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;; NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR. NO LECTORES FANTASMAS.








CAPÍTULO 02.
;; la nueva aldea.





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Llevamos un buen rato surcando los mares profundos y helados, mientras Sokka sigue atrapado en mi espalda y flipando en colores con Yara, mi preciosa pantera. Estamos más adelantados que Appa, Aang y la chica, Katara. Parecen que andan embarcados en una gustosa conversación, pero no me intereso mucho por ellos porque mientras un viento fresco sondea mi cabello largo y blanco, me pregunto que habrá pasado con el monje Gyatso.

Y sobre todo, con el problema del Avatar con el que tenía que cargar encima mi mejor amigo.

La voz de Sokka me saca de mis pensamientos, el chico se aferra a mi cintura mientras observa las angostas aguas oscuras que amenazan con tirarnos en cualquier momento. Sin embargo, eso es algo imposible. Las garras de hielo de Yara son implacables, fuertes, y claro que nunca me dejaría caerme de su lomo... al menos a mí.

—Oye, Kaisa... ¿Puedo preguntarte algo?

Yo dejo escapar una sonrisa, mientras me siento segura de ver a mi amigo cerca.

—Ya lo estás haciendo —digo, entre que él deja escapar una carcajada suave.

No obstante, y aunque no puedo verle el rostro, noto la tensión de sus hombros.

—Es que... me gustaría saber cosas de ti —aclara con un carraspeo cuándo lo miro de soslayo—. Quiero decir, básicamente no sabemos nada de los dos, aparte del claro hecho de que Aang es un maestro del aire, tiene ese extraño búfalo y que tú eres impresionante, con esta pantera. Yara, ¿no?

Asiento con la cabeza, dándole toda la razón. Tampoco me importa hablar un poco de mi misma, o de mi querida nación de la que me enorgullezco hasta la médula.

Doy caricias en el cogote del pelaje de ébano de mi querida Yara, mientras ella ronronea bajo mi dulce toque. Noto que los dedos calientes de Sokka se mueven por mi estómago, apreciando un poco el espacio que pone entre ellos. No es tan intrusivo como parecía al principio.

—¿Qué quieres saber?

El chico suspira para al momento soltar una de sus manos y acariciar un mechón de mi cabello. Doy un pequeño respingo por la sorpresa, pero lo dejo estar al recordarme que para las otras aldeas, o naciones, esto suele ser algo asombroso. No para mi nación, por supuesto, ya que todos poseemos el mismo tono de cabello.

—Tu cabello... ¿Por qué tiene este color? Parece mágico, incluso.

—Es que es mágico, en realidad. El simple hecho de nacer en mi nación es un milagro, todos allí tienen la misma contextura que la mía. —Asegurándome de que Yara no se desvíe del camino, aprovecho para acomodarme mejor.

Me doy la vuelta con cuidado y agarrándome de las fuertes manos de Sokka, para quedar ahora frente a frente. El viaje es largo y no me parece adecuado estar hablando con el chico a espaldas. Sus ojos azules se cruzan con los míos y un curioso rubor sube hasta sus mejillas al estar tan cerca. Tomo toda la distancia que puedo, con el deseo de no ponerle más incómodo de lo que ya está. El chico parece apreciarlo, mientras mantiene sus manos sobre el pelaje de Yara.

Yo también me agarro un poco del pelaje de mi pantera Ponca, más que nada para aparentar. No lo necesito, en mi hogar nos han enseñado desde muy pequeños a no tener miedo por nada, ni siquiera de morir. Nos enseñan a ser valientes, a ser guerreros que no se rinden hasta el final.

—¿Tu nación? —pregunta, parpadeando varias veces.

—La nación del hielo, por supuesto. Es posible que no la hayas oído mencionar nunca porque las Cuatro Naciones principales siempre se empeñan en ocultar nuestra existencia. Bueno, a excepción de los Nómadas Aire, como habrás visto en el claro ejemplo de Aang.

Nada más terminar, Sokka frunce su ceño y coloca uno de sus dedos bajo su barbilla, pensativo. La expresión que hace me resulta bastante adorable, pero parece de alguna manera que algo no le cuadra. De todas maneras, suspira para hundirse de hombros.

Continua preguntando con un claro interés.

