Especial de Chris {Washington D.C.}

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¿Y por qué tú si ? —

   

 La severa declaración de Brooklyn dejó a los dos ignorantes a El Círculo de Piedra, sin caber en su propia incredulidad.  ¿Tan grande era el alcance de aquella gente? Se preguntó Steve dentro de sí, sin querer dar crédito a lo que acababa de oír de los labios de aquella chica en la que no confía. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podían existir personas más poderosas e influyentes que la voz y el alcance del grupo de personas que se enfrentó y derrotó a un dios y todo un ejército extraterrestre con sólo rayos, un escudo, una armadura tecnológica, flechas y un par de pistolas?

— Genial  —gimió Christine, recostándose en el asiento con una creciente frustración naciente en su estómago—.     Así que esto es más gordo y más peligroso de lo que pensábamos.  —suspira— Debería llamar a Olive y decirle que no volveré en unos días más —se comenta, distraída.

Estaba segura de que la azabache echaría humo por las orejas en cuanto le pusiera otra excusa más, pero tampoco podía decirle que estaba ayudando a dos vengadores, aunque a uno de ellos lo detestara, pues entonces la ojiazul recorrería con su moto el espacio entre Washington y New York a toda velocidad y la traería de las orejas a casa, si, a veces ejercía perfectamente su papel de hermana mayor.

— Nos subestimas —aseguró Steve a Brooklyn, con ojos fieros y determinantes.   Él no sabía mucho de ése Círculo, pero si los Vengadores pudieron con alienígenas, podrían con los propios habitantes de la Tierra.    Claro, él no sabía nada, y pecaba fuertemente de ignorante.    Así se lo decía la afilada mirada de las dos mujeres entrenadas en la KGB de ojos verdes... U ojos verdes y medio, porque la iris chocolate de Brooklyn se empeñaba en recalcar que existía y que jamás se iría.

— Oh no   —Brooklyn se ríe mientras habla—, creeme que no lo hago.  De hecho —se endereza y luego se encorva hacia adelante, separando las piernas y apoyando sus codos en sus rodillas— son sus asombrosas habilidades —lo señala, sacudiendo suavemente la muñeca mientras gira de perfil ligeramente la cabeza y entrecierra el ojo verde— los que los harán perder una batalla contra El Círculo. Ellos no son El Padrino o Scarface, no se mueven directamente con la violencia, Rogers.  Son unos visionarios, unos astutos, unos estrategas, unos malditos hijos de puta   —aseguró, alzando las cejas mientras asiente.

— Pareces admirarlos —.

—¿Qué puedo decir? Me gusta la Aristocracia y los buenos planes —mira a la morena amiga suya— Y no te hagas ilusiones, Christine  —la señala con advertencia—.  Tú y yo cumplimos nuestra parte, hackeamos el pendrive, lo que sigue es asunto de ellos nada más —.

— ¿En serio? —cuestiona la contraria, mirando a su amiga, incrédula—  Brooklyn tú misma lo has dicho —señala un punto muerto, con el brazo completamente extendido— es imposible vencerlos, tenemos que ayudarles en esto.  ¿Cómo voy a dormir tranquila sabiendo que por mis hackeos yo podría acabar en esa lista?  —su voz se alzó unos cuantos tonos, producto del montón de ideas negativas que llegaban a su mente, pero sin ascender a gritar.

— Cerrando los ojos y fingiendo que estas dormida —soltó, sarcastica. Resopla cuando Chris la miro molesta—  Les ayudamos consiguiéndoles la información.   No me voy a meter en líos con El Círculo, Chris, y dentro hay varios —rueda los ojos y hace un vaivén con las cejas— interesados en lo que estos dos pretenden destruir. Te apartas a partir de aquí, y que ellos llamen a su amigo Stark —resuelve, sonriendo contenta con su propio plan— Que entre tanta venta de armas a cualquier bando que le pague bien algún amigo ahí dentro debe de tener —.

—Stark ya no hace eso   —Lo defendió Steve, mirando a Brooklyn molesto.

—Sabes que tengo razón Brooklyn Edwards... — comenzó Chris, con el ceño fruncido.

—Ay Dios.   — exhaló Brooklyn, viniendo venir el discurso que le soltaría.

—... Si tú o yo acabamos en esa lista de ejecuciones, y ellos no terminan con esa organización, estaremos muertas igualmente.    Deberíamos ayudarles y lo sabes, pero no quieres que lo hagamos    —habló con algo de rudeza, sabía que Brook no quería que le pasara nada, pues si ella moría y la azabache de pelo liso salía ilesa aunque hubieran destrozado esa organización, se sentiría culpable.

Brooklyn alzó dos dedos de manera brusca, siento tan repentino, violento y espontáneo su movimiento, agregando que además golpeó la mesa con la mano libre, que provocó que los tres se sobresaltaran y Steve se tensara bastante.

—¡Tienes dos semanas!  —alzó la voz—   ¡Dos semanas!  Con estos dos y ya te volviste una suicida —Exclamó, casi escupiendo, incrédula, mirando con disgusto a su vieja amiga— Nosotras aún no estamos en ésa lista —sacude la cabeza sin dejar de verla a los ojos— y nada asegura que alguna vez lo estaremos —.

—Brooklyn, trabajo en una rama secreta de la DEA, todos son unos malditos espías ¿Y si alguien decide un día que soy tan buena como para convertirme en una potente amenaza? ¿Qué haremos entonces? — replicó, sabiendo que ella era una suicida desde que ayudó a Brook en el reformatorio.

—¿Crees entonces que es mejor idea joder a El Círculo? —alza las cejas—  Chris tú no sabes un carajo de la mierda que nos esperaría si nos metemos con sus intereses, y directamente los estaríamos destruyendo   —dice lento— Tienes más probabilidad que te maten ellos luego de todo esto —dibuja un círculo en el aire con el índice— a que te incluyan a su lista si es que fracasan Los Vengadores —.

—¡Muy bien!  — grita malhumorada y cansada— Pues tú ganas, como siempre. Me iré a New York de nuevo y volveré para el funeral de todos, con una carga de culpa inimaginable —refunfuña. Sus peleas con Brooklyn traían consigo que ninguna de las dos daría su brazo a torcer. Discutirían y discutirían hasta que sea ella la que lo hiciera, y Brooklyn ganara finalmente la pelea.  Hasta que se le ocurrió algo, para aquella vez.

—Traeré tu batido cuando enterremos al Capitán para que no te vayas a querer enterrar con él, tranquila  —soltó, con un tono entre burlón y sarcástico.

—Siempre igual Brook, cuando ganas te vuelves... —suelta un grito de frustración. Natasha y Steve intercambian miradas—... ¡Muy irritante! ¿Y sabes qué? —levanta las cejas—  No pienso dejar que ninguno entre en esa lista —agarra el portátil rápidamente y desconecta el pendrive, para después tirarlo por el balcón de la terraza con fuerza—.  Ups, se me ha caído —mira a Brooklyn, burlona. Casi retadora, quizá la palabra perfecta es que estaba cansada, cansada de que Brook ganara sus peleas, cansada de que decidiera por ella, cansada de sus réplicas, ya no eran unas niñas, y ella no era estúpida.

Edwards abrió la boca, entre sorprendida, impactada, incrédula, enojada e... ¿Impotente, tal vez? ¿frustrada? Incluso un poco asustada. Ella conocía El Círculo, había probado un poco de todo el poder de destrucción que aquel maldito consejo tenía, y cuando intentaba proteger a alguien de que lo sufriera, esta se ponía terca, como si anhelase ese dolor, esa locura y poca cordura en su vida mientras El Círculo la aceche, cerniéndose cual jodida sombra sobre tú vida y haciéndote sentir todo el tiempo como el objetivo de un francotirador. Como si siempre tuvieses un punto rojo en la espalda.

—¿Quieres ayudarlos?  —alza las cejas mientras baja el mentón—  ¿Crees que eres inmune a las consecuencias, Chris? ¿Crees que ellos —señala a Steve y luego a Natasha— te van a cuidar cuando El Círculo venga por ti?  ¿Eso crees? —

Brooklyn se coloca de pie, pacífica, pero mirando con ojos severos a Chris, como si fuera una malcriada niña que no entiende porqué no se puede subir a un juego, y ella una Maestra con paciencia y amabilidad de niveles iguales y por ende jodidamente reducidos.   Steve también se levantó de la silla, de manera inconsciente, guiado por el impulso de proteger a las dos mujeres de ésa aura peligrosa y afilada que rodeó a Edwards con solo levantarse.

—Ella no tiene que creer nada —habló Steve, con tono autoritario e imponente—. Si algo viene luego de esto en su contra, yo la cuidaré.

Brooklyn lo miró a él, ahora con gracia y burla, entretenida de forma enojosa con la inocencia e ignorancia de Rogers. ¿Es que sólo ella conocía el peligro al que se estaban enfrentando? ¿La gravedad de las consecuencias?  ¿Y porqué no salía Natasha a recordarle en que alcantarilla estaban metiendo la cabeza, a riesgo de que salga una criatura del infierno y se las arranque de un mordisco sin que se den cuenta?

—Cuando ellos vengan —asiente suavemente con la cabeza— tú no harás nada, Rogers —niega con la cabeza, con un tono sereno—. Porque tú no puedes hacer nada. —escupió.

Steve la miró fijamente, Brooklyn le regresó la mirada.   Ambos buscando doblegar al otro con el simple poder de su mirada, sin entender que al fuerte coraje de ambos los alimenta la misma raza de león, y que simio no mata simio.

—¿No te das cuenta de que tú también estás en medio?  —Interviene Chris, levantándose— ¡Tú tampoco estás absuelta de las consecuencias! No quiero perder a nadie más, maldita sea, y si tengo que meterme en la boca del lobo contigo, lo haré —su mirada se vuelve tan dura como la suya, o la de Rogers. Luego, se queda callada, estática, incrédula ante Brooklyn, ¿así eran sus peleas antes? ¿Así de terca era su amiga?

Natasha asintió y pasó la mirada a Brooklyn, cada vez más convencida de sus ideologías sobre Christine.

—Dios —Brooklyn se frota la cara con frustración— ¡¿Por qué eres tan terca, Chris?! No te entiendo —la miró afligida—, te cuidé siempre de todo, tomé tus castigos para que no los sufrieras ¡No puedes venir a decirme que te quieres meter con El Círculo! ¡No es un castigo que yo quiera repetir! —.

—Brooklyn... —habló Natasha por primera vez, levantándose, alerta, había visto una sombra moverse en el techo contrario al suyo.

—¿Qué castigos?  —gruñe Christine, frustrada de que su amiga no le contara todo lo que sabía, desentendida de sus referencias a sucesos pasados— ¿En qué mierdas te metes siempre? Parece que eres tú la que deseas sufrir, si debía cobrar yo eso, debí entonces. No necesito que siempre estés protegiendome, saltando en las llamas que me tocan a mí, Brook. ¡¿Por qué cuando quiero hacerlo yo y protegerte a tí no lo entiendes?! — exclamó.

Si Edwards no quería meterse en aquello ella no la estaba obligando, estaba harta de que pareciera que Brooklyn debía ser una burbuja contra el mundo de fuera, tomando cada palo que le diera la vida, se acabó, ya había aprendido a encajar esos golpes cuando su amiga se largó del reformatorio, no iba a entrar de nuevo en la burbuja.

—Te lo dije —mencionó Natasha, mirando a Brooklyn con suficiencia, recordando su discusión en el estacionamiento del Burguer King. Brooklyn la miró brevemente, pero la mirada enrabiada que le dedicó fue suficiente para que Natasha incluso sonriera.  La azabache se reprimió, clavándose las uñas en las palmas, sin querer ceder a sus impulsos agresivos en esos momentos.

—De acuerdo, protegeme todo lo que quieras —asiente varias veces—.   ¡Pero en esto no, Chris!  En serio no te haces una puta idea de lo que ellos son capaces —.

—¿Y por qué tú si?  —suelta la pregunta clave, que la deja rígida, sin entender como esa amistad tan buena podía estar forjada en tantos secretos por parte de aquella canadiense.

—No lleves la conversación por ese camino, Chris —la observa con advertencia— No lo hagas —.

