𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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Mis pecados.
Gianna Galliard.
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Año 850
Horas después del secuestro de Eren e Historia.
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Veía algún punto fijo de este almacén. La fogata nos alumbraba de la oscuridad, dándonos calor. Sentía el ardor del alcohol que Sasha derivaba en mi piel rasgada por los golpes. Tanto ella como los demás se cuidaban entre sí para pasar la noche en este lugar, pero no podía dejar de pensar en lo lejos que podría estar Eren e Historia, y en cómo perdíamos ventaja sobre ellos. Mi cabello yacía suelto, pese a que Eren pidió que me lo amarrara, no hice caso. Sin él aquí empezaba a sentir ese pesar en mi interior. Mientras Sasha vendaba mi pierna de una manera sutil, yo veía al capitán Levi sentado en la caja frente a mi, tomando de su taza de té para observar a los rufianes que habían secuestrado a Jean y Armin en la mañana, cuando creyeron que se trataba de Eren e Historia. Los miré, estaban atados y se veían atemorizados por nuestra presencia, pero un gran silencio nos sostenía a todos desde que los bandidos manejados por Kenny se habían ido sin más. Nos sentíamos derrotados, y más que todos, yo. Sasha se levantó del suelo, una suave sonrisa se dirigió a mi de su parte y en mi intento de crear un vínculo con ella, le sonreí de igual manera.

—¿Qué ocurre? ¿Les da asco comer en un lugar tan sucio?—pregunto el capitán Levi hostil, rompiendo el hielo que había mientras miraba a un aturdido Armin.

—No, señor.—le respondió de manera sutil para levantar la mirada y observar a Jean.—Jean, hay algo que aún no logro entender... —musitó, sin culminar.

—¿Qué Armin?—le cuestionó Jean, abatido en una expresión decaída.

—Cuando apunte el arma para salvarte, habría creído que era demasiado tarde, perdón, pero ¿por qué fui yo el que disparó primero?—se preguntó Armin; miré a Jean y en cómo sus labios temblaron por la repuesta.

—Fue porque...

—El enemigo dudo en disparar por un segundo. ¿No fue así?—interfirió el capitán Levi, mirándoles frío.

—Armin discúlpame, yo debí haber disparado el arma contra esa enemiga.—expresó Jean, avergonzado.

—¿Entonces eso pasó?—se preguntó Armin, bajando la galleta hasta sus rodillas, como si sus músculos se debilitaran ante la verdad.—La mujer a la que mate, debió ser una buena persona. Apuesto que ella era mucho más humana de lo que soy yo. Jalé el gatillo sin ni siquiera pensarlo, fue automático.—recitó, en su negación.

—Escucha Armin, a partir de ahora tienes las manos manchadas de sangre. Así que no volverás hacer la misma persona.—expresó el capitán Levi sin sensibilidad, creando en Mikasa una incomodidad.

—¿Por qué le dice eso?—le preguntó ella, en un tono frío y sorpresivo, miró al capitán.

—Debes aceptar en quien te has convertido. Si tus manos no se hubieran ensuciado con la sangre de esa mujer, tu amigo no estaría aquí para contarlo.—expresó, firmemente.—La única razón por la cual disparaste, fue para que no mataran a tu compañero. Armin, gracias a que te ensuciaste las manos, no perdimos a otro compañero del equipo. Así que gracias.—musité, intentando de confortar a Armin.

—Capitán Levi, yo siempre creí que pelear contra otros seres humanos estaba mal. Y que usted se equivocaba al ordenarlos a hacerlo, tenía mucho miedo de herir a una persona. ¡Pero fui yo quien siempre estuvo equivocado, la próxima vez no dudaré en matarlos!—afirmó Jean, mirándolo.

—Nunca les dije que lo que yo hago fuera lo correcto. No sé si matar este bien, o este mal. Por lo tanto, ¿aún piensas que tu pensamiento esté equivocado?—les preguntó el capitán sin obtener una respuesta, por lo cual se levantó de la caja suspirando.—Bien soldados, es momento de escuchar lo que este hombre tiene que decirnos.—indicó, acercándose al hombre obeso que yacía en el suelo inmóvil.

—Espere señor, yo solo soy un pobre viejo al que contrataron para conducir una carreta.—fue lo primero que esbozó en cuanto le quito el vendaje de la boca.

—Ah, ya te había visto antes. Recuerdo que en la ciudad unas personas te decían jefe.—musitó Mikasa aún lado del capitán, yo me levante del cajón para verlos e oírles.