—Supongo que al ser la nación del hielo, ¿habrá maestros del hielo, no es así? ¿Crees que se diferencia en algo de los maestros de agua? —Y me extraña la mirada que le dirige a su hermana, sin embargo, asiento sin dudar.

—Supongo que todo depende del lado en el que lo veas —digo, cruzándome de brazos—. Los maestros del agua por supuesto manipulan en todo su esplendor el agua, y de vez en cuándo, pueden congelar esta y así... Pero es totalmente diferente.

»Los maestros del hielo pueden hacer con ella lo que quieran, y sobre todo, no necesitan fuente alguna cercana que es algo que los diferencia de los maestros de agua. El hielo sale de sí mismos y es inagotable, aunque de vez en cuándo hay que hacer descansos, claro.

El chico asiente con cada palabra que le suelto, totalmente emocionado con la idea de la existencia de otra nación; para mí no es ninguna sorpresa que las demás tribus o aldeas no conozcan mucho de nosotros, porque es claro que siempre han intentado ocultar el bulto de una de las naciones más fuertes y mortíferas.

—Y aunque todos en mi nación tengan el cabello blanco por nacimiento, solo unos pocos nacen con estas runas y claro, los poderes de hielo. Solo unos pocos pueden ser maestros.

—¿Y tú eres una de ellas?

No me decido a responderle cuándo se muy bien que puedo enseñárselo. Canalizo mi energía, guiándola hacia mi mano derecha y cuándo menos lo pienso, extendiendo mi palma hacia el chico y manteniéndola boca arriba, hago aparecer una escultura del propio Sokka y que se mueve. Le hago bailar en mi mano con espasmos graciosos y Sokka se derrite literalmente en el lomo de Yara. Mis runas brillan, como siempre al usar mis poderes o cuándo me superan las emociones.

Sokka se agita de una forma que nos hace tambalear, y la figurita de Yara cae al agua. Yo me río cuando logro manteneros quietos con un pequeño silbido para detener a mi pantera, y me toma por sorpresa cuándo Sokka, de la nada, salta hacia las aguas de inmediato. Intento detenerlo con mi mano extendida, pero solo puedo ver el zambullido del chico.

Al momento su hermana me grita desde Appa: —¡Sokka, idiota!

Eso mismo pienso yo cuándo se ha arriesgado solo por una estúpida figura que puedo hacer las veces que quiera. Espero sentada impaciente a que salga de nuevo, pero no parece hacerlo. Los minutos pasan y la tensión aumenta.

Comparto una mirada con Aang desde la distancia, y no lo pienso dos veces antes de pararme en Yara. Ella se mantiene quieta, como muchas veces hemos entrenado y entonces, mi mejor amigo me lanza una ráfaga de aire que se envuelve delicadamente en mi cuerpo y sin mediar nada más, con la angustia palpable de su hermana, me lanzo hacia el agua.

La ráfaga de aire de Aang me acompaña y me sirve bastante para ir nadando más deprisa. Mis runas brillan bajo el agua dándole toques azulinos y cristalinos; angustiada, busco a Sokka. Lo encuentro intentando nadar hacia la superficie con esa figura en la mano. Claramente se ve dificultado por lo pesada que es la agua, no tardo en alcanzarle.

Nuestras manos se extienden cuándo me descubre, y agradezco que esté todavía consciente. Después con un pequeño plop, ambos salimos de las aguas para caer sobre el lomo de Yara. Nuestra parte inferior descansa aún en el agua helada, que a mí no me afecta, pero Sokka tiembla como un flan. Al momento escuchamos como Appa nada hacia nosotros y a Katara, que llama idiota a su hermano varias veces.

La ráfaga de Aang desaparece cuándo ayudo a Sokka a sentarse de nuevo sobre Yara, yo lo sigo después retomando las posiciones anteriores y no tardo en golpear en un hombro al chico; aun así, no suelta la figura que se mantiene quieta.

—¡¿Por qué has hecho esa tontería?! ¡Podía hacerte otra si lo querías!

Pero el chico aunque se abraza temblando, no borra esa amable sonrisa de su rostro.

—Es la primera muestra que me has dado de nuestra amistad, no quería otra... Siento haberte preocupado, Kaisa. —Yo me cruzo de brazos, molesta, pero sintiendo calor en mis mejillas.

