Su corazón se agita con brusquedad y acomodando su coleta al frente, le dice lo de salir a buscar.

Sin embargo, la pequeña sonrisa del más alto y clara negativa de su rostro, le dicen que no dispone de tiempo ahora mismo.

—Vanitas, para eso tenemos tiempo todavía y lamentablemente, debo marcharme ya a ocuparme de unos asuntos. —Aquello parece salido de la nada, y siente que es solo una excusa.

No obstante, su rostro recupera la seriedad de antes y por alguna razón, algo le dice que es la verdad. Al menos en lo que respecta a esa parte.

—¿Entonces cuándo disponéis de tiempo libre para mí? —Cruzándose de brazos, ruega porque sea pronto porque su familia no puede perder tanto tiempo.

—¿Mañana a esta misma hora os conviene? —Vanitas acepta, algo decepcionado de que se tenga que ir y de que, por supuesto, su búsqueda se tenga que posponer.

Obviamente lo haría solo, sin embargo ahora dispone de una fuente tan conocedora de este país, no puede perder la oportunidad. Sin más, este camina en su dirección y sin más miramientos, abre la puerta para que ambos salgan y así pueda despedirle en la salida. No esperaba, por supuesto, a un Dante y Johann cayendo de bruces al suelo nada más abrir esta.

Aquello lo molesta, porque una de las condiciones que impuso para Dante, era la de la privacidad absoluta. 

—¿Qué significa esto, Dante? —Al momento ambos se incorporan nerviosos, y balbuceando excusas cómo que sólo estaban arreglando el pomo de la puerta y revisando que el color de la madera no se estuviera destiñendo.

Johann está pegado a Dante, y poco le queda para ahorcarle con sus largos brazos.

—Ajá. Mirad, no disponemos de tiempo para esto. Dejadnos paso —pide, para salir junto a Noé. No puede evitar fijarse en la intensa mirada que le regalan al otro.

Sin embargo no buscando atrasar los planes de improvisto de su compañero, Vanitas lo lleva hacia la salida. Este les dedica a todos una simple reverencia de despedida y sale de la casa para detenerse en el porche. Vanitas se sujeta del marco de la puerta, sin poder dejar de pensar en lo oscura que se ha vuelto su mirada. De alguna manera, piensa en que en realidad no desea marcharse. Aun así, no hace nada para detenerle.

—Vanitas..., Agradezco vuestra hospitalidad a pesar de habernos conocido hace nada. Sois muy amable —dice, con tono sincero, para meter sus manos enguantadas en los bolsillos de su gabardina, ocultando quizás con ellas todos su temores e inquietudes.

—También deberíais de agradecer mi paciencia, porque cualquier otra persona ya estaría denunciándoos. —Alza una de sus cejas y Vanitas vislumbra un deje de diversión decorando su rostro—. Marchaos ya, Noé. No quiero que por mi culpa se atrasen vuestros planes.

Asiente una vez más ante lo dicho, y sin más, dándole la espalda, se encamina hacia la plaza de la ciudad y la que probablemente lo conduzca hacia su hogar. Pronto desaparece de la cuadra, aunque todavía distingue su brillante cabellera a pesar de la distancia.

Entones el lechoso nota a su amigo Dante posicionarse a su lado, con expresión severa.

—No me agrada ese chico, Vanitas. Creo que no deberíais de reencontraros de nuevo.

—Confiad un poco más en mi, Dante. No soy ningún iluso. No voy a dejar que una persona completamente desconocida entre en mi vida así de la nada. —Y con ello, comienza a descender las escaleras del porche. Su amigo lo detiene sujetando su brazo, y le nace la necesidad de alzar los ojos hacia el cielo.

¿A qué venía todo aquello?, no puede evitar preguntarse.

—Ni lo penséis, Vanitas. No podéis arriesgaros de esta manera. —Le suelta con cansancio, y dedicándole una sonrisa tranquilizadora, le asegura que no pienso hacer una locura.

—Sólo quiero ver por donde vive, por si alguna situación lo amerita en un futuro, ¿está bien? —Y no deseoso de seguir perdiendo el tiempo con sus preocupaciones banales, sale corriendo tras Noé.

Por nada del mundo quiero Vanitas quiere que le tomen del pelo, y si tiene que hacer ese tipo de cosas para asegurarse de qué no se trata de una persona peligrosa para él, lo hará. 

Se da prisa en alcanzarle cuando ve que finalmente va a dejar la vecindad, y por las prisas, no puede evitar chocar con un transeúnte francés. Tiene un cabello castaño oscuro, junto a una intensa mirada grisácea. Se disculpa rápidamente, no queriendo perder a Noé por nada del mundo y al ver que este simplemente se dedica a darle un asentimiento, no dándole importancia, prosigue su camino. No se da cuenta entonces de que al dejarle atrás, este simplemente se le queda observando en profundidad y mucho menos de la llamada que hace rápidamente al desaparecer por la plaza.

—Mi señora, creo que le he encontrado. 

✮ ; ; Dear, vampires ;

;; gracias a todos por leer mi historia con la misma emoción desde un principio. siendo sincera, ando muy emocionada con estos dos y con el progreso de la historia porque aunque parezca que va algo lenta, no es así. sólo coloco las bases de la trama para que después todo se vuelva el caos y el descontrol que tanto amamos. ¡sin nada más que decir, nos vemos con nuevas actualizaciones muy pronto!

Se despide xElsyLight.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro