𝐭𝐫𝐞𝐬

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El día en que volvieron.
Eren Jaeger.
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Año 850
La primera batalla de Trost.
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La fresca brisa removía mi cabello. Se sentía bien, al menos una ves más, podía ser digno de vivir bajo un día soleado, aunque fuese con una falsa paz, yo estaba viviendo entre ella. Suspire, percibía el olor de comida. Aquí en este distrito, nos encontrábamos embalsando varias tareas, antes de poder culminar con nuestra ceremonia de graduación, en la que arduamente me había convertido en uno de los diez mejores cadetes en sobresalir. Sonreía, viendo a los niños pasar por mi lado, se seguían entre su, jugaban inocentemente por los callejones de este lugar. Aún lado de mi, Mikasa me miró. En su semblante serio, incitó a que caminara a su lado, por lo cual solo porque quise, accedí. Atrás de nosotros también nos acompañaba aquel rubio de azulados ojos, Armin estaba exhausto por todo el trabajo que habíamos tenido que realizar desde días anteriores, pero luego de tres largos años, logramos sobresalir entre los mejores. No había nada más satisfactorio que eso, haber tenido la recompensa luego de un gran esfuerzo. Lo más grato de esto, es que los tres estábamos juntos. Como aquel día, cuando todo desvaneció. De cualquiera manera, éramos lo único que teníamos para sobrevivir, nuestra amistad, nuestra hermandad. Los miraba, sabía que ese brillo en sus ojos daba la determinación, de que a pesar de estar exhaustos, se sentían aliviados de que fue un año de enseñanza, un año de unión.

Camine junto a ellos. Convivimos, no solo con nosotros mismos, si no, con personas con quienes no creíamos compartir, y aunque muchos no fueran de nuestro agrado, habían personas como lo eran. Sonreí ampliamente, pude ver en aquel paseo a uno de mis compañeros más admirable. El alto rubio de ojos claros me miró, sonriéndome de igual manera. Reiner Braun era alguien a quien estimaba, junto a Berthold Hoover, este iba de su lado como su fiel amigo, saludándome de por si. Como nosotros, lograron entablarse entre los diez mejores cadetes. Nada me alegraba más que verlos triunfar junto a nosotros, después de todo, fue Reiner y Berthold los primeros en darme la mano cuando me ingrese a la base. Lo veía imposible, pero como mis camaradas, no me abandonaron nunca. Ellos se fueron, paseaban con otros cadetes de nuestro escuadrón. Incluyendo a la rubia de baja estatura, aquella a quien vi como Armin miró de reojo, pero ella tan solo pasó por su lado sin mirarle. Annie siempre fue así, sombría y distante. Debía admitir que en combate cuerpo a cuerpo parecía superarme, pero estoy seguro que si volviéramos a combatir, no podría hacerlo. Me enganche de Armin, él pasmado evadió mi pícara mirada. Era fácil molestarlo, y más cuando se trataba de alguna chica.

—Eren, basta, no digas nada por favor.—me pidió, sonreí viéndolo sonrojarse cabizbajo, a excepción de Mikasa quien caminaba con su cabeza en alto.

—¿Cuándo se lo dirás, Armin?—le pregunté curioso, continuado enganchado en él, más que nadie conocía a este chico, estaba seguro que estaba completamente loco por Annie Leonhart.

—No sé de que estás hablando amigo, déjame.—pedia aún sonrojado, por lo cual me desenganche de él, observando la multitud de personas.

—No creo que Annie sea una persona que merezca tus virtudes, Armin.—opinó Mikasa fríamente, pero sin intención de ofender a Armin, quien denegó ante su comentario.

—¡Concuerdo, Mikasa!—exclamó en un tono alto y tembloroso, estaba mintiendo, solo quería evadir lo que yo estaba afirmando con tanta certeza.

—¿Por qué hay tanta gente?—me pregunté, curioso observando la multitud crear bullicios, parecían estar alentados.—¿Es la legión de exploración?—curioso, empecé a sobrepasar aún lado de las personas, viendo la gran fila de soldados pasar delante de nosotros.

—¡Ahí están, los soldados de la legión de exploración!—sonreía, viendo como los demás alrededor gritaban de manera escandalosa.—¡Comandante Erwin, dele a esos titanes una paliza! ¡Ustedes pueden vencerlos!—exclamaban, dirigiéndose al hombre que hacía enfrente de todos, era aclamado como un demonio sin alma, aquel comandante.

Seguían pasando las líneas, con eso, varios soldados que lo acompañarían, y seguirían. Sus uniformes, esos que portaban eran el anhelo a un sueño que veía tan lejos, pero a su ves, tan cerca. Era extraordinario, verlos a todos ellos, era extraordinario. El privilegio de portar ese uniforme, debía enorgullecer sin duda sus corazones. Las verdosas capas marcaban el símbolo que todos admiraban, pero que pocas seguían con la intención de alcanzarlo. Eran las alas de la libertad, aquella de la que nos han privado todos estos años. Continué observando hasta que en un instante, mi semblante se deterioró, observando con detenimiento aquella fija mirada en mi. Parecía que ya me observaba, se veía afligida y desconcertada, pero pude sentir reconocerla. Su cabello era largo, lacio y rubio. Si, la conocía. No de un largo sueño, la reconocía de aquella noche en donde estaba sujetado al porte de la cabaña, admirando el hecho de que los cadetes de aquel entonces habían logrado tener su pase para estar aquí, donde ella estaba hoy. Se sentía como un abismo, del sueño que me agobiaba años atrás. Mis ojos estaban abiertos grandemente, era ella, no cabía duda de que era la pesadilla de todos mis sueños cálidos. Sus ojos, eran de ese mismo azulado intenso, me preguntaba si estaba soñando en este momento. Aún seguía mirándome, realmente estábamos teniendo contacto visual, a pesar de que su caballo siguiera avanzando, no quería dejarme atrás.

—Eren, ¿qué sucede?—el brusco tacto que Mikasa hizo en mi hombro me despegó de esa mirada.—Eren.—volvió a llamarme, por lo cual me percaté que aquella extraña chica dejó de mirarme, y siguió avanzando.

—Nada, solo, se me hizo conocida.—musité, observando cómo continuó cabalgando.

—Es la cadete de la que todos hablan.—musicaban algunos pueblerinos, ¿se estaban refiriendo a ella?—Dicen que es prodigio del capitán Levi.—añadían, con bastante seguridad.—Oí que tiene dieciséis años.—la observaba, ella me daba la espalda, ya no me miraba.

—¡Dicen que es poderoso como un escuadrón entero, el capitán Levi!—el hombre frente a mi grito, grito exclamado de conmoción cuando observó aquel sombrío hombre pasar frente a él, sus grisáceos y pequeños ojos parecían mirar incómodo el escándalo.

—No es lo mismo que hace cinco años, la gente confía en la legión de exploración.—comente yo, percatándome del bullicio que estas personas estaban creando, solo por alentar sus principios.

—Las personas están muy animada, ¿no les parece? El pasado no va repetirse.—atrás de mi, aquella compañera hablo, afirmativa aún lado de nuestro compañero quien también opinó.

—También ha mejorado mucho la artillería, no creo que vuelva aparecer el titán colosal.—masculló, mientras sonreía firmemente.

—¿Como pueden decir tal cosa par de tontos?—pregunte ofendido, estaba en desacuerdo y el impulso en mis palabras se notó cuando logré pasmarlos a ambos.

—¡No nos digas así, no somos pareja!—indicaba ella, defendiéndose de mi impulsivo comentario con sus mejillas sonrojadas, igual que él.

—Hola, por aquí.—me sobresalte, girándome en busca de esa voz tan reconocida.—Niños.—me giré, viendo con detenimiento aquel algo y rubio hombre, Hannes, como no podía recordar al proveniente hombre de las tropas de guarnición; él se acercó, examinándonos sonriente.—Así que lograron graduarse, no puedo creer que sean unos adultos.—expresó, me quede mirándole, él no pareció haber cambiado en nada.

—Digo lo mismo Hannes, no puedo creer que ascendieran a un borracho como tú.—respondí, viendo como pasmado se dirigió a mí bruscamente.

—Cierra el pico.—me pidió, y en esa mirada hacía mi, pareció transmitirse una leve tristeza.—No sabes cómo sigo lamentando el no haber podido salvar a tú madre Eren.—el ambiente se tenso, se apegó a mi y en ese silencio, procede las palabras adecuadas para ese balde de agua fría.

—No, no fue tu culpa Hannes. Ya no soy un niño ignorante, no permitiré que algo así vuelva ocurrir, derrotare a los titanes.—indique, impulsivamente me giré cuando sentí como mi garganta ante ese recuerdo pareció sentir el nudo que se ataba desde mi corazón, hasta la mente.

Era la impotencia, el tener que saber que nadie pude haber hecho lo suficiente para evitar dicho suceso, me abrumaba, es por eso que huí. Me di la vuelta sin decir nada, para así simplemente correr, y aunque lo hiciera, los recuerdos siempre me alcanzarían, haciéndome vivir con la agonía del vago dolor, por no haber podido salvar a mi madre. El cielo estaba soleado, lo recordaba como hace cinco años cuando esa tragedia pasó. Igualmente la brisa se sentía refrescante, Yam esperanzadora. Ahora, todo era diferente. No veía el momento en que pudiera por fin esclarecer todo lo aprendido, y aunque sabía que mis impulsos me llevarían por un mal camino, la ira y ansiedad eran parte de mi agonizante dolor, ese punzante que me recordaba en el diario vivir, el vacío de mi alma. Deje de correr, apretando con fuerza mis nudillos, sabía que había más por hacer en esta distrito, habían aún varios cadetes de la base de reclutas ayudando a los soldados provenientes a las tropas de guarnición. Suspire, observando aquella alta muralla. No importaba cuan alta fuese, eso no impidió los últimos acontecimientos. Con mis equipos de maniobras tridimensionales me impulsé hacia arriba, corriendo por las paredes. Se sentía bien, se sentía bien hacerlo libremente, pero, ¿qué sería de nosotros sin estos altos murales? Me sujete desde el borde, observando aquella línea de cañones, en donde varios cadetes yacían.

—Eren, llegas justo a tiempo para limpiar estos cañones.—levante la mirada, observando a Connie, quien observaba cómo me incorporaba.

—Si, lamentó la tardanza. Ya les ayudó.—indique, recogiendo algunos materiales del suelo, debíamos limpiar los cañones, pues algunos titanes se escapaban del muro María, llegaban hasta aquí y los inmovilizaban con estas armas.

—¿Viste a la legión de exploración?—me preguntó él, inclinándose para continuar limpiando los cañones, por lo cual empecé hacer lo mismo.

—Si, se veían bastante preparados. Hay varios cadetes nuevos, de seguro pronto habrán más.—opinaba, inclinándome delante de aquel cañón.

—Bueno, yo seré uno de ellos.—anonadado le mire, su voz fue afirmativa y sigo apenada, me dejó bastante desconcertado por su comentario.

—¿Qué? ¿Te unirás a la legión de exploración?—le pregunté sobresaltado, me era imposible creerlo.—Connie, estabas tan emocionado como la policía militar.—comente, viéndole, pero él me daba la espalda.

—¡Así es, pero bueno...

—Bueno, tu discurso de ayer terminó por convencerlo.—la voz de mi compañera Mira se esclareció en aquella conversación cella me miró sonriente.

—¡Atiende tus asuntos, lo decidí por mi propia cuenta!—se justificó Connie, pasmado, mientras limpiaba el cañón disciplinariamente.

—No te avergüences tanto, no eres el único.—observe cómo Thomas, otros de mis compañeros por estos tres años se acercó, sonriendo con sus mejillas coloradas.

—Thomas, ¿tú también?—pregunte, sin poder creer en lo absoluto lo que ellos me decían.

—Oigan amigos, traje algo de carne del almacén de oficiales.—deje de observarle, para quedarme pasmado en ver cómo Sasha, abría su chaqueta y atrevidamente nos mostraba un trozo de carne.

—¡Sasha! ¿Quieres ser arrestada?—le pregunté, en desacuerdo con sus acciones tan incoherentes.

—¿Te falta un tornillo en la cabeza?—se preguntaban nuestros compañeros, desconcertados con su impulsiva actitud que la cegaba cuando tenía hambre, la comida era su mayor debilidad.

—Todos podemos probarla más tarde, en rodajas con un poco de pan.—expresó ella, dándonos la imagen mental, donde mi boca se hacía agua igual que la suya, pero aún así, era incorrecto.

—¡Devuélvela!—le pidió Connie, levantándose del lado de aquel cañón, mirando desconcertado a su compañera.

—Tiene razón, después de perder la primera muralla la carne se volvió muy valiosa.—comentó Mina, observando cómo Sasha se inclinó delante de unos cajones para abrirlos.

—No pasará nada, habrá más ganado cuando recuperemos nuestras tierras.—afirmaba, con ese tono esperanzador, donde se obligó a guardar la carne,

—¡También deseó probar esa carne!—exclamaba Samuel, aún lado de Connie quien a pesar de resistirse, afirmó sentir el mismo deseo, pero simplemente me quede en silencio escuchándolos desear ese trozo de carne.—¿Por qué no dices nada Eren? Nos descubrirán si no volvemos al trabajo.—insinuó Samuel, quien me miró.

—Aún falta mucho para el almuerzo.—exclamó Mina, distanciándose de nosotros, y no pude evitarlo, tuve que sonreír ampliamente.