Natasha miró a Steve, quién se había quedado mirando fijamente el mismo tejado en donde ella había avistado la silueta moviéndose. Él estaba serio, con los ojos atentos al mínimo movimiento que pudiese haber en el tejado contrario; había visto este también.

—¿Por qué?  —acusa a la azabache rizada, entre harta y bastante cansada—  Yo siempre te he contado ¡todo! Sobre mí, pero ahora resulta que Brooklyn Edwards, "mi amiga" —hace comillas con los dedos— me ha ocultado más cosas que mi maldita y extinta familia —.

— Te dije que estaba en el reformatorio porque hice algo muy malo ¡No te mentí! —.

—¡En eso! ¿Cuántas cosas más me ocultas Brooklyn? —dice con las manos sobre las caderas, estaba segura que los ojos con heterocromía no se habían vuelto así solos, ni su impulsividad o sus miedos, casi, podía pensar que no conocía a quien tenía delante, quizá simplemente era un vago fantasma de la persona que fingía ser a su lado.

—¡Ya dije que nada! —alza los brazos.

—¡Já!  — suelta Chris, exasperada, a la vez que se sienta de nuevo— ¿Y como puedo creer que no me estás mintiendo ahora? —su tono se vuelve triste, prácticamente decepcionado.

  
A Brooklyn se le llena la cara de culpabilidad e impotencia, quiere hablar, y tal vez decirle un poco de la mucha negrura dentro de sí que estuvo pintando en transparente las últimas horas y días por Chris, fingiendo ser la misma adolescente que no había sido severamente marcada, aquella que conoció en el Reformatorio, antes de todo.    Pero Rogers toma la palabra, o más bien, el protagonismo de las acciones antes de que ella empiece con una verborrea, al empujar a Brooklyn de manera brusca, causando que cayese de espaldas al suelo sin poder evitarlo.

— ¿Qué cojones haces?  —se sobresalta Christine al ver al Capitán empujar a su amiga de esa manera.
   
La futura discusión no logra avanzar demasiado, pues algo fino y a gran velocidad cruza justo en donde estaba Brooklyn segundos antes de que Steve la empujase, dejando a su paso un sonido agudo, afilado, metálico, cortando el aire a su paso. Los cuatro siguieron el recorrido del trozo de metal en cámara lenta,  a pesar de ser un objeto pequeño y veloz, todos mantuvieron su mirada fija en este, como si atrajese sus ojos cuál imán, hasta que la bala logró desaparecer de la vista al meterse en la frente de un castaño alto de ojos azules que venía con cara de alarma, matándole al instante, sin que pudiese replicar o siquiera alzar la voz, con la boca abierta por un grito amortiguado. Sin dejar que su voz sonase para dar la alarma de un francotirador en el techo contrario, acechándoles, buscando el momento más frágil de los cuatro para hacer su trabajo.
   

Los ojos de Steve se llenaron de lágrimas en automático mientras el cadáver caía de rodillas con los preciosos ojos perdidos, mientras él sentía un fuerte apretón en el pecho. Tal fue el acumulo de agua en sus lagrimales que no resistieron demasiado contenidas y se deslizaron poéticas y trágicas por sus mejillas pálidas mientras que el cuerpo del atlético castaño ya sin vida caía por las escaleras, alertando a la gente del piso de abajo, por si el ruido de la bala no había sido suficiente.

Christine y Natasha se agacharon rápidamente, siendo un reflejo más que nada, junto a la pared de la terraza.   Brooklyn tenía la boca entreabierta mientras sus ojos no se despegaban del sitio en dónde estaba el chico que recibió la bala que venía con su nombre. Letchs sacó su arma de la parte baja de su espalda, oculta exitosamente en sus pantalones, y le sacó el seguro.    Me cago en el puto círculo, pensó, alerta, dando por hecho que aquello era.

Todo regresó a su normal velocidad, o al menos así pasó para las perspectivas de los cuatro afectados, que no tardaron en ocultarse para mantenerse a salvo. A Steve Brooklyn tuvo que patearle las piernas para que cayera al piso y así se ocultara, pues el rubio no salía de su trance al presenciar una muerte tan espontánea. Se oyó un ruido fuerte,  como hélices cortando el viento, lo cuál exactamente era, y desde un helicóptero, una lluvia de balas metálicas cayó severa sobre la terraza, buscando atrapar a uno de los cuatro. O a los cuatro, si era posible.