—Ya se quien eres, eres Dimo Reeves. ¿Verdad?—le preguntó el capitán Levi.

—Seguí las órdenes del primer escuadrón de la división interna. Pero fracase durante la operación, y ahora la compañía Reeves será confiscada en su totalidad. Por lo tanto, mi estúpido hijo, mis hombres y yo moriremos en supuestos accidentes.—comentó el hombre, mientras que vagamente camine hacia la salida.

—¿Vas a dejar que te maten tan fácilmente? Escucha idiota, el distrito Trost a duras penas sigue en pie. Pero es gracias a la compañía Reeves, le da a su gente bastante trabajo. Por lo tanto, si ustedes y la compañía desaparecen, ¿cuánta gente sobrevivirá al invierno?—se preguntó el capitán.

—¿Dices que, nos unamos a ustedes?—cuestionó el hombre dudoso por la propuesta del capitán.

—Lo único que quiero, es que nos digas dónde esta Historia y Eren. Si proveen a la policía militar, entonces podemos hacerlo.—decía, persuadiéndole.

—¿Y de esa manera podremos evitar que todas las personas de Trost mueran de hambre?—se preguntó Dimo ante su respuesta.

—No te lo puedo garantizar, pero puedo prometerte que trabajaremos para que así sea.—afirmó el capitán Levi; sigilosamente salí hacia afuera y aunque oyera poco, no oía con claridad de que hablaban, solo se que parecían esmerarse en recrear un plan para poder llegar prontamente hasta nuestro objetivo.

—Mierda.—murmure frustrada, todo esto era muy tedioso. Pese a que Historia nos contó quien era ella y porque ocultó su verdadera identidad, toda su vida parecía un misterio sin chisque no podría entender, aunque sí respetar.—No puedo dejar de pensar en ellos.—exclame para mi misma, fui dura con Historia, no dejaba de pensar en esa joven que yació a su lado en el castillo Ugrad. Ymir devoró a mi hermano.

Suspire frustrada para colocar todo mi peso en la pared y así deslizarme hasta caer sentada. Estábamos atrapados en este almacén sin muchas opciones, mediante la fría noche lo único en que podía pensar era en el bienestar de Eren e Historia. Me sentía alarmada, pero a diferencia de algunos podía intentar sobrellevarlo hasta calmarme, aunque esta vez era diferente. Mis sentimientos hacia Eren eran fuertes, tanto que me sentía impotente por no haber podido hacer nada.  Incluso intentándolo, no hubiera hecho mucho, estábamos indefensos y la cantidad de soldados que acompañaba a aquel demente hombre nos multiplicaba el nuestro. Venían preparados porque sabían con lo que se encontrarían, por esa razón nos tomaron ventaja. Ahora con mi brazo dislocado sería un estorbo. Era la segunda vez en una batalla que me debilitaba a tal punto de maltratar mi cuerpo, ¿todo esto por qué? Baje la cabeza dándome la respuesta. Todo esto por salvar a estas personas, ¡por intentar de protegerlos de algo en lo que yo misma los he guiado! Frustrada volví a suspirar, intentando de controlarme escondí la cabeza entre medio de mis rodillas. Tenía miedo.

—¿Qué pasa?—me quede cabizbaja mientras oí la voz del capitán Levi, oí su cuerpo deslizar por la pared hasta caer sentado aún lado de mi.

—Estoy cansada.—musité al levantar mi cabeza para evadir sus grisáceos ojos, en su mano había una taza de la cual salía vapor, aún bebía de esa cosa asquerosa.

—¿O arrepentida de haber matado a esas personas?—me preguntó, creando un silencio entre él y yo por leves segundos.

—Si no lo hacía, hubiera herido a alguien, y no correría ese riesgo.—respondí, acomodándome sin mover mi brazo derecho, estaba inmóvil.

—Dijiste que no era la primera vez. Dímelo, ¿cuando fue?—su fría voz se dirigió a mi de una manera curiosa, el capitán Levi se mantenía inexpresivo esperando una respuesta.

—Era una niña cuando pasó.—dije, mientras oía la lluvia de aquella noche nuevamente.—Ese hombre había molestado a mi madre por años. Incluso se que por él, el hombre que nos cuidaba a mi y a mis hermanos no había vuelto.—expresé, recordando mis manos llenas de sangre y como mis ojos abiertos grandemente veían al hombre en el suelo.