Apreté mi puño, girándome para observar la ciudad desde aquí. Suspire aliviado, sintiéndome tan optimista. Era por el hecho de ver que seguíamos avanzando entre las tinieblas, nos preparábamos. Han pasado cinco años, desde entonces, la humanidad está recuperando su dignidad. Ganaremos, la lucha de la humanidad vuelve ahora. Eso era lo que pensaba, sintiendo la brisa del viento, la cual se intensificaba, removiendo sus hojas. Mi cuerpo se tenso, porque de un momento a otro, escucho un estruendo atrás de mi, como si fuera un rayo que detonó cambiando los colores del cielo, solo por breves segundos. Me giré, con mi corazón palpitando rápidamente. No podía ser cierto, que aquella sombra vaga que me cubría del sol, fuera lo que ocasionó la pérdida de mi distrito hace cinco años. Con horror, anonadado igual que los demás, sentí como el tiempo se detuvo en mi mirada hacia aquel titán, hacia el titán colosal. La brisa removió mi cabello, tan solo recordé como ese día todo se destruyó, así que reaccione. Se me escapó una bocanada de aire, en el justo momento que el sobresalto un fuerte vapor sobre nosotros. Los cañones se empujaron, la ventisca había sido muy fuerte. No lo entendí, tan solo mi cuerpo se impulsó inconsciente hacia atrás, dejando de sostenerme sobre la muralla, consiente de que caería, me sujete con mis ganchos sobre la pared del muro. Todos los cañones podrían caer.

—¡Qué rayos!—exclame desconcertado, sintiendo como mi pecho subía y bajaba, mi respiración se entrecortaba.

—¡Samuel!—me alarme, quedándome inmóvil por aquel grito de Connie, el gancho de Samuel se desprendía inconsciente, caería al vacío.

—¡Sasha!—el avistamiento de esta, se esclareció por Mina, la castaña de coleta corrió por la pared, lanzando su gancho hasta que se incrustó dolorosamente por la pierna de Samuel, había logrado inmovilizarlo.

—¡Oye Samuel, no te muevas!—pidió ella, mirándole, estaba utilizando ambos ganchos para tampoco caerse.

—Eso estuvo muy cerca.—indique aliviado, para así observar anonadado junto a los demás el quiebre de la muralla, la puerta, ya no estaba.

—La muralla, está rota.—afirmó Thomas, tembloroso mientras estaba sujetado de la pared.

—Está ocurriendo otra ves, los titanes van entrar.—afirmó Connie, haciéndome apretar los dientes, nuevamente se estaba repitiendo una historia que no quería volver a vivir.

¡No dejaré que sigan existiendo, los matare uno a uno!me sujete fuertemente del borde de aquel barco, viendo como se distanciaba de mi distrito, el cual esos titanes destituyeron, las lágrimas bajaban, era solo un niño.—Los mataré, uno a uno.—exclame, recordando aquella promesa que me juré a mí mismo.—¡Escuadrón cuatro del equipo de mantenimiento, prepárense para la batalla!—grite, valientemente saque mis hojas del equipo de maniobras tridimensional, dirigiéndome a mis compañeros.—¡El objetivo es acabar con el titán colosal! ¡Al ataque!—indique, impulsándome en el aire para devolverme a donde estaba el titán colosal, dando un leve giro para caer frente a él, apretando mis hojas, mirándole con detenimiento aunque todo mi cuerpo temblara de ira.—Hola, han pasado cinco años.—musité, viendo como su mirada cambió hacia mi.

Corrí por el humo, el vapor estaba cubriendo todo el lugar. Era difícil tomar una precisión adecuada para atacarle, solo observe que sus movimientos eran sumamente lentos. Levante mi mirada, estaba solo en esta parte del muro, pero no desistiría de tumbarle, no podía hacerlo. Brinque altamente en cuanto su mano se deslizó, pero eso le dio el acceso adecuado de tumbar por completo los cañones que defendían esa parte del muro. Los trozos de madera caían, por lo cual me lance al vacío, en esa área estrecha en donde él estaba. Verdaderamente era alto, pero algo había cambiado desde hace cinco años, yo estaba preparado a arriesgar mi vida por salvar a la humanidad. Gruñí, enganche mi gancho en su hombro, viéndole quedarse frente al muro. Acaba de destruir todos los cañones, por lo cual no había roto la puerta por accidente. Esa cosa tiene inteligencia. Su mano me creo sombra, entre medio del vapor escape de su agarre, girando por todo su brazo. Es la oportunidad perfecta, solo él podía destruir la muralla. Debía acabarlo, pero yo solo no podía. Aún así, me impulsé sobre su nuca. ¡Te tengo! Fue lo que pensé cuando cruzaría mis hojas por primera ves en la nuca de un titán, pero el vapor se desprendió, distanciándome de él. Estaba hirviendo, por más que resistiera debía soltarme. Pero no, no lo hice y entre el vapor estreche mis hojas en un gruñí, para simplemente desvanecer el humo que el titán colosal dejó, porque él había desaparecido.

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