—¡Una ya no se puede tomar unos espaguetis tranquila!    —Grita la chica de ojos avellana por sobre el ruido, riendo sarcástica. Segundos después, oculta por la mesa, levanta levemente su cabeza junto con la pistola.  Suelta una maldición al ver el helicóptero clarito disparándoles, y carga un par de disparos, siendo uno el acertado al darle a uno de los tiradores, logrando bajar la potencia de la lluvia.

—¡Les presento a El Círculo! —exclamó Brooklyn, sarcástica, mientras las balas perdidas rompían cristales, decorativos y se metían en las paredes, atravesándolas o quedándose rígidas ahí.  Desde allí se podía oír el bullicio de la gente al salir corriendo de todos los locales, y Edwards no dudaba que en ese momento hubiese un caos de multitud en la calle, todos corriendo como pollos sin cabeza.

—¡Si esto es el puñetero Círculo, tenías razón Brooklyn! —grita Chris a su amiga, oculta algo lejos de ella de las balas.

—¡Para que veas que no hablo mierda! —.

 Pero ninguna se fijaba en Steve, en su rostro, su estado. Si, las tres mujeres estaban enojadas por la muerte innecesaria de un inocente, y se sentían pésimo, pero Steve... Steve no se sentía triste, ni culpable, se sentía... Furioso.  Muy furioso.   El Súper Soldado se encontraba con la sangre ardiéndole de una manera endemoniada, y sus pensamientos nunca se habían girado tanto a tener las ganas de asesinar a alguien como aquel día, en aquel momento. Sentía que no se pertenecía.  Sentía que alguien más tomaba las riendas de su cuerpo, haciéndole pararse de su sitio sin importarle las balas que aún volaban hacia ellos. La sensación de perdida, estimulado por una rabia proveniente de un Déjà Vu, le hizo inmune al dolor, así que no paró de correr por todo el tejado hacia el techo contrario a pesar de ya haber recibido un impacto de bala en el hombro y demasiadas rozaduras.

Ahí sí que llamó la atención de las tres mujeres, que lo vieron como el propio loco en un manicomio haciendo una demostración de su psicosis como nunca.

—¡Steve! —chilla la chica al ver al rubio actuar como un loco— ¿Qué coño estás haciendo? —.

Rogers saltó hacia el otro tejado, con las continúas lágrimas acentuando su dolor, y la rabia advirtiendo la muerte del tirador.  Aterrizó en el helicóptero, de un puñetazo noqueó al tirador que quedaba, atravesó con una mano el cristal de protección y arrancó al piloto del asiento.  Los tiros, naturalmente, se detuvieron de golpe, y bastaron tan solo unos segundos para que el Piloto, moribundo y asustado, cayera en la terraza del restaurante italiano, siendo lanzado por Steve desde el Helicóptero.     Vivo, sí, tal vez no por mucho.  En un acto de reflejo, al ver a aquel extraño hombre de negro caer en la terraza, Christine giró su cara y apuntó la pistola hacia él, por si acaso se movía, disparar.

Rogers tampoco tardó demasiado en aparecer en el panorama de regreso, y cuando aterrizó, el piso bajo sus pies se agrietó.

—¡Te voy a matar, desgraciado! —.

—¡Steve!  —llamó de nuevo Letchs— ¡No! —Se levantó ágilmente, ahora que no había balas a su alrededor no debía preocuparse demasiado, y se puso delante de Rogers, interponiéndose entre ambos, mirando a sus ojos azules, unos que ya no reconocía.

—¡Pero esta pendeja quiere que la maten! —exclamó Brooklyn, acelerada por tanto en tan poco, mientras se ponía de pie también e iba con los otros dos.

—Apártate, Lechts ¡Ahora! —Ordenó Steve, con ojos iracundos y presencia violenta, pero sin moverse, por lo que su aura se encargó de ser la que se agita con alboroto y fuerza, siendo la escandalosa. Podía estar enojado, pero hacerle daño a una colega jamás estaría en sus planes.