Nunca realmente había tenido más amistades a parte de los de mi nación, o Aang... Me siento pequeña por un momento y aun molesta, pero cuándo le sigo viendo temblando de esa manera, me vuelvo a preocupar. Mis runas siguen brillando y él parece embobado viéndolas.

—De verdad que no servirías para convertirte en un Falkor... —menciono, entre murmullos.

Y de nuevo esa curiosidad plasmada en su rostro aunque escucho sus dientes martillear unos contra otros con fuerza. Trato de mantener el control mientras me pregunta sobre ello.

—¿Qué... Qué es un F-Falkor?

Y a sabiendas de que ya viene su hermana, le respondo tratando de centrarme en otra cosa. Mis runas se van apagando, el calor de mi interior se desvanece.

—Así es como llamamos a los guerreros o soldados de mi nación. Tienen que pasar cuatro lunas de duro entrenamiento hasta que en las vísperas de invierno, y tras hacer una última prueba, te dejan formar parte de sus filas. A mí me tomó solo tres lunas, y eso enorgulleció a mis padres. —Acaricio sin darme cuenta la diadema que descansa en mi frente, recordando cómo todo el mundo esperaba que su princesa diera la talla.

No les falle a ninguno, por supuesto.

—¿Y en tu aldea hay...?

Pero no termina la pregunta cuándo ya nos alcanza su hermana, Aang hace volar a Sokka para llevarlos a rastras con ellos y después su hermana se dedica a darle capones mientras mi amigo trata de secarle las mudas. Yo me río de nuevo, dándole mimos a la buena de Yara, mientras veo que al chico no le afectan las regañinas de su familiar; simplemente mantiene la figura de hielo entre sus manos, con una ligera sonrisa.

Y yo pienso en lo tonto que es por ya considerarme su amiga.






El resto del viaje la paso a solas, con Yara, y casi en la noche es que llegamos a la aldea de los hermanos. La tribu del agua del Sur. Todos permanecen en sus tiendas y Sokka muy amablemente, por estar cansados, nos ceden una tienda de campaña para Aang, y para mí. Al principio puso un poco de pega porque no quería que ambos durmiéramos juntos, pero con varias palabras mía lo dejó estar. Dejamos a Appa y a Yara tras la tienda, un poco ocultos con la esperanza de no alterar a los aldeanos en cuanto se despertasen.

Nos despedimos todos en bajas palabras, y finalmente Aang y yo descansamos en la tienda. Nos acomodamos lo mejor que podemos, cada uno dándose la espalda pero no puedo dormir. Lo descubro cuándo siento que mis manos tiemblan; sé que mi mejor amigo tampoco puede hacerlo cuándo suspira.

—¿Qué ocurre, Aang?

—Es solo... Pienso en el monje Gyatso, en tus padres... ¿Crees que estarán muy enfadados por haber huido de casa? —Me doy la vuelta para que nuestros rostros se encuentren.

Sus cejas se fruncen y se acobija a su propia manta, con miedo, como lo haría alguien de su edad. Sin embargo, trato de mostrarle una sencilla sonrisa con la esperanza de que sus inquietudes se marchen; parezco conseguirlo por breves momentos.

—Tranquilo, Calvito... Todo estará bien.

Eso es lo último que digo antes de que mi amigo se esconda en mi cuerpo y me permita abrazarlo con cuidado. Ambos caemos dormidos al momento, pero en nuestros sueños, solo nos esperan brumas oscuras que harán más caos en nuestros propios miedos.

★ " NOTA FINAL ;
:: aaaa , finalmente pude publicar la continuación. lamento mucho la espera, pero entre asuntos personales y otros proyectos me he retrasado más de lo esperado. de todas maneras, ahora se vienen actualizaciones más seguidas y en serio, amo demasiado a kaisa y su historia.

para quien tenga curiosidad, kaisa es la princesa de su nación, yes, la señal es su diadema que pueden ver en la portada. y, bueno, les recuerdo que las runas de kaisa solo se activan cuándo usa sus poderes o cuándo tiene emociones fuertes, sí, sí. que ganas de seguir escribiendo.

:: los quiero mucho y nos vemos en la próxima actualización. no olviden votar, comentar y dejar amor. todo para ustedes, mis querido maestros.

Se despide xElsyLight.

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