¿Gianna qué has hecho?—me grito mi madre entre lágrimas, miraba aturdida la imagen.

—Una noche entro a la casa, él quería hacerle daño a mi madre, así que le clave un cuchillo en la garganta y se le desgarre.—continuaba contándole, mientras que el capitán oía.

¡Dame ese cuchillo!—pidió mi madre para arrebatármelo, la sangre estaba plasmada en el suelo como en mi blanca bata de dormir.

—Cuando algunos cadetes encontraron el cuerpo sin vida del hombre en mi casa, me harían pagar, muy caro.—afirme, mirando algún punto fijo.

¡Deja a mi hermanita!—le grito Marcel al hombre que me agarro fuertemente por el hombro, mis lágrimas salían y sollozaba.

¡Por favor he sido yo!—exclamo mi madre en un fuerte llanto, sosteniéndose de aquel hombre.—¡Magath, por favor te lo ruego!—le pedía.

—Las reglas allí son muy estrictas. Nos veían diferente a los demás, así que no me perdonarían y me llevaron a un lugar que me hizo ver el mundo como verdaderamente es.—continuaba contando, para así mirarlo a los ojos.

Aquí es donde van todos esos aquellos que incumplan las leyes.—musitó Magath en aquel lugar lejos de mi hogar, los hombres se convertían en titanes mientras vagaban sin rumbo luego de haber rogado por sus vidas.

—Pero, me perdonaron. Tuvieron piedad y nos ofrecieron varias cosas para salvarme de eso, había una deuda que pagar y mi madre no dudó en aceptar, más cuando todos ellos vieron de lo que yo era capaz de hacer.—esbocé, recordando.

Perdonaremos lo que su hija ha hecho si la internas en la línea de Guerreros conjunto a tus dos hijos. Quizás alguno de ellos podría ser candidato para portar un titán y con eso, honores que reemplazarían de inmediato su pecado.—le decía Magath a mi madre, quien asentía desesperada por aquella afirmación.

—Así que entrene fuerte. Mi madre enfermo, necesitaba esos medicamentos y por eso estoy aquí, cumpliendo una misión para pagar la deuda que hice cuando niña, pero ahora cargo con la pesadez de que mi hermano murió intentando de saldarla por salvarme a mi.—continuaba diciendo, el capitán Levi me miraba, dejando la taza aún lado.

¡Marcel!—el desgarrador grito no alarmo al titán que masticó el cuerpo de mi hermano, su piel se desprendía y la sangre salpicó; Annie intentó de hacer que no viera más, pero fue imposible, algo en mi murió ese día.

—Pero antes de todo eso, cambie.—musité.—Deje de confiar en las personas hasta alejarme por completo, mi vista sobre el mundo se había distorsionado y no veía nada más que caos.—detallaba, recordando esos días.

¿Por qué tú hermana ya no habla con nosotros?—se cuestionó Colt, él creía que no le oía, pero sentada en aquel banco lejos de ellos, miré de reojo como se dirigía a Marcel.

—Deje de hablar. Empecé a volverme loca cuando los años pasaron y supe entender lo que había hecho, me lastime por muchas noches.—decía.

¡Ah! ¡Ah!—gritaba aterrada en medio de la noche, sudada y con lágrimas; era una niña.

—Las pesadillas me torturaban, era un monstruo y nunca dejé de ver la sangre en mis manos.—expresé apenada, intenté sonreír de lado para que el capitán no viera que me dolía.

¡Gianna, basta, ya paso!—gritaba mi madre, abrazándome fuertemente para hacerme olvidar lo que había hecho.

—Renací. Me convertí en lo que el mundo me mostró, pero cuando llegue aquí algo cambio, era como si lo que algún día fui, volviera a ser.—culmine en decir, mirando al suelo.—No creo que pueda entenderlo.–indique, para así oír un suspiro del capitán Levi.

—Te entiendo más de lo que cualquiera lo haría.—expresó.—Vivíamos en el mismo mundo, pero no en el mismo terreno. Nunca te dije que Kenny me crió entre las alcantarillas donde los vagabundos meaban y se cogían a cualquiera.—musitó, absorbiendo de aquella taza de té.

—Entonces, ¿lo que me contaste en el bosque es cierto?—le pregunté.—Aquel hombre que nos atacó, ¿podría ser tú padre?—cuestione.

—No lo sé. Un padre no abandonaría a un hijo, pero es algo que no puedo afirmar, porque nunca he sido uno.—argumento, haciéndome ver una luz en mi mente.