Christine lo atajó cuando Steve intentó rodearla para llegar al piloto con claras intenciones asesinas.

—¡No! —tragó en seco—  Steve tranquilízate por favor, no estás actuando con claridad —le mira, algo asustada—  Necesitamos lo que sabe.

— Existen más ratas en el nido —susurra Steve, grave, perverso, y ensombrecido;  ese no parecía ser Steve, incluso su propio rostro había cambiado de una manera extraña.

— Lo sé, y podemos atrapar a más pero no lo estás haciendo porque sea uno de los malos     — habla, con la duda de tocarle para tranquilizarle con contacto físico—  Sé que ha matado a alguien de tu familia pero no puedes convertirte en un asesino como él, no eres un asesino. Ni tú, ni el Capitán América.     Piénsalo, podrás torturarlo todo lo que quieras una vez hable —hace una pausa— Pero...  Pero tú no eres así, no eres la persona que me has mostrado en el coche sincerándote conmigo, Steve.  Recapacita, llora si quieres pero no debes dejarte llevar por la furia, es muy peligrosa, nos hace hacer cosas de las que luego nos arrepentimos —susurra cerca suya, extendiendo la mano hasta tocar su hombro, dudosa. Christine apuesta por colocar la mano ahí, esperando que eso baste para relajar un poco al rubio.

Él la mira, y basta con ver aquella pizca de miedo en los ojos ajenos para que su labio tiemble, su nariz enrojezca y sus ojos vuelvan a ser activas máquinas creadoras de gruesas lágrimas, dándole un aspecto brillado a esas cerúleas iris que ahora brillan en agonía y dolor.    Steve alza su mano, colocándola sobre la mano de Chris, pero no la aparta, la deja ahí, y deja la suya ahí también, mientras un sollozo se forma en su garganta y un puchero en sus labios.  Chris sonríe, aliviada de haber hecho al Súper Soldado razonar. 

Sin embargo el momento de paz no se mantiene durante mucho tiempo, pues resuena el sonido de un disparo y esta vez la bala es destinada a Chris, quién no tarda en gemir de la sorpresa y el dolor repentino. La sangre sube por su esófago y el sabor metálico no tarda en llegar a su boca, amargándola.  Intenta tragarlo para hablar.

—¿Sabes qué...?   Mejor...  mátalo   —dice con esfuerzo, llevándose las manos a su estómago, donde su camisa se empieza a llenar de un color granate.  Ella cae de rodillas en el suelo mientras intenta presionar la herida para detener la hemorragia y escupe un poco de sangre de su boca, que ahora estaba manchada de ese líquido rojo tan característico.

Tal vez tan rojo como Steve veía ahora.

     

El francotirador se rió cuando la mirada aún más iracunda de Rogers se enfocó en él nuevamente, como si no le temiera en lo absoluto a la muerte, porque eso era Steve ahora, La Muerte, e iría a reclamar el alma de aquel maldito bastardo que había rogado por dejar el mundo de los vivos con sus acciones.  Sin embargo, no avanza ni dos pasos hacia él cuando Brooklyn interviene, apuntándole directo a la cabeza con el arma que Chris había dejado tirada al correr hacia él, mientras sonreía con ironía.

— Quietecito, rubio —.

Christine respira con dificultad, escupe de nuevo y gira su mirada hacia Brooklyn.

— Vuélale la tapa de los sesos —habla, para después retorcerse  del dolor y tumbarse en el suelo, bocarriba, con los ojos empapados en lágrimas.     Natasha se muerde el labio mientras maldice y se acerca a ella, la saca de entre medio de los otros dos, con la mirada atenta de ambos, se quita el abrigo de tela delgada y le hace un torniquete poco efectivo, pero algo efectivo. Luego, se levantó y corrió a los pisos de abajo, donde oía demasiado gritos para su tranquilidad.

—Lo que más quisiera —admitió, mirando por segundos a Chris— pero  —mira a Steve— no puedo.

—Eres una... —.

