03 | spiders

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𝕮apítulo 𝕿res ☪
Arañas

—NECESITO TU AYUDA —declara Selene esa noche a Ambrose, quien la mira con diversión—. Quiero asustar a mi director, no matarlo —levanta dos jaulas de vidrio llenas de las arañas de Hilda—. Y bueno, estoy tomando esto como una señal del propio Señor Oscuro.

—¿Y por qué es eso? —Ambrose levanta una ceja confundido, haciendo un gesto hacia las jaulas.

—Le tiene pánico a las arañas —la rubia rojiza sonríe—. Y Hilda no necesitará a sus familiares esta noche, así que... ¿me ayudas?

—Sabes que sí —Ambrose frunce sus labios mientras Selene se mueve para sentarse junto a él en su cama. Le da una foto del director Hawthorne, y él no puede evitar sonreír.

—¿Seguro que no quieres matarlo? —él pregunta en broma—. Porque podríamos.

—Por muy tentador que sea eso, no quiero matar al director de mi instituto —Selene pone sus ojos en blanco—. Solo quiero que falte un día o dos.

—Ya —Ambrose asiente, antes de dejar caer suavemente la foto de Hawthorne en una de las jaulas de las arañas—. Entonces, solo le traumatizaremos ligeramente.

Ambrose y Selene unieron sus manos, cerrando sus ojos y empezaron a susurrar el hechizo.

—Araña, arañita, ¿por qué haces tu tela tan ligera y tan bonita? Para atrapar a un moscardón y darte un buen atracón. Araña, arañita, ¿no lo has visto venir? Un gran abejorro se dirige hacia ti. Tu tela destrozará y entonces te enfadarás. Pero no te apiades de él, pues él de ti no lo hará.

Una vez que está convencida de que funcionó, Selene quita sus manos de las de Ambrose. Y lleva en silencio las jaulas vacías a la habitación de Hilda, sabiendo que las arañas encontrarán el camino de vuelta por su cuenta. Vuelve a la habitación de Ambrose, regresando a su lugar en la cama con una sonrisa.

—Gracias, Ambrose.

—Entonces, ¿por qué quisiste hacer todo esto? —pregunta Ambrose mientras Selene se mueve para acostarse boca arriba, permitiendo que sus ojos se cierren.

—Sabrina quiere fundar un club para ayudar a algunas de las chicas de nuestro instituto —informa Selene en voz baja, sintiendo que su respiración empieza a ralentizarse—. Necesito sacar a Hawthorne de la escena, para que podamos comenzar el club.

—Ah, por eso —Ambrose asiente, acostándose de lado para poder mirar a la cara a Selene—. Realmente harías cualquier cosa por ella, ¿verdad?

—Haría cualquier cosa por ti y por toda tu familia —Selene se apresura a corregirlo, pero sin abrir los ojos—. Os quiero mucho.

Ambrose se queda callado por un momento, considerando qué decir, pero cuando abre la boca para hablar, se da cuenta de que Selene se ha quedado dormida. Una pequeña sonrisa se abre paso sobre sus labios mientras que con cautela coloca una manta alrededor de la rubia rojiza. Sin objetar cuando ella se mueve para envolver sus brazos alrededor de él, al igual que lo ha hecho tantas veces cuando se ha quedado dormida en la habitación de Ambrose.

Ambrose cree que está teniendo un sueño pacífico y feliz, pero él no sabe lo que ella está viendo en realidad.

En su sueño, Selene está de pie en medio de un bosque oscuro, y el cielo es de color naranja oscuro. Está de pie frente a un viejo manzano, pero no hay manzanas colgando del árbol. En su lugar, hay cuerpos de varias brujas colgando de él boca abajo. Una vez que ella registra quiénes son, la chica gira sobre sus talones y comienza a correr por el bosque tan rápido como puede. 

Ella continúa corriendo hasta que trata de abrirse paso entre el follaje, y cuando lo hace, se despierta de golpe en la cama de Ambrose con un grito petrificado.

Habían pasado horas desde que se había quedado dormida, y en ese tiempo, Ambrose también se había quedado dormido. Pero tan pronto como la chica comienza a gritar, él se despierta, preocupado por ella.

—¿Estás bien, Selene? ¿Te encuentras bien?

—N-no. No —Selene solloza con los ojos abiertos, enterrando su cabeza en el hombro de Ambrose.

