━━𝟑𝟗

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Su cuerpo respondía mal y tarde a las peticiones de su mente. Peleó todo lo que pudo contra su propio dolor para levantar un solo brazo hacia la criatura invisible. Estaba hecha polvo, y no se atrevía a mirar hacia Lai por miedo a confirmar el peor de sus temores.

El ente pareció no moverse. Era como si no la creyese capaz de hacer nada más. Altair hizo un esfuerzo titánico por mantener alzado el brazo y por canalizar su luz hacia él. No era fácil, y mucho menos conforme la había dejado el golpe que casi la remató momentos antes. Pese a todo, Altair no quería perder el conocimiento como poco, sin antes haber hecho algo por sí misma y, sobre todo, por Lai. Ahora no podía delegar nada en nadie. No había segundas oportunidades. Y si ella no hacía nada, nadie más lo haría.

Aunque ya no fuera por los Colosos, sino por Lai. La niebla quería quitarle lo más valioso que tenía. Su único satélite...

Si es que no se lo había quitado ya.

La estrella concentró toda la luz que pudo en su brazo levantado, antes de permitirle salir. Sabía que, de dejarla libre poco a poco, el ente iría hacia ella para rematar la faena antes de que ella pudiese hacer ningún movimiento.

Pese a la explosión de luz que sucedió de un segundo a otro, pese a la sorpresa de que la estrella aún era capaz de hacer algo, no tuvo aspecto de funcionar por completo.

Nada más su luz empezó a bañar unos cuantos metros a la redonda, la niebla se apartó como una criatura que se retira deprisa de las llamas para no quemarse. En esa ocasión, no se preocupó de dejarla salir correctamente. Tenía las mejillas húmedas, y estaba destrozada, furiosa. Quería ser agresiva, todo lo que pudiese.

Durante un momento, parecía estar ganándole terreno y parte de la batalla. Sin embargo, una bocanada de frío sopló desde las profundidades dela niebla, indicándole justo lo contrario. El haz de luz había sorprendido a la oscuridad, pero no la haría retroceder por completo. Y el ente, no estaba dispuesto a dejar las cosas a medias.

El aire frío, como un largo resoplido, se sentía más fuerte, atravesando la luz sin miramiento. Altair no bajó el brazo, y esperó no estar sintiendo realmente lo que creía estar notando. Efectivamente, esa luz era un recurso desesperado. Si el ente ni la niebla retrocedían con él, no tendría más armas que poder utilizar.

Altair se armó de valor y fuerzas para mantener el brazo estirado y emitiendo la luz más potente que podía. No daba la impresión de funcionar y la estrella notaba su visión cada vez más difusa y la niebla más negra, cerrándose en torno a ambas peligrosamente.

A medida que la niebla cerraba el diámetro del círculo que ella había abierto con su luz, Altair sentía que no estaba muy lejos de gastar su energía por completo. Se sentía exhausta, y sentía el fin acercándose. No dejaba de pensar que lo haría sin haber terminado lo que empezó, y que ya era demasiado tarde.

Sin querer, empezó a dejar caer la cabeza, y su brazo perdió fuerza. Se sentía tan cansada que no podía sostener los párpados. Su visión se tornó oscura y más neblinosa a medida que iba cerrando los ojos.

No había llegado a cerrarlos, cuando vio a cinco siluetas aparecer entre la oscuridad. Pese a lo mal que veía a esas alturas, no le fue complicado distinguir qué eran.

Eran cinco, y se abrieron paso a la vez, ahuyentando a aquello que había alrededor de ambas.

Los cinco alces las rodearon para protegerlas hasta que lo que fuese ese ser que las había atacado se alejara lo suficiente. Los alces, pese a no tener la luz de las estrellas, estaban mucho más curtidos en pelear con lo que fuera que se escondiera en las tinieblas de Oz.

Moviéndose entre la consciencia y la inconsistencia, uno de los alces tomó a Altair del suelo y la subió a su lomo. Otro de ellos tomó a Lai y la dejó juntó a su amiga antes de empezar a galopar.

Sintió como si se hubiese quedado dormida, ya fuera durante unos pocos minutos o incluso durante horas.

Sintió el galope del alce que la llevaba, y agradeció que hubiesen acudido. Brincaba con sigilo y ligereza, como una pluma. También agradeció haberse despertado después de todo lo que había pasado. Pensó que, tal vez los alces no percibieron el peligro, sino que vieron su luz en alguna parte de la llanura y lo tomaron como una señal de auxilio.

Altair se alegró mucho de haber podido contar con ellos una vez más. Gracias a los alces, podían seguir teniendo al menos una posibilidad.

Entonces, Altair sintió en su regazo, refugiado, el cuerpo de Lai. Eso, definitivamente fue lo que hizo que se espabilara más.

Lai seguía sin moverse y ella misma estaba sumamente débil. Necesitaba luces alfa, y además necesitaba suficiente como para reponer su luz y abastecer también a Lai. Tenía toda la intención de hacerla despertar, como fuera.

Se negaba a creer que la manta pudiera no tener opción de reabrir los ojos por lo que, con todas sus fuerzas, accedió al arca del vacío para tomar varias luces alfa.

Le costó demasiado abrirla para recogerlas, aunque después de solo haberse tomado una, ya notó mejoría. El ramo se notaba mermando peligrosamente. Aún así, decidió tomarse otra más.

Se sintió más fresca con esa segunda planta, y al fin pudo ver a Lai detenidamente. Había recibido un golpe severo. Podía ver las magulladuras que tenía a simple vista. Su cuerpo se sentía frío y tenso, más frío que el ambiente mismo.

Altair ignoró todas aquellas señales, se limpió las lágrimas bajo la máscara y recogió a Lai para llevarla en brazos y que pudiera beber de su propia luz.

Su próximo destino era la Montaña de Fuego y quizás, con suerte, el fuego podría ayudarlas a ambas. Pero tenían que darse toda la prisa posible.

 Esperaba que la montaña no anduviese ya muy lejos.

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