—¡Antes de que te precipites a sacar conclusiones apresuradas sobre mí...! —lo calló, alzando la voz mientras le fulmina con la mirada— que veo que te encanta,  piénsalo. A él —señala al francotirador— lo necesitamos con vida.

—¡Hay más ratas en el nido! —.

Brooklyn sacude la pistola en un gesto desinteresado.

—Si, ajá pero ¿Tú sabes dónde está ese nido? ¿No, verdad? Entonces cierra la puta boca y piensa con la cabeza fría, Rogers. Se lo advertí, El Círculo no actúa solo con violencia —.

—¿Y a que le llamas a este tiroteo? ¿Un plan elaborado? —.

—Eh... ¡Si! —exclama con obviedad— Eres un Súper Soldado de los cuarenta, Steve.    Pon a funcionar tu congelado cerebro en estrategia militar, que bastante te halagaban por eso.   Todo esto —dibuja un círculo en el aire con la pistola—, es un complot.  Y si matamos al pajarito sin que antes nos cante, ellos ganan —.

—Tú sabes demasiado Brooklyn —Steve avanza hacia ella, alzando las cejas,con postura amenazante— Y eso no me agrada —.

—Me crié en las calles, Rogers.  —lo observa desafiante, alzando el mentón para verlo cuando aquello fue necesario para mirarlo a los ojos— Hasta los trece fui una delincuente a la que le pasaban todos los trucos para sobrevivir. Sé de lo que estoy hablando, y si quieres ganar esta guerra me harás caso por una vez en estas dos semanas infernales contigo —.

Steve la miró fijamente, tratando de decidir si era o no una buena idea confiar en ella. Por otra parte, debajo de Christine se formaba un charco de sangre, el mal torniquete no paraba en absoluto su hemorragia y se desangraba, manchando las baldosas con ese líquido rojo, denso, amplio, tanto que ni la misma chica se podía creer que su mejor amiga y el rubio súper soldado estuvieran más atentos a discutir entre ellos que a que su vida pendía de un hilo.  Porque lo hacía, sentía que cada vez respiraba menos y lloraba más y por mucha fuerza que intentara hacer para que de su estómago no saliera más fluido, sus manos no eran suficiente, la de rizos estaba casi apunto de aceptar que moriría, miraría el cielo, pero este estaba borroso.

— Me da igual lo que hagáis pero hacedlo, que me muero cabrones —alza ella la voz, en un suspiro, entre lágrimas y toses constantes.

—¡Pero son gilipollas los dos!  —gritó Natasha corriendo a Chris, con su propia blusa manchada de sangre. Aparentemente no suya—  ¿Lechts? ¿Sigues ahí? —.

—Más o menos  —tosió, intentando tragar saliva y sangre de nuevo para no ahogarse, lo cual era bastante difícil.

—Mierda   —dijeron ambos al unísono, olvidándose completamente de su discusión y el francotirador para ir con Chris, que estaba pálida, casi grisácea.

—Dios mío, lo siento Chris, lo siento mucho —balbuceó Steve, sin saber ni donde tocar.

Brooklyn lo miró mal.

—No se va a morir. No bajo mi guardia, hijo de puta.  —se quitó el cinturón, apartó la chaqueta, rodeó a Chris y lo abrochó, parando el flujo continuo de sangre de manera mas efectiva— Cárgala, fuera tiene que haber alguna ambulancia.  Desde aquí se oyen las sirenas de la policía.

Edwards avanzó hacia el francotirador que intentaba largarse a rastras, aparentemente imposibilitado a un escape más veloz por tener una pierna rota. Alzó la pistola, la cuál nunca soltó por las dudas, y aunque le apuntó unos segundos justo en la cabeza, bastando un poco de presión de su dedo para acabar en venganza con aquella ventaja, terminó por solo dejarle inconsciente con un golpe sordo. Prefirió otra vez controlar sus impulsos.
   

La del pelo rizado y negro soltó una carcajada atragantada en sangre, perdida en sus pensamientos negativos, y con lágrimas por sus mejillas.

—Olive os matará cuando sepa que he muerto —habló con esfuerzo y sonrió triste.