La chica tiene lágrimas en los ojos y está temblando.

—Las vi.

—¿Viste a quién? —pregunta Ambrose, acariciando suavemente su espalda. Esta no es la primera vez que pasa esto. Selene tiene que tomar dedalera antes de dormir porque si no lo hace, el Señor Oscuro encontrará el camino hacia sus sueños, mostrando imágenes horribles del pasado, y cosas que aún no han sucedido—. ¿A quién viste, Selene?

—A las Trece de Greendale.

Al día siguiente, el padre de Selene, Faustus Blackwood, decide hacer una visita a la casa de los Spellman para ver a Sabrina, ya que está teniendo dudas sobre su bautismo oscuro. Selene, por supuesto, se ha aclarado, y ya se ve mucho mejor. No hay rastro de la chica sollozante que Ambrose vio anoche.

Cuando Sabrina entra por la puerta, se encuentra con Selene, Faustus, Ambrose, Zelda y Hilda sentados en la sala de estar. Confundiéndose una vez que ve la escena delante de ella. Ella toma asiento apresuradamente en el sofá, antes de levantar una ceja mirando a Faustus.

—Padre Blackwood, ¿qué hace aquí?

—Bueno, tus tías me dicen que tienes preguntas, sobre el bautismo y eso —responde con una voz plana, casi como si estuviera aburrido.

—Pues sí —Sabrina asiente calmada—. Pero, no sé por dónde empezar.

—Déjame a mí —Faustus sonríe, moviéndose en su asiento para poder enfrentarse completamente a Sabrina—. El bautismo oscuro de un brujo es nuestro sacramento impío más sagrado. Nuestro rito más antiguo. Llevamos siglos realizándolo. El libro de nuestro Señor Oscuro, el Libro de la Bestia, es la obra más antigua que existe-

—En cuanto a eso —Sabrina lo interrumpe—. Si estampo mi nombre en el Libro de la Bestia, ¿significa que le doy al Señor Oscuro dominio sobre mi alma?

—Es una interpretación —admite Faustus, mientras que Selene los observa con ansiedad, no está segura de cuándo debería intervenir—. Pero es un gesto simbólico, sobre todo. Como los rituales de otras religiones. ¿Qué más?

—Digamos que estampo mi nombre en el libro. ¿Significa que puede pedirme que haga lo que él quiera? —pregunta Sabrina, no queriendo hacer el trabajo sucio del diablo.

—Todas las religiones requieren sacrificios —indica Faustus—. Pero lo de estampar tu nombre es más... como una promesa de que acatarás sus mandamientos. ¿Te sabes los Trece Mandamientos?

—Los conoce como la palma de su mano —habla Selene por fin, entrecerrando los ojos hacia su padre.

—No soy mala persona, Padre —le asegura Sabrina, haciéndole reír.

—Me alegra oírlo. Yo tampoco. Ni tus tías. Y tampoco mi hija.

—Pero el diablo... —empieza Sabrina.

—El Señor Oscuro, sí.

—Es la encarnación misma del mal —señala Sabrina sin rodeos.

—Incorrecto —Faustus sacude su cabeza severamente—. Lo es del libre albedrío. Bien. Mal. Esas palabras son propias del Falso Dios, el Señor Oscuro está por encima.

—¿Y el Infierno? —pregunta la chica Spellman, cautelosamente haciendo contacto visual con Selene—. No quiero ir allí cuando muera.

—Primero, si aceptas los dones del Señor Oscuro, no morirás hasta dentro de mucho tiempo —responde Faustus—. Segundo, el Infierno es para los mortales. Como recompensa por su servicio y devoción, los brujos están exentos de las llamas eternas de la perdición. Aquí hace falta un cambio de pensamiento fundamental.

—¿Y qué pasa con mi novio? —exige Sabrina—. ¿Por qué tengo que romper con él?

—Tu novio es mortal —recuerda Faustus con desaprobación—. Hay una incompatibilidad inherente. Si te vuelves del todo bruja, tu pareja humana envejecerá más rápido que tú.

—Mi madre también era mortal —responde Sabrina.

—Cierto, pero se casó con un Sumo Sacerdote y le concedió una dispensa especial el propio Señor Oscuro —Faustus deja escapar un suspiro—. Bendijo la unión de tu padre hechicero y tu madre mortal, pero incluso en esa ocasión, no faltó la polémica. 