—¿Por qué dijo que tenías una hija?—me volví a él para mirarle detenidamente.—Dígame, ¿usted tuvo una hija?—insistí, pero el capitán Levi se vio reacio y frío, su expresión era amarga.

—Nunca la conocí.—respondió cortante.—Conocí a su madre en la ciudad subterránea cuando era un rufián. Asesinaba a los vagos que robaban, también que herían a las mujeres. Era un demente.—detalló sin vacilar.—Erwin me hallo. Perdonó mi pecado cuando me uní a la legión. Pensaba ahorrar mi sueldo para sacarla de la ciudad subterránea, pero cuando su hermano Furlan murió en una expedición no pude darle cara, me sentía culpable y no tuve valor de volver a indagar por las calles de aquel apestoso lugar.—contaba mirando algún punto fijo.—Cuando decidí hacerlo supe que había enfermado, la estafaron por unas medicinas y se llevaron a la niña. Fue tarde cuando quise ayudarla, murió y aún no he podido cumplir la promesa que le hice.—murmuro, dejando la taza aún lado.

—Lo lamento.—fue lo único que me atreví a decirle, parecía ser que no le dolía hablar sobre eso, o quizás su semblante tan frío lo disfrazaba.

—Furlan era un buen amigo. Imprudente, pero humilde y honesto. Ambos eran iguales, en parte haber perdido a Furlan me hizo perderme a mi.—contaba.—A Furlan y a Isabel, eran mis amigos más preciosos.—detallo frío.—Como tú me encerré a la idea de acoplarme a los demás, pero sigo viendo a mis compañeros morir y lo detesto. Desde que Isabel y Furlan murieron, mi perspectiva del mundo cambió y es por eso que sigo a Erwin.—expresó.—Él me hizo saber que aún podíamos pelear. Por eso sigo aquí.—afirmó.

—Me alegra que aún tenga un propósito por el cual luchar.—indique, mirándolo orgullosa.

—De no ser así la muerte de mis camaradas seria en vano.—detalló, por lo cual asentí.—Dime algo Gianna, ¿cuando mataste aquel hombre no sentiste algo?—me preguntó.—¿Una fuerza indescriptible?—esclareció, haciéndome pensar.

—Si.—afirme, mirando al suelo.—Creí que mi madre moriría y ella me pidió que fuera valiente. Nunca pidió que peleara, solo me pidió que fuera valiente y así hice, cuando sostuve aquel cuchillo sentí algo en mi interior poderoso.—detalle.—Desde ese día, sabía exactamente qué debía hacer. Sabía defenderme, sabía pelear. Soy fuerte.—continué diciendo, notando como el capitán Levi dejó de mirarme.

—Yo también sentí eso cuando quise proteger a Mía.—musitó aquel nombre desconocido que sentí conocer, una sensación extraña sentí cuando la nombró.—Era la hermana mayor de Furlan, la única mujer que ame.—detalló.—Ella era como tú. Quizás por eso Kenny... —hizo una pausa en su oración, abrió sus ojos grandemente y yo le miré desconcertado.

—Capitán Levi, ¿qué sucede?—le pregunté, pero él sólo bajo la cabeza sin decir nada.

—Nada. Solo son vagas ideas mías.—mascullo levantándose del suelo para ayudarme a levantarme.—Tendrás que quedarte atrás.—ante eso abrí mis ojos grandemente y denegué.

—Pero...

—Escúchame.—me pidió, haciéndome guardar silencio.—Te has dislocado un brazo. Aunque seas fuerte la única manera de que podamos recuperar a Eren e Historia es tenerte recuperada. Te quedarás con Armin y Jean, los demás y yo iremos hacia un puesto de la policía militar para buscar a unos hombres que nos ayudarán a encontrar el paradero de Eren e Historia. ¿Lo entiendes?—asentí cabizbaja sin refutar.—Aún no tenemos noticias de Hange.—comentó, pensativo.

—Me quedare con ellos aquí, capitán Levi.—afirme, con mi brazo vendado e inmóvil mire como él dirigió su mano a mi cabeza y la palmeó.

—Te necesito a salvo.—indicó, mirándome con sus grisáceos ojos los cuales no evadí y sin él esperarlo, tan solo me abalancé sutilmente para abrazarlo con fuerza; lamentaba todo lo que había tenido que pasar.

—Gracias por ser el padre que nunca tuve.—musité, notando los segundos pasar hasta que el capitán Levi me abrazó.

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