Steve alzó a Chris del piso con cuidado, sintiendo su propio hombro resentido, llenándose los brazos y la camiseta de sangre bajo ella, y casi corrió a las escaleras, sin poder creer el gran giro de las cosas en tan poco tiempo.

—No vas a morir  —dijo seguro, bajando escalones de dos en dos— Ese infeliz no se va a llevar dos de mi unidad —.

Una vez en el primer piso,    Antonella gimió al ver a Steve con Chris en brazos y con la camiseta cubierta de sangre.     Salió con ellos al exterior y les facilitó una ambulancia.  Ni una lágrima salía de los ojos de la italiana mientras se movía a pesar de haber perdido a su hermano, y Steve admiró esa fuerza de voluntad en la joven, que él mismo empezaba a sentir que flaqueaba.

—De tu familia... —la chica sentía que le costaba hablar, y tenía frío, mucho frío—...  Que bonito —luchó por mantener sus ojos abiertos y levantó la mirada lo más que pudo a los ojos de Steve, que estaban concentrados en la gente a su alrededor. Le daban cierta tranquilidad, quizá porque le recordaban al mar, a pesar de que se sintiera a punto de ser llevada por la mismísima muerte.

Los paramédicos no tardaron en subir a Chris a la ambulancia, casi sin ver, alzándole la blusa para verificar la herida, y dando el visto bueno al torniquete, pues era eficiente, aunque lo hayan aplicado un poco tarde. La acomodaron bien dentro de la ambulancia, aplicando todos los trucos para evitar que se ahogase con su sangre o se desangrase y demás, aunque debía ser atendida en quirófano urgentemente.  Uno de los paramédicos miró a Steve, apunto de preguntar si era familiar o si la acompañaría, pero terminó reconociéndolo

Justo en la radio de su pantalón se oyó la voz de un oficial, advirtiendo que Rogers estaba en la zona y que de encontrarlo, favor que avisara.  El paramédico, mirando fijamente a Steve, confirmó que el mensaje había sido recibido y se hizo aún lado, sonriendo.

—Suba rápido.  —aconsejó, mirando un momento a Chris, sabiendo que a cada minuto tarde podría matarla. Steve estuvo apunto, apuntito de subir y mandar todo al carajo, pero apareció Natasha y lo detuvo, su manera fue empujarle y subir ella en su lugar, acomodándose veloz al lado de Chris.

—Yo salvo a la insolente, tú sacale la verdad al pajarito y luego los intestinos —.

—Brooklyn  —balbuceó la del pelo rizado, con lágrimas en los ojos, que cada vez los notaba más cansados.

— Si, bueno, tu amiga está un poco ocupada ahora con el piloto, rizada — mencionó mientras ponían en marcha la ambulancia de camino al hospital, activando las sirenas— ¿Cómo te sientes?

— Mal — miró con cierta frialdad a la pelirroja. Qué clase de pregunta era aquella, se estaba muriendo.

— Ya sé que te sientes mal — gira los ojos, exhasperada.

— No te jode, me disparan y si quieres me siento bien — murmura la azabache, ininteligible, pues cada vez le costaba más hablar, respirar... La costaba más todo. Los paramédicos la observaron preocupados.

— Te estoy cuestionando si sientes algo más que malestar, no soy tan estúpida —gruñe la pelirroja, sin entender que tenía la azabache en su contra.

— Si, que me muero — susurró cansada — seguro que te alegras por eso — su mente divagaba en su discusión con Brooklyn y lo que realmente sabía, le hubiera gustado disculparse, pero, de todas formas, si no iba a un hospital moriría, y si iba a uno, nada más colocar su nombre en el registro informático irían a matarla, daba igual lo que hiciera, ese día era su funeral, iba a morir, tomara la decisión que tomara.

— ¿Por qué me alegraría que murieras ? No me provocas absolutamente nada — la mira de reojo, indiferente.

La chica ríe como puede, entre enfadada y frustrada — Habrías acabado ya con todos los Letchs — musita decisiva, para después cerrar los ojos y dejar que se la llevara el sueño, o peor, la muerte.

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Otro capítulo más jsjs, ¿os ha gustado?
Gracias como siempre a louismoraj por darme el trabajo hecho.

Darle love 💣❤️

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