—Unas chicas de la Academia de Artes Ocultas han insinuado que la muerte de mis padres no fue accidental, que tal vez fueron... asesinados —informa Sabrina, una expresión molesta cruzando su cara.

—Brina, hubo una investigación —dijo Selene con los ojos abiertos. Por supuesto, Selene sabe todo sobre el caso de los padres de Sabrina, porque hace un par de años, ella había sido escéptica sobre sus muertes—. La evidencia no mostró indicios de que tus padres fueran asesinados. Fue un accidente.

La chica Spellman asiente, antes de fruncir los labios.

—Y por último, hoy le he dado un mordisco a una malum malus. Y el futuro que me ha mostrado era... horrible.

—Lo de morder una malum malus para pronosticar el futuro, no se recomienda desde hace décadas —Faustus se encoge de hombros—. Precisamente por lo poco preciso que es. Tu padre era uno de los mejores filósofos de la Iglesia de la Noche. Y quería que siguieras sus pasos. Es normal que hagas tantas preguntas. ¿Mi consejo? Bautízate, ven a la Academia de Artes Ocultas. Aprende nuestra historia. Encuentra las respuestas a tus preguntas. Regátelas. Mejóralas. Haznos más fuertes. ¿Lo intentarás, al menos? ¿No crees que podría gustarte?

—¿Me dejará salir de la Iglesia? —infiere Sabrina, y la cabeza de Selene va hacia su padre, sabiendo lo que va a decir a continuación.

—Libertad de elección —miente Faustus—. Los cimientos que sostienen nuestra Iglesia. Aunque espero verte en el bosque en Samhain. La luna lucirá espléndida.

—Allí estará, Su Excelencia —dice Zelda mientras se levanta del sofá—. Entregada, ¿verdad, Sabrina?

—Lo estoy deseando.

—En ese caso —Faustus se pone de pie—, si eso es todo, ¿mi hija puede acompañarme hasta la puerta?

—Hay algo más, Su Excelencia —interrumpe Ambrose, sorprendiendo a todos. El brujo había sido condenado a arresto domiciliario 75 años antes, porque intentó volar el Vaticano. Y debido a esto, normalmente está en silencio cuando el padre de Selene viene de visita.

Entonces, Ambrose lleva al grupo al sótano, donde se realiza las autopsias de los cadáveres traídos a la Funeraria Spellman.

Sobre la mesa, yace el cadáver de un chico de unos veinte años. Su piel está blanca como la nieve, y sus labios están azulados. Pero Selene todavía puede sentir la magia que permanece en su cuerpo. Por curiosidad, cierra los ojos y toca su cuerpo, buscando una confirmación. Y como ella esperaba, sus poderes la llevan a una marca de brujo en su antebrazo derecho.

—Es un brujo.

—¿Qué pasa con sus padres? —pregunta Faustus, mirando el cuerpo del chico entumecido.

—Oh, mortales —responde Hilda—. Lo adoptaron, Padre. No lo sabían.

—Pobre chico —Faustus frunce el ceño—. Solo en el mundo. Criado por mortales. Sin bautizar. Imagina a dónde habría llegado. Una tragedia.

Selene viaja lentamente la mirada hacia la cara del chico, preguntándose cómo habría sido. Ambrose la observa, antes de hablar con Faustus.

—El culpable anda suelto. Lo he comprobado en los periódicos. Así que, hemos empezado a preguntarnos si no tendremos un cazador de brujos.

—Es muy poco probable —se burla Faustus.

—Pero posible —comenta Ambrose en voz baja.

—Hablaré con el Consejo, aunque dudo que sea algo distinto a lo que parece —Faustus suelta un suspiro, antes de que su hija se incline para que sus labios estén casi tocando los del chico muerto. Sus ojos se abren una vez que se da cuenta de lo que va a hacer, y justo cuando está a punto de usar sus poderes para traer al chico de vuelta a la vida, Faustus la tira hacia atrás.

—¿Qué haces? —sisea Selene, entrecerrando los ojos hacia él.

—No puedes seguir practicando la nigromancia en humanos —Faustus sacude su cabeza—. Te harás daño a ti misma.

—Bueno, si pudiera despertarlo, entonces podríamos preguntarle si un cazador de brujos lo mató o-

—No —Faustus la corta firmemente—. La nigromancia es una vieja y peligrosa forma de magia, y no debes practicarla fuera de